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OEA, Venezuela y la Doctrina Larreta

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EDITORIAL

La tesis sostenida por el Canciller, como tantos otros progresos, en el momento en que se anuncian no encuentran comprensión. Esto es lo que ocurrirá con esta Doctrina. Es Doctrina del porvenir, no será la de hoy. Será una desgracia que no lo sea.

En 2016 la Asamblea Nacional de Venezuela pidió formalmente a la OEA la aplicación de la Carta Democrática Interamericana, proceso que tiene como última consecuencia la expulsión del organismo. Visto lo que iba a suceder, el dictador Maduro, se apresuró a irse antes que lo echaran.

Esta semana, el Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos aprobó, con el apoyo de 21 países, una resolución que condena “las violaciones graves y sistemáticas de los derechos humanos en Venezuela”, si bien el Uruguay del Frente Amplio se ausentó antes de la votación, dando un espectáculo que avergüenza a nuestro país, firme defensor de estos principios.

Ante esta grave situación, como herederos del legado de uno de los fundadores de este diario, el Dr. Eduardo Rodríguez Larreta, no podemos dejar de hacer justicia a su memoria y a su visión, por haber sido el autor de lo que se conoció en el ámbito de las relaciones internacionales, como la Doctrina Larreta.

En un documento presentado ante los cancilleres de América en noviembre de 1945 se podía leer: "El más acendrado respeto al principio de no intervención, conquista alcanzada en la última década, no ampara ilimitadamente la notoria y reiterada violación por algún país, de los derechos elementales del hombre y del ciudadano y el incumplimiento de los compromisos libremente contraídos, acerca de los deberes externos e internos de un estado que lo acreditan para actuar en la convivencia internacional".

En aquel entonces, Larreta ya preveía la entronización de los varios dictadores de distinta laya que coparían a varias de los jóvenes naciones latinoamericanas. Siendo el caso más cercano entonces, el del Gral. Juan Perón. Desde la vecina orilla surgieron los más furibundos ataques a la propuesta uruguaya, y hubo varios otros a los que les molestaban profundamente estas ideas, como ser Somoza, Trujillo... E inclusive, grupos políticos correligionarios que creyeron ver la mano del imperialismo yanqui detrás. Argumento secundado, por supuesto, por la Cancillería soviética, pero aceptado por la norteamericana.

Luego de interminables discusiones prevaleció el principio de la "no intervención", descartándose el verdadero mensaje de Larreta que propiciaba la defensa del paralelismo entre la democracia y la paz. "Para lograrlo debían volcarse los esfuerzos, siempre y a medida que las circunstancias lo aconsejen, con prudencia pero también con firmeza"... "Sobreentendido está que el ejercicio de acciones de esta naturaleza debe revestir carácter colectivo y moverse solo ante la comprobación fehaciente de sucesos claros y fehacientes".

El Dr. Dardo Regules, (prestigioso político de la Unión Cívica) decía al respecto. "La tesis sostenida por el Canciller, como tantos otros progresos, en el momento en que se anuncian no encuentran comprensión. Esto es lo que ocurrirá con esta Doctrina. Es Doctrina del porvenir, no será la de hoy. Será una desgracia que no lo sea. Será una desgracia que América no esté al nivel de esta doctrina. Será dentro de treinta años".

Mucha razón tuvo en su profecía, ya que pasó el tiempo y no treinta años sino cincuenta y seis, hasta que en el 2001 fue aprobada con el consenso de los 34 países, la Carta Democrática de la OEA. Fue el merecido, aunque tardío, reconocimiento a la Doctrina Larreta. Esa a la que apelaron en desesperación los venezolanos, por lo que ocurre en su país, dominado y desangrado por el régimen autoritario de Chávez y de Maduro, preso de la violencia, del atropello a los derechos humanos y de la pobreza. La Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, Michelle Bachelet, denunció en su informe de julio, que en el último año y medio, unas 7000 personas fueron asesinadas en “supuestos casos de resistencia a la autoridad”

La Doctrina se ocupa de distintas coyunturas, entre ellas, la ruptura del orden democrático. Según el artículo 19, la OEA podría intervenir sin el consentimiento del gobierno afectado. En caso de grave alteración de la democracia, el artículo 20 faculta al Secretario General o a cualquier país miembro, a convocar inmediatamente a un Consejo Permanente para evaluar la situación. La Carta se ha aplicado en Ecuador en 2005, en Nicaragua en 2007 y en Honduras en 2009, en que se le suspendió por 2 años. Más allá de que al Sr. Maduro no le importe demasiado lo que haga o diga la OEA, su Secretario General Almagro no ha bajado los brazos ante la debacle humanitaria que ha provocado masivas oleadas de emigrantes. Colombia ha recibido a casi un millón y medio de refugiados que forman parte de una trágica diáspora, hasta ahora, de 4,3 millones de personas.

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