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Recuperar la esencia

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LEONARDO GUZMÁN
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Mucho antes de asumir la Vicepresidencia de la República, la Esc. Beatriz Argimón renunció a presidir el Directorio blanco. Actitud ejemplar. En las mismas horas, el Dr. Lacalle Pou visitó la casona de la Plaza de la Constitución y le pidió a su Partido que asuma un fuerte papel como controlador.

Rotundo, definió que bajo su gobierno “el Presidente del Directorio va a tener un rol más importante que un Ministro de Estado. Va a ser un verdadero fiscal”.

¡Todo lo contrario de lo que hemos padecido hasta ahora! Se explotó la mezcolanza del lema, el gobierno y el Estado. Ignorando las separaciones lúcidas que enseñaron nuestros inmortales Aréchaga, Barbagelata y Real, se hizo grosera propaganda ideológica abusando de las horas gratuitas impuestas a los medios radiotelevisivos. Hasta se montó un aparato ortopédico de protección para impedir indagaciones y proteger gentes como el réprobo Sendic. Con ese sistema, se consiguió que lo máximo que, como ciudadanos, pudiéramos saber de un yerro o de un negociado quedase invariablemente topeado por una mayoría obsecuente en el Parlamento y por un omnímodo poder acallador de plenarios que funcionaron como barreras non plus ultra.

Tras haber hecho experiencia con semejantes métodos, sale el sol: se nos anuncia que el Partido mayoritario de la coalición gobernante es llamado, nada menos que por el Presidente electo, a desempeñarse como “un verdadero fiscal”. ¡Vaya si habrá que alzar aleluyas, agradeciendo a la vida salir del aire viciado cuasi totalitario al oxígeno de la independencia crítica y de las esperanzas que infunde la libertad!

Bien sabemos que a la cabeza de la agenda informativa está instalado en estas horas el tema de las tarifas. El Frente se niega a sincerar que deja una inflación de casi 9% y un déficit del 5% del PBI, como final de su Festival Derroche. Quiere irse jugando a las escondidas con las cifras, haciendo gala de la misma liviandad con que su candidato Martínez manejó su derrota hace dos semanas, tras haber enterrado a Ancap hace una década.

También sabemos que hay ideologías no solo de izquierda que explican todo por la economía, que demagógicamente creen que el bolsillo es más importante que el Derecho, el pensamiento crítico y el debate público. Terminan por darle más importancia a los números que a las personas. Facilitan que el Estado sea colonizado por fanáticos. Haber ensayado con ese cóctel nos aparejó resultados patéticos, tales como impedir que la conciencia ciudadana voltee a un Ministro paralizado frente al crimen o revise contratos cuya firma en secreto fue un insulto al sentimiento republicano, por el cual “¡el pueblo quiere saber de qué se trata!”

Antes, el Uruguay vivió otra experiencia: tuvo gobiernos altamente fecundos e inspiradores, fiscalizados por sus propios partidos en ebullición y por los reclamos y denuncias de las columnas editoriales de los diarios y los espacios de opinión y prédica de las radios y las televisoras.

Recuperar esos valores de la Constitución es infinitamente más importante y promisorio que discutir si la nafta y la luz van a subir en enero o en marzo.

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