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Llegan los nuevos carnets: guía para entender cómo evalúan ahora a los niños en escuelas y colegios privados

Con el foco sobre el aprendizaje basado en competencias y no solo en contenidos, el gobierno busca un cambio en la educación. ¿Cómo es la nueva forma de evaluación a los alumnos?

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Niños y niñas en escuela
Un grupo de niños en escuela de Florida.
Foto: Darwin Borrelli.

Olivia pasó al último año de escuela con Muy Bueno Sote. Su maestra escribió en su carnet final una devolución con detalles sobre sus virtudes: “Se evidencian actitudes de solidaridad y empatía con sus pares”. Ahora cursa sexto, recibió su primer carnet con una nota de 8 y espera el próximo antes de las vacaciones de julio. En la primera reunión de padres le explicaron a la mamá de Olivia losnuevos criterios basados en competencia para poner las notas. Y, si bien en su familia hay “miedo” porque ella no pueda mantener ese 8, los temores de los otros adultos eran diferentes: ¿con qué nota pasa de año mi hijo? ¿Cómo sé si es una nota para felicitarlo o para ponerlo a estudiar más?

En su mente, en la de Olivia, todo va muy rápido, ya se prepara para pasar a séptimo. Tiene 12 años recién cumplidos, pero hace años que su madre recuerda aquella última vez que jugó con muñecas. Ella práctica técnicas para delinear sus ojos y se maquilla los labios con brillos translúcidos. Para Olivia el norte es el liceo, no va a ir a una UTU pero ya sabe que no podrá decir que “pasa al liceo”, porque será la segunda generación uruguaya en iniciar séptimo.

En las escuelas uruguayas ya no hay más carnet en papel, son digitales. Tampoco existen las notas como las conocimos: Bueno, Bueno Muy Bueno o Sote. Los niños ahora son evaluados en una escala que va del 1 al 10. Comenzó este año y también se extendió a secundaria. El 5 es el aceptable, y el 10 el número de la excelencia.

La reforma educativa que lleva adelante el gobierno no solo llegó a los salones de clase y a las salas docentes, entró por las ventanas de todos los hogares uruguayos con niños, niñas y adolescentes. Para las autoridades de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), el cambio en la forma de evaluar es parte de un proceso mucho más grande que se da hace años.

La maestra Ivonne Constantino, inspectora técnica de Primaria, dice a El País que hay que hacer un poco de historia para entender este proceso: “Ya veníamos haciendo un fuerte énfasis en lo que el carnet anterior llamaba juicio y que ahora es la descripción fundada”.

Constantino cree que el proceso se venía dando lento. Y por eso está segura en darle importancia y peso a la descripción fundada: “Es clave dejar de hablar de juicio, cambiar ese término. Y también que las maestras desarrollen la evaluación a cada niño de forma personalizada”.

En este espacio la maestra le cuenta a sus padres cómo ve al alumno, que es lo que ya ha logrado y lo que aún le falta. Todas las instituciones públicas y privadas que estén habilitadas tienen la obligación de ajustarse a estos cambios de evaluación. Hasta el año pasado no había un reglamento sobre la evaluación, solamente circulares que orientaban a los docentes.

Otro elemento que agrega el nuevo carnet es que el maestro puede comunicar si entiende que un niño requiere de una ayuda extra. “Ya sea una maestra de apoyo, o maestras especializadas en educación especial. También cuestiones que tienen que ver con alguna dificultad auditiva, visual o discapacidad intelectual”, explica la inspectora, quien recorre el país para tener reuniones con las inspecciones departamentales y que el día anterior a esta entrevista estuvo en Canelones.

¿Cuáles son las competencias?

Tener una respuesta de memoria sobre lo que pasó en la época del Éxodo Oriental, saber perfectamente resolver una división o calcar a pulso en papel manteca el mapa de Uruguay, no serán elementos determinantes en el actual modo de evaluar. Porque los contenidos en sí mismos, pueden estar en todos lados. “Estamos en este proceso también por el avance de la tecnología”, explica Juan Carlos Noya, presidente de la Asociación de Institutos de Educación Privada (Aidep), que nuclea a colegios laicos. Noya habla a título personal, como director del Colegio Alemán: “Antes teníamos que enseñar cómo buscar información en bibliotecas. Ahora esas respuestas ya están en internet”. Los contenidos no son dejados de lado, sino que se los enseñan atravesados por competencias. Es pasar de la teoría a la práctica. Quiere decir que los estudiantes tienen que saber trasladar el conocimiento a la realidad, de manera que lo sepan usar de forma cotidiana.

