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El “caso Moreira”

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martín aguirre
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Escribir cuando uno tiene una postura definida y contundente sobre algo, es pan comido. Algo que abunda por estas fechas donde algunos colegas, tal vez mareados por los efímeros “likes” de las redes, tienden a vestirse de jueces o fiscales. Lo verdaderamente difícil es abordar un asunto polémico, cuando las cosas no son claras. Y es un poco lo que pasa con el llamado “caso Moreira”, el intendente de Colonia acusado de abuso de poder.

Bertrand Russell, genial ensayista británico, decía que cuando se estudia un asunto, uno debería preguntