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Trump vuelve a ser funcional a Putin

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Si bien es una cantera humana de exabruptos que no suelen tomarse en serio, la frase de Donald Trump que generó un tembladeral en la OTAN revivió las sospechas que danzan a su alrededor desde que compitió en las primarias republicanas del 2016.

El magnate neoyorquino utilizó la misma munición que usó contra alianza atlántica cuando ocupaba el Despacho Oval: atacar a los países que se atrasan en los pagos de la cuota que deben aportar. Pero esta vez pasó una línea roja, haciendo sonar más fuertes las alarmas que cuando insinuaba la intención de sacar a Estados Unidos de la coalición militar que el propio Washington impulsó en tiempos de Guerra Fría.

“Que Rusia haga lo que carajo quiera” con los aliados que no pagan lo suficiente en el sistema defensivo, disparó Trump. Insinuó además que alentaría a Rusia a “atacar” a esos países morosos impidiendo que la OTAN salga en su defensa.

La vieja sospecha que despertó ese estropicio verbal es que el ex presidente conservador está más cerca de Vladimir Putin que de los socios europeos de Estados Unidos.

La primera señal en ese sentido apareció en las primarias del proceso electoral que terminó depositándolo en el Despacho Oval. En un par de ocasiones, Trump dijo admirar al presidente ruso y puso como ejemplo a seguir el modelo autocrático de liderazgo que ejerce el jefe del Kremlin.

Aquellas palabras fueron una de las razones por las cuales, los republicanos primero y los demócratas después, intentaron recabar información sobre los negocios y vínculos internacionales del millonario empresario.

El ex espía del MI-6, Christopher Steele, descubrió en los viajes de Trump a Rusia las pistas de un posible vínculo inconfesable entre el magnate norteamericano y el presidente de Rusia. Más allá de que Trump verdaderamente admira y se identifica políticamente con el autócrata ultraconservador que impera en el gigante euroasiático, las investigaciones de Steele mostraron pistas sobre una posible capacidad de chantaje de Putin sobre el líder republicano. O sea, el jefe del Kremlin tendría instrumentos para mantener a Trump bajo su control.

Esa sería la razón por la que batallones de hackers rusos bombardearon la campaña electoral de Hillary Clinton y volvieron a colaborar con Trump cuando buscó la reelección que finalmente perdió frente a Joe Biden.

También explicaría las tantas veces que el estridente líder republicano actuó de manera funcional a los planes geopolíticos del presidente ruso. Desde apoyar a los partidarios británicos del Brexit para que la Unión Europea (UE) pierda a uno de sus pilares más vigorosos: Gran Bretaña; hasta debilitar a la OTAN generando tensiones internas y procurando que Estados Unidos abandone esa coalición militar.

Entre las últimas muestras de este supuesto oscuro vínculo, están los meses que lleva la obstrucción de los legisladores trumpistas a la aprobación en el Congreso del paquete de ayuda militar que Ucrania necesita con urgencia.

El accionar de los congresistas leales al magnate inmobiliario lleva meses debilitando al ejército ucraniano y, por ende, colaborando con el fortalecimiento de las fuerzas rusas en la porción de Ucrania que ocuparon.

La obstrucción que está dejando a Kiev sin las armas y municiones necesarias para mantener alguna posibilidad de triunfo, generaron el pesimismo que recorre Europa sobre el desarrollo de la guerra, lo que a su vez repercute en dificultades de los gobiernos europeos mantener la ayuda a Ucrania. Nadie quiere poner dinero en una causa perdida.

El exabrupto de estos días podría no ser más que eso, una barbaridad más en un prolífico autor de barbaridades verbales. Pero son demasiados los elementos que obligan a sospechar sobre las causas de semejante estropicio.

La pesadilla norteamericana que empezó a plantear Alexander Hamilton en el siglo 18 y reflejó Richard Condon en su novela “El candidato manchuriano”, escrita en 1959, deambuló en las palabras de Trump diciendo que alentaría a Putin a atacar a miembros de la alianza atlántica a los que no defendería.

Hamilton, uno “los padres fundadores”, se había obsesionado con el peligro de que un agente al servicio de otra potencia llegara a la presidencia de Estados Unidos. Antiguo pánico que Condon convirtió en novela, creando un personaje que combatió en la Guerra de Corea y pasó años recluido en un campo de detenciones de Manchuria, donde le lavaron el cerebro convirtiéndolo en un agente del comunismo cuya misión era escalar en la estructura del poder norteamericano.

Lo inverosímil de este tiempo es que un líder que da razones para ser blanco de la peor de las sospechas políticas en Estados Unidos, tenga el apoyo de los conservadores que podría depositarlo nuevamente en la Casa Blanca.

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