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La final de los mejores es para demostrarlo

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Argentina y Chile

Para el que ve fútbol desde principios de los 50 es por lo menos discutible si ésta de ahora es la mejor generación del fútbol chileno, según sostiene una mayoría en Chile, casi como si fuera un dogma, no se sabe bien si por convicción o esperanza.

Chile: El presente juega contra el pasado.

Sin embargo, por encima de ese matiz, que en definitiva sólo es de interés público "más allá de los Andes", hay algo cierto y comprobable: Chile tiene la posibilidad de ganar la Copa América, en una medida que quizá nunca tuvo antes.

Es más, si no fuese porque su rival de la final será Argentina, y después de ver el trámite del partido con Uruguay en cuartos de final, podría llegar a decirse que contra cualquiera de los otros diez participantes de la Copa América, en ese encuentro definitorio del próximo sábado el equipo local sería —en lo previo— el favorito; o el candidato.

Es que, aparte de lo que representa el adversario, Chile —como todos los equipos del mundo— tiene puntos vulnerables: uno, por ejemplo, es ese peso histórico de jamás haber ganado nada importante, que se puede traslucir en lo que dijo Alexis Sánchez, que es su arma fundamental en materia atacante, cuando confesó que en el primer tiempo frente a Uruguay "no era yo, las piernas no me respondían, no sabía que me pasaba"; y el otro es la contracara de un estilo de juego vertiginoso y vertical, ofensivo, que parece no tener "plan B" según las exigencias que le plantee el contrincante.

Con esa salvedad, que no es menor, esta selección chilena tiene algunos aspectos diferenciales (a favor) con relación a sus frustrados antepasados: toca bien la pelota, muchas veces en forma lateral, pero ejerce una gran presión en la cancha rival, con personalidad, a destajo de lo que arriesga en ese trabajo, y tiene atacantes rápidos, capaces de transformar ese volumen de juego ofensivo en peligro real para los arcos contrarios, como Vargas, Vidal, Valdivia, y hasta Sánchez, si las piernas no le fallan.

Así, Chile puede complicar a Argentina, como lo hizo Paraguay en la primera fase; pero para eso debe jugar este equipo de hoy, aún cuando no sea el mejor de la historia del fútbol chileno, sin que los genes del pasado le corran por la sangre.

LOCAL.

Sampaoli. Sello en dos sentidos.

El DT de Chile le impuso al equipo su impronta "bielsista", un estilo de juego ofensivo, pero sin freno ni variantes, lo que a veces lo vuelve un "kamikaze"; ante un rival con figuras como las de Argentina, puede salir caro.

Valdivia. Clásico "rompelíneas".

Casi un enganche clásico, el "10" de Chile es un pasador inteligente, claro, que —como tal— también es discontinuo, tiene altibajos; sus asistencias son el eje del 75% de las llegadas al arco contrario.

Vargas. El arco está grande.

Es otro que parece no tener gran caudal anímico, pero llega a la final "embalado", derecho, y es un punta penetrante y rápido, al que en el partido con Perú "se le agrandó" el arco rival: es importante.

Argentina: Una mirada frente al espejo

Seguro que existe una estrecha relación entre los dos, pero con este equipo de Argentina que jugará la final de la Copa América ante Chile el próximo sábado en Santiago pasa lo mismo que con Lionel Messi, el mejor jugador del mundo y, por ende, su astro: es, sin duda, la mejor selección del torneo, pero debe ganar para demostrarlo o, al menos, dejarlo plasmado para la historia a través de la contundencia irreversible e irrefutable de un resultado.

El crack rosarino también precisa conquistar algo con su selección, y parece que esta vez va camino de lograrlo; y no solo eso: puede hacerlo a través de una gestión suya a tono con su calidad y su clase; protagónica, preponderante.

Es que este equipo argentino que viene de golear a Paraguay, tiene a Messi, pero no lo utiliza como un trofeo que se exhibe encima de un escaparate o un nombre rutilante con el cual encadilar a los rivales; en torno suyo, a su rol de atacante, gira un equipo sólido, compacto, que sólo tambaleó cuando el conjunto paraguayo, paradójicamente, lo desbordó durante el segundo tiempo del partido que jugaron por la primera fase.

Más aún, Argentina es un cuadro "hecho y derecho", fiel a su historia, con un estilo de juego vistoso, elegante, sin el vértigo de Chile, con mayor pausa, o ritmo de tango, pero que tiene un funcionamiento acorde a su integración, que cuenta con dos volantes y tres delanteros de muy buen pie, de muy buena técnica, que hacen todo pensando en vulnerar el arco contrario.

Di María y Agüero llegan por afuera o, al igual que Messi, encaran y rompen las líneas defensivas de los adversarios por el medio; y Pastore y Biglia, progresando desde el mediocampo, los surten de fútbol en forma constante.

Por si fuera poco, Messi se tira atrás y encara, hasta ahora para que luego definan sus compañeros, sin asumir su falta de gol como algo frustrante.

De esa forma, Argentina despliega una variada gama de recursos en función atacante, que es difícil de neutralizar; y si Chile no lo envuelve con su vértigo, parece que sólo es cuestión de que se mire al espejo y sienta que le cae perfecto el traje de candidato.

VISITANTE.

Martino. Estilo fiel a la historia.

Quizá la contracara de Sampaoli: no es un técnico dogmático y, según el material que tiene, su equipo juega con un 4-3-1-2 que, cuando Messi se suelta, pasa a ser un 4-3-3 clásico. Bajo su mando, Argentina es fiel a su historia.

Mascherano. El alma del cuadro.

Eje central del mediocampo y todo el cuadro, pues su "timming" para la marca y seguridad en el pase, permite que el equipo juegue con otros dos volantes de buen pie, armadores, sin desbalancearse.

Messi. El equipo bajo la suela...

El mejor jugador del mundo se puso el equipo bajo la suela, no al hombro, como le pedían, con igual resultado: en el rol de fino orfebre, fabrica las jugadas de gol y los da a hacer, aunque no los haga.

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Copa América 2015JORGE SAVIA

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