Un estudiante para ser competente debe manejar saberes conceptuales “contenidos”, pero además debe poder emplearlos para resolver situaciones concretas y demostrar una actitud proactiva frente a los desafíos. Así, ANEP seleccionó diez áreas, que a su vez, se dividen en dos. Por un lado están todas las incluidas en “Dominio Pensamiento y Comunicación”, estas son: comunicación, pensamiento creativo, pensamiento crítico, pensamiento científico, pensamiento computacional y metacognitiva. Y las otras cuatro son las que están dentro de “Dominio Relacionamiento y Acción”: intrapersonal, en iniciativa y orientación a la acción, en relacionamiento con los otros, y en ciudadanía local, global y digital.

Cada escuela debe elegir tres para evaluar. Esto lo hace la dirección junto a maestros e inspección. Si bien hay que hacer énfasis en tres, todas deben de ser tratadas. Para las autoridades es una forma de empezar, para luego aplicar todas las competencias en cada escuela.

Robert Silva
Robert Silva en una escuela.
Foto: Francisco Flores.

Los cambios en la forma de evaluar

Las competencias exceden a los contenidos. De hecho, los contenidos integran una competencia. Pero eso no es lo que le importó a Fernando cuando lo citaron a la reunión de la escuela pública de su hijo, en Canelones. “Se esperaba una hora de explicaciones, pero el ambiente se puso tenso con la dirección”, cuenta. Fernando se fue antes de que terminara la charla.

“Te digo la verdad, no sabía nada del cambio a números, porque no leo todo lo que mandan por el grupo. Pero en la reunión nos explicaron que el máximo iba hasta el 10, y todo eso de las competencias”, dice este padre. “La realidad es que Arón llegó con un 7, y toda una descripción larga de la maestra, que justo es la misma que tuvo el año pasado y lo conoce, y un comentario más corto del profesor de educación física”.

Lo de las competencias para Fernando fue algo abstracto, porque la reunión de padres se diluyó con otros temas más de fondo. “No sé, de todo hablaban, que ahora no les enseñan nada, que los chiquilines están todo el día con el celular, del bullying y que las maestras no tienen tiempo, por eso me fui”.

El aprendizaje por competencias supone que el alumno trabaje su capacidad reflexiva, de relacionar ideas y resolver problemas, basándose en todos los recursos y conocimientos que le proporciona la escuela. Ese es el famoso cambio de paradigma, según explica Isabel Varela, profesora del Departamento de Educación de la Universidad Católica del Uruguay y hasta el año pasado directora técnica de la Unidad de Diseño y Desarrollo Curricular del Codicen.

Para Varela, todo cambio supone resistencias: “Porque así somos los humanos. Hay que buscar una manera, sobre todo a la hora de planificar. Se debe de buscar un giro pensando en lo competencial, en lo que queremos que cada estudiante logre y también pensando en la forma en la que vamos a evaluar”. Esto es bien distinto a lo que se hacía antes. El concepto clásico que se manejaba para hacer una evaluación “era adquiriste un conocimiento o no lo adquiriste”. Y “si lo adquiriste pasabas, sino repetías”, dice Varela. “Era casi lineal, eso ya no existe más”.

Para esta doctora en educación que se encargó del Desarrollo Curricular que el Codicen está aplicando, hay muchas confusiones cuando se intenta entender cómo funcionan las competencias. “Claro que un niño que sale de Primaria tiene que saber leer y escribir. Y ahí se dan las confusiones cuando se habla de competencia. Se piensa que competencia solo es poder hacer, y en realidad es poder hacer con lo que sé. Primero hay que aprender para después resolver una situación”.

La idea es que la educación sea una herramienta para las situaciones reales que viven los niños. También estar con los pies en la realidad, los más pequeños están expuestos a lluvias de estímulos por redes sociales y juegos en línea y esa es una de las razones para el cambio, explica Varela.

-¿Cómo sería? Veamos un ejemplo.

-Si yo no sé cómo tomar la temperatura no puedo saber si el nene que tengo a mi cargo está con fiebre o no. ¿Cómo sé que tiene fiebre? Sé que más de 37,5 es fiebre, tengo ese conocimiento. Pero también tengo que saber cómo actuar, tener el conocimiento sobre el procedimiento: cómo usar el termómetro. Además de los conocimientos hay que ver la actitud frente a eso, si se buscan respuestas: ¿por qué tendrá fiebre? Y también hay que implicarse, buscar una solución. Bueno, todo eso, que parece entreverado, es lo que en conjunto se debe de organizar. No es fácil, pero es el camino que se está tomando en todo el mundo, y nosotros ya en parte venimos atrasados.

