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London Paris, el frigorífico Anglo y el mito de que nos "inventó" Inglaterra: dos siglos de relación

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London Paris Foto: Archivo

INFLUENCIA BRITÁNICA

El vínculo de Uruguay con los británicos es de antaño. Sin embargo, en todos estos años solo dos presidentes visitaron la isla: Luis Lacalle Pou y su padre en 1993.

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El primer ministro británico, Boris Johnson, le abrió la pueta 10 de Downing Street al presidente Luis Lacalle Pou el 23 de mayo para mantener una reunión. La invitación fue de Johnson, que una hora después de concluido el encuentro, le dio la bienvenida públicamente a Lacalle en un video difundido en las redes sociales del gobierno del primer ministro: “It's a very great pleasure to welcome President Pou of Uruguay…”.

Mientras tanto, puertas afuera, el clima político en el Reino Unido se embravecía por las filtraciones de imágenes —nuevas imágenes— que evidenciaban la escandalosa fiesta que llevaron a cabo miembros del gobierno en ese mismo recinto en junio de 2020, cuando el mismo Johnson le pedía al pueblo británico que se confinara por el covid. Ese día los diarios no hablaban de otra cosa.

Sin embargo, para Uruguay, este encuentro significaba ni más ni menos que “una remontada de la diplomacia uruguaya tras la pandemia”, dice Nicolás Pose, magíster en economía y política internacional. La reunión era una puerta que podía abrirse —plantar la idea de un Tratado de Libre Comercio (TLC)— y otras que terminaron de abrirse —se confirmó la inversión de la firma británica GlaxoSmithKline en Uruguay. Se trata de una empresa farmacéutica que abrirá en los “próximos dos meses” uno de sus “tres nuevos centros regionales de distribución de vacunas”, dijo en diálogo con El País el director gerente de LACC, Bruno Güella.

Acerca de la posibilidad de negociar un TLC con Reino Unido, Lacalle explicó en conferencia luego de la reunión: “Vamos a acudir a nuestros socios, pero hoy en día no lo quieren hacer. No quieren hacerlo tan rápidamente y nosotros sí que necesitamos hacerlo rápido”.

Más allá de los análisis, del TLC y del Mercosur, este no fue un encuentro más. La última visita oficial al Reino Unido la había hecho su padre, Luis Alberto Lacalle, en 1993. En esa ocasión el exmandatario se reunió con la reina Isabel II, que lo nombró Caballero de la Gran Cruz de la Orden de San Miguel y San Jorge. Esa fue la primera visita oficial de un presidente uruguayo al Reino Unido. Pasaron 30 años para que Uruguay volviera a pisar suelo británico. Aun así, “la relación entre nuestros países se remonta a mucho tiempo atrás y es excepcionalmente estrecha”, tal como dijo Johnson.

Boris Johnson junto a Luis Lacalle Pou. Foto: EFE
Boris Johnson junto a Luis Lacalle Pou. Foto: EFE

El mito y el contramito.

La historia de Uruguay esté repleta de cruzadas heroicas. Asimismo, la intervención británica jugó un papel clave desde la génesis del país: la influencia en estas tierras caló hondo a nivel económico y cultural durante décadas y hasta entrada la Segunda Guerra Mundial.

Hoy quedan esqueletos. Las vías del ferrocarril entre el pastizal al costado de la ruta, el icónico frigorífico Anglo devenido en museo, un McDonald’s en lo que una vez fue The Standard Life, o más conocido como London Paris. Pero también el fútbol, el desarrollo de la economía agroexportadora, el tratamiento y la potabilización del agua —que comenzó con la empresa The Montevideo Waterworks Cº Ltda, que se convertiría en la OSE luego de 70 años de existencia.

Pero vayamos al principio. ¿Cuánto hay de cierto en que Inglaterra nos “creó” como país? ¿Fue Lord Ponsonby y no los padres fundadores de la patria, estribados en un empuje independentista que ya había calado en los campos orientales? Ponsonby fue un enviado de Inglaterra con tres objetivos claros. El primero y más importante era lograr la paz en la guerra rioplatense-brasileña. El segundo, en la medida en que fuera posible, habilitar la libre de navegación de los ríos. Y el tercero, también en la medida de lo posible, que en la ciudad de Montevideo hubiera un territorio neutral para que se pudiera seguir comerciando.

Pero no fue tan sencillo como firmar un papel y ganar la independencia.

En 1827, a un año de la famosa Convención Preliminar de la Paz que dio origen al país como lo conocemos, Ponsonby firmó en Río de Janeiro una convención que cumplía (en teoría) con dos de los objetivos que le habían encomendado: la paz y la libre navegación de los ríos. Esa convención previa establecía que este territorio quedaba bajo el mando del imperio de Brasil.

Inglaterra lo aceptó, pero hubo malestar en la Provincia Oriental y un fuerte rechazo a la decisión tomada, que había sido iniciativa de Buenos Aires. En la Provincia Oriental se sintió como una “entrega” a Brasil. Esto dio origen a la siguiente convención, a la definitiva, también con la mediación británica de la mano de Ponsonby. Según Gabriel Quirici, escritor, profesor de historia y también diplomado en historia económica, esto demuestra que “más que un plan británico premeditado, se trató de una intervención que a Inglaterra le resultó provechosa por el comercio y la libre navegación de los ríos. La historia se fue tejiendo a medida que se veían los intereses de cada una de las partes”.

En ese sentido, el historiador puntualiza que hay que ver los procesos de construcción de los estados como “realidades dinámicas y no como historias que están predestinadas a ser”, como cuentan los mitos.

Ahora, ¿a qué responde el relato de que “nos inventó Inglaterra”? Para Quirici esta visión es algo así como un “contramito”, una suerte de descreimiento de las historias nacionales que se han construido en torno a la creación de la patria; esas fechas que se enseñan con aguda precisión en la currícula escolar.

El frigorífico Anglo produjo corned beef para los aliados de la Segunda Guera Mundial. Foto: archivo El País
El frigorífico Anglo produjo corned beef para los aliados de la Segunda Guera Mundial. Foto: archivo El País

El desarrollo.

Los británicos fueron una pieza esencial en las inversiones. En la segunda mitad del siglo XIX se exportaba al mundo lana y cuero. “Gracias a una inserción internacional en donde Inglaterra era la polea de transmisión con el mundo —nuestras monedas estaban atadas a la libra—, había comercio con otros países”, dice Quirici.

Si bien había una gran influencia de Francia que venía de la Guerra Grande, “la dinámica económica liderada por Inglaterra para el desarrollo de las economías agroexportadoras fue muy relevante”, agrega el historiador.

Ese librecambio británico, que fue esencial para el Uruguay agroexportador, lo posicionó en un lugar competitivo y rentable en el mundo; así fue hasta la crisis mundial de 1929.

En 1860 empezaron a llegar las inversiones extranjeras, en su enorme mayoría británicas. El frigorífico Liebig —de origen alemán, después comprado por inversores británicos y transformado en el mítico frigorífico Anglo—, el Banco de Londres y Río de la Plata y la inauguración de las líneas de tren. “En el caso de los ferrocarriles, los capitalistas ingleses obtuvieron importantes concesiones del gobierno uruguayo que deseaba ese medio de transporte a cualquier costo con tal de poder utilizarlo para doblegar las revueltas rurales”, dice un documento del fallecido historiador uruguayo José Pedro Barrán.

Así, el norte del río Negro se conectó con el sur.

La inversión británica en Uruguay era pequeña en números netos si se compara con la totalidad de inversiones en el resto del mundo. No obstante, ocupaba el segundo lugar en América Latina en cuanto a inversión extranjera por número de habitantes. Y así como crecía el capital inglés, crecía también la suspicacia de los uruguayos.

Documenta Barrán: “Este medio de transporte (el ferrocarril), así como las otras compañías inglesas instaladas en Montevideo, generaron una corriente de antipatía popular por sus elevadas tarifas y deficientes servicios. El monopolio que usufructuaba el ferrocarril, la empresa de aguas corrientes, la del gas y el oligopolio de las compañías de seguros, contribuyeron a fomentar dudas en la clase política en 1890 acerca de los beneficios que acarreaba al Uruguay el capital extranjero no vigilado por el Estado”.

En respuesta, el gobierno uruguayo fundó el primer banco estatal en 1896: el Banco República.

“Uruguay tiene algunos años más de prosperidad hasta mediados de 1950”, señala Quirici. “La prosperidad uruguaya —dice el historiador citando a Alberto Methol Ferré— fue dinámica y tuvo posibilidades de ser sustentable hasta el ocaso del imperio británico en 1945. Después, Inglaterra dejó de ser aquel viejo imperio, las potencias son otras, el mundo es otro, la moneda —ahora el dólar— es otra”, comenta Quirici.

“En 1960 a Uruguay le va a costar mucho más insertarse en el mercado mundial”, explica. En 1949 el ferrocarril pasa a manos del Estado; en 1950 lo hace “The Montevideo Waterworks Co.”, que dos años después se convertiría en OSE. Inglaterra se estaba retirando y esa era la forma de pagar lo adeudado, concluye Quirici.

El historiador no se anima a decirlo del todo, pero lanza que, quizá, el legado británico de la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del siglo XX “es un poquito más relevante que aquella intervención que fue parte de la diplomacia británica”. Y no solo por la prosperidad económica.

Aunque ahora parezca lejano vincular a Gran Bretaña con la identidad de un uruguayo o, más aún, la de un argentino, es indudable que uno de los sellos identitarios de ambos pueblos tiene raíz inglesa y fue traído por ellos: el fútbol.

2022

Uruguay y el Reino Unido reafirman su sólida relación”, empieza el comunicado conjunto sobre la reunión bilateral del 23 de mayo. Se habló de la invasión rusa en Ucrania, de continuar desarrollando vínculos comerciales, de la crisis migratoria, del Pacto Climático de Glasgow y la necesidad de tomar acción ante el cambio climático, uno de los pilares del gobierno de Johnson.

La idea de un TLC con Gran Bretaña no estuvo en la agenda oficial, pero sobrevoló en la prensa. Al concluir la reunión, Lacalle dijo a la agencia de noticias Efe: “No venimos a rogar, venimos a decir que queremos jugar en la cancha grande”. Johnson, en tanto, sostuvo en la reunión que pretendía profundizar la relación con Uruguay “pese a que es miembro de un grupo distinguido, como es el Mercosur”. Y añadió: “Estamos afín a encontrar nuevas formas juntos”.

¿Cuánto significó esta visita? Para el Reino Unido se trata de “mostrar que la salida de la Unión Europea no lo ha dejado aislado de las relaciones internacionales; procura contactarse y establecer relaciones con la mayor cantidad de países posibles de distintas regiones”, sostiene Nicolás Pose. A su vez, hablar con Uruguay significa hablar con el Mercosur, y no es menor recordar que la Unión Europea tiene un acuerdo comercial firmado y pendiente de conclusión y ratificación, agrega Pose. “En este momento no hay perspectivas de que a muy corto plazo logre cerrarse, pero de todos modos el Reino Unido seguramente no quiera quedar atrás en esa dinámica”.

Por su parte, el experto en relaciones internacionales Ignacio Bartesaghi menciona que el Reino Unido “no avanzó en una agenda con Jair Bolsonaro como hubiera querido por las propias características del gobierno de Bolsonaro, y, naturalmente, no puede avanzar con el gobierno actual de Alberto Fernández —las Malvinas son una cuestión relevante que bloquea la posibilidad de avanzar con Reino Unido desde el punto de vista político—, y es allí donde entra Uruguay”.

“No es que Uruguay tenga una importancia trascendental para Reino Unido, pero sí es un buen movimiento para, por ejemplo, plantear una política con América del Sur a través de Uruguay”, opina Bartesaghi.

No obstante, Uruguay tiene sus elementos que pueden ser atractivos para Reino Unido. “La política financiera asociada con lo medioambiental a través de los bonos verdes, y también lo que tiene que ver con la propia agenda energética a futuro de Uruguay”, dice el experto.

En suma, los analistas ven esta visita como una oportunidad para ganar visibilidad. “El viaje se dio en marco de una retomada de la diplomacia presidencial tras lo que fue la pandemia, que inhibió, en parte, la realización de este tipo de ejercicios”, sostiene Pose. “Fue, a su vez, una respuesta a una invitación; es decir, tampoco fue el resultado de una planificación estrictamente de la política exterior uruguaya, pero de todos modos le permite al presidente poner algunos de los temas de política exterior que intentan impulsar arriba de la mesa”, agrega.

“Ahora es momento de llevar la relación a otro nivel”, dijo Johnson. Lacalle Pou asintió y repitió. La pregunta vuelve como un boomerang: ¿cuán lejos se puede llegar sin el Mercosur?

otro camino

¿Hay alternativa a los tratados de libre comercio?

Analistas señalan que en la medida en que no haya consenso en el Mercosur para que los países avancen por una vía bilateral, Uruguay tiene opciones fuertes por las que apostar. “Una posible estrategia es no avanzar mediante el formato de acuerdo de comercio preferencial clásico, lo que conocemos como TLC, sino procurar avanzar en negociaciones sobre temas o disciplinas comerciales que no estén restringidas por la pertenencia al Mercosur”, señala Nicolás Pose, experto en política internacional.

¿Cuáles son estas negociaciones? Pose pone como ejemplo las habilitaciones sanitarias y fitosanitarias, negociaciones sobre aspectos técnicos del comercio y, “si el gobierno se lo plantea, podría eventualmente avanzar en negociaciones de comercio de servicios”. Todos estos son aspectos no estrictamente arancelarios, que son los que están más restringidos por la política del Mercosur de la negociación conjunta, agrega Pose. Ignacio Bartesaghi, por su parte, dice que hay una lista de este tipo de acuerdos pendientes con China, que “se pueden ir cerrando” mientras no haya avances concretos en materia del TLC. “Y eso, además, se puede también trasladar a otros países”, concluye el experto.

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