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Un año de cambios

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Editorial

“El 2019 que se inicia debe ser el año en que comencemos a recuperar nuestro país. No podemos seguir en el rumbo en que vamos o corremos el riesgo de que el Uruguay se transforme en invivible”.

El 2018 se apresta a culminar su recorrido ante el inexorable paso del tiempo. Se va un año difícil para muchos uruguayos, que sufren las consecuencias de las malas políticas del gobierno en economía, seguridad, salud, infraestructura, vivienda, entre muchas otras. Un año marcado por la debacle definitiva del Frente Amplio que augura, quizá en la nota de esperanza, que vendrá junto al cambio del calendario un cambio de época para el 2019.

Más allá de las frías estadísticas del producto, que de todas formas muestran una desaceleración que preocupa y la recesión de sectores importantes, desde el punto de vista de empresarios y trabajadores habrá poco por lo que celebrar el 31 por la noche. Muchos uruguayos perdieron su trabajo este año, y muchos en esta situación dejaron de buscar uno nuevo ante la imposibilidad de encontrarlo.

Seguramente cuando se conozcan las estadísticas del cierre del año veremos también que por primera vez en mucho tiempo el salario real cayó y, por lo tanto, el poder de compra de quienes sí tienen trabajo habrá disminuido. La inflación, que una vez más estará sobre el rango meta siendo una de las más altas del continente después de Venezuela y Argentina será buena parte de la explicación.

También se va un mal año para muchos empresarios. Muchas empresas han cerrado e incluso en sector de altísima productividad a nivel internacional, como la industria arrocera, hemos visto como se han cerrado plantas. Desde la crisis de 2002 no se presentaban tantas empresas a concurso ni había tantas empresas con problemas de rentabilidad. La competitividad está por el piso producto del atraso cambiario, la elevada carga tributaria, la burocracia asfixiante, la falta de acuerdos comerciales que encarecen las exportaciones y las absurdas tarifas públicas, entre otros factores.

Finalizando la era progresista nos encontramos con que las pésimas políticas públicas llevadas adelante en este período muestran descarnadamente sus resultados: problemas acuciantes de empleo, inflación elevada, problemas fiscales, riesgo de perder el grado inversor, dificultades enormes para acceder a una vivienda siquiera alquilada, una educación en decadencia, el récord de asesinatos y rapiñas de la historia del país y una larga lista de calamidades que el lector conoce y padece.

Llegaron para cambiar el Uruguay y vaya si lo hicieron, lamentablemente para todos nosotros para peor. La brecha social es cada vez mayor y no sólo la económica, también la cultural. De arriba hacia abajo, con el ejemplo, la palabra y la inacción los gobiernos del Frente Amplio se han corrompido y eso ha permeado hacia toda la sociedad uruguaya. Ya cuesta muchas veces reconocer nuestro país del grado al que lo han desfigurado. Cada vez cuesta más encontrar el rostro amable y civilizado que supo caracterizarnos para enfrentarnos cotidianamente a una sociedad crispada, violenta y resignada a aceptar el declive en el que venimos.

El 2019 que se inicia debe ser el año en que comencemos a recuperar nuestro país. No podemos seguir en el rumbo en que vamos o corremos el riesgo de que el Uruguay se transforme en invivible. Por suerte hay esperanza y es democrática, republicana y nacional. El año que viene, sea con el candidato que sea el que estará en el banquillo es el Frente Amplio y su creciente corrupción y desapego a la verdad y pérdida de sensibilidad con los problemas de los uruguayos. Sea Daniel Martínez, presidente de ANCAP cuando comenzó su camino a la quiebra, Carolina Cosse, emperatriz de ANTEL que se levantó su propia pirámide sobre las ruinas del Cilindro, Mario Bergara que tenía como único trabajo controlar la inflación y no lo logró nunca o Oscar Andrade dirigente del sindicato que perdió más puestos de trabajo en los últimos años todos representan el mismo modelo fracasado del Frente Amplio.

Del otro lado se irgue la alternativa que le da la esperanza al país de que se puede cambiar. Otros países lo han hecho, podemos poner al Uruguay camino al desarrollo económico y social mejorando la educación, la seguridad, el empleo y dignidad nacional. Se puede, claro que se puede, si no nos resignamos a perder el Uruguay. Nos espera un año de una enorme responsabilidad cívica para que luchar por causas que valen la pena, por nosotros mismos, nuestro hijos y nietos. Podemos y debemos cambiar, el Uruguay necesita imperiosamente un gobierno para evolucionar. Gracias a Dios esa alternativa existe y una vez más, como en cada ocasión que fue indispensable en la historia del país, se llama Partido Nacional.

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