En Montevideo

Maestras se niegan a poner nota en un jardín

Una escuela pública de nivel inicial, a la que van niños de 3 a 5 años, trabaja en el segundo boletín de 2023 que los padres van a recibir por el período mayo-junio. Pero entre estas maestras de Montevideo ya hay un veredicto: le pondrán la misma nota a todos. Primaria no plantea nota para el primer boletín, ahí solo se debe contar por escrito cómo le fue al niño. Pero para el segundo sí, tiene que aparecer un número. ¿Por qué un niño de tres años no debería recibir nota? En una reunión, hubo una respuesta. “Nos dijeron que ellas consideraban que es muy difícil poner nota. Los desarrollos varían mucho por pocos meses. Y que en el caso de que detecten alguna dificultad de aprendizaje, lo van a comunicar a los padres”, relata un padre.

En la cancha: la tranformación en las aulas

Los cambios están rodando en todas las escuelas. Para algunos centros educativos es un desafío muy grande y hay molestia, mientras que para otros estos cambios no son nada nuevo, sino que solo es un ajuste en lo que venían haciendo.

“Las reacciones fueron buenas, no puedo hablar por todos los colegios, pero los aprendizajes por competencias ya los veníamos aplicando. Quizás ahora lo que hay es un documento formal y parámetros que cumplir”, afirma Federico Reyes, integrante de la Asociación Uruguaya de Educación Católica (Audec), y director ejecutivo de Fundación Sophia, una red de colegios católicos. Lo público y lo privado se mezclan y, si bien Reyes tiene todas las credenciales para afirmar que este cambio viene ganando terreno en las instituciones privadas, dice que también pasa en las públicas. “Trabajamos con muchos docentes que están en los dos sistemas. Lo evaluamos como un ajuste a la realidad, es terminar de acelerar un proceso que se venía dando un poquito lento. Quizás es un cambio de nombre, o rearmar lo que ya se hacía”.

El cambio en el sistema de evaluación es fundamental desde la perspectiva del maestro Augusto Avero, director pedagógico de la Fundación Sophia. “Es lógico que cambie, la transformación educativa tiene un enfoque en las competencias, entonces tienen que cambiar las calificaciones”, explica.

Los colegios que forman parte de la Fundación Sophia son más de 30 y en Matemática vienen aplicando el “método Singapur”, que está centrado en competencias y tiene que ver con este nuevo sistema de evaluación impuesto desde el gobierno. Para el trabajo en Lengua también crearon un sistema en conjunto con el Departamento de Neurocognición y el Aprendizaje de la Universidad Católica.

Pasar de letras a números no parece un problema para los estudiantes ni para los padres, según este especialista. “Creo que es simplemente una cuestión de familiaridad que había con la escala anterior, y que ahora hemos explicado que es de 1 al 10”, dice el director pedagógico de la Fundación Sophia, sacándole importancia a este aspecto. “A fin de cuentas los padres quieren saber cómo le está yendo a sus hijos”.

salón de escuela rural. Foto: Darwin Borrelli
Salón de escuela rural. Foto: Darwin Borrelli.

Pero en este aspecto de la nota hay un elemento interesante, que todos los especialistas consultados para este informe concuerdan: en la educación primaria y secundaria siempre se evaluó pensando en un progreso a lo largo de los años. Se esperaba empezar con una nota baja e ir escalando.

“Sigue muy arraigada en todos los docentes, pero es algo que no está bien”, afirma Avero. Para este maestro todo viene de la idea de que tiene que haber una progresión de los aprendizajes en el lapso del año lectivo y que esto sí o sí se debe ver en la nota. “Pero si vos estás evaluando el desempeño del chico en el período marzo-abril, y es un 10, no hay motivo para no poner esa nota”, explica.

Muchos docentes dan un argumento vinculado a lo motivacional, y es que se supone que si el alumno recibe una nota alta no continuará esforzándose. Pero para Avero no funciona así. “En esto se puede manejar la frustración”, dice Avero. “Si en el siguiente boletín se le da una nota baja, que se puede deber a muchos factores, no somos robots, hay momentos en los que al alumno le puede ir mejor y en otros no. Pero es importante que el niño sepa que la nota puede bajar”.

¿Una evaluación se puede encerrar en un número?

Los deberes, la contabilización de las faltas y la repetición son grandes temas de esta reforma que se ven en los carnets. Sobre las tareas domiciliarias los especialistas consultados tienen la misma idea: la discusión no puede ser binaria. Cada institución tiene que resolver según su contexto cuál es la periodicidad del envío de tareas domiciliarias y, lo más importante, pensar en qué tipo de deberes se mandan.

“No es lo mismo una escuela de tiempo completo, que la realidad de un alumno que va a un turno de cuatro horas”, dice Noya, director del Colegio Alemán. Las tareas domiciliarias tienen que ser utilizados como una herramienta para que el alumno practique en su hogar y para que la familia también se integre en ese proceso. Pero “tampoco se puede dar que sean repeticiones de lo que pasa en el aula, ni los padres los tienen que resolver”, en el caso de que su hijo no logre hacerlo correctamente, dice Noya.

Las faltas se controlan, pero es muy difícil que el estudiante pueda repetir por no ir a la escuela. Según el documento Reglamento de Evaluación del Estudiante de la Educación Básica Integrada de ANEP, “se entiende por asistencia suficiente cuando el estudiante asiste más de 140 días en el año lectivo”. Constantino, la inspectora técnica de Primaria, explica que las repeticiones se pueden dar en segundo, cuarto y sexto, ya que son los ciclos. “No se habla de repetición sino de recursar, porque el concepto es distinto. Repetir implica hacer lo mismo al año siguiente. Pero esto implica darle otros tiempos y buscar otra estrategia, ajustar la enseñanza al ritmo y al estilo de aprendizaje de cada niño”.

En la evaluación hay cambios pero hay un patrón que se mantiene. “En lo personal me hubiera gustado que la evaluación nuestra en educación inicial y primaria fuera sin un número ni una letra, que nos quedáramos solamente con la descripción fundada. Pero con el número calificador se busca tener una línea de coherencia con todos los subsistemas”, dice la inspectora. Esta opinión la comparte con la exdirectora técnica de la Unidad de Diseño y Desarrollo Curricular de Codicen: “La nota va a seguir estando, es algo que se maneja en todo el mundo. Puede ser una letra, un número o una palabra”.

Secundaria

“Promoción diferida” y otros cambios polémicos en liceo

Clase del liceo Jubilar.
Clase del liceo Jubilar.
Foto: Estefanía Leal

Los estudiantes de secundaria comenzaron el año con varios cambios, el que más ruido generó fue la anulación de primero, segundo y tercero, tanto en liceos como en UTU. Detrás de esta transformación hay una justificación teórica, las autoridades entienden que los primeros años de secundaria forman parte del mismo ciclo que primaria. Por eso modificaron los nombres, para ingresar en el nuevo paradigma que no ve a los años como unidades aisladas en la trayectoria.

“Mi hijo me dijo que le pareció injusto”, dice Laura Wainberg integrante de Familias Organizadas del Liceo Público y UTU y también docente de historia. “Él estaba en segundo de liceo y fue promovido a noveno, no le gustó”.

El muchacho le dijo a la madre que el cambio debió ser gradual. “Él me decía: ‘¿Por qué no empezaron con los que salían de la escuela? ¿Por qué no nos consultaron?’ Y creo que es un reclamo justo”, reflexiona Wainberg, y está segura en responder que ella como docente tampoco se sintió escuchada.

“Todo llegó de forma muy desorganizada. Entiendo que es un proceso, pero a comienzos del año 2022 pasamos lista como siempre, y a fin de año llegó una circular diciendo que ya no las contabilizamos más las faltas”, dice. Si le preguntan sobre los cambios a la hora de evaluar, afirma que se da un mensaje que puede generar confusión: “Porque siempre se usa el término ‘avanzar’, aunque la nota sea un 1”. Si en una materia el alumno tiene un 5 como nota, es un “avance destacado”. Y si en el siguiente carnet tiene un 4, seguirá apareciendo la palabra “avance” porque el 4 se define como “avance significativo”.

Una nueva oportunidad para no repetir

Otro de los puntos que cambiaron en secundaria es el concepto de “repetición”, al igual que en primaria hay ciclos en los cuales es casi imposible que los alumnos tengan que recursar. En séptimo no hay posibilidad, pero en octavo sí. Acá se incorpora el concepto de “promoción diferida”. Para Juan Carlos Noya, director del Colegio y Liceo Alemán, “este es uno de los conceptos más innovadores y también polémicos”. El alumno de alguna manera promueve la asignatura, pero con menos de 5. No es aceptable. No logra los aprendizajes necesarios y las competencias que tiene que tener según su nivel, entonces tiene una promoción diferida de esa materia. Se le da la oportunidad en el siguiente año de que pueda aprender lo que le quedó pendiente.

Alumnos de liceo
Alumnos de liceo.
Foto: Estefanía Leal.

En Matemáticas es fácil de ver. “Vos de repente no aprendiste ecuaciones de segundo grado. Eso es un contenido concreto pero el docente tiene que evaluar, además de ese contenido, las competencias que en esa etapa tiene que tener el alumno”, explica el director del Colegio y Liceo Alemán. En este caso las competencias tendrían que ver con el razonamiento o el pensamiento crítico. Entonces ese adolescente pasa al siguiente año, con una “promoción diferida” en Matemáticas.

Este modo de evaluar parece complicado de explicar incluso para Noya, que lleva décadas en la educación. “Es complejo para los profes, para los padres, para el adolescente también, porque pasa a ser extremadamente técnico. Pero en realidad es que el profe del siguiente nivel tendrá que hacer hincapié en el contenido ese que le faltó y en el desarrollo mayor en la competencia de razonamiento lógico, siguiendo con el ejemplo de Matemáticas”, indica el director.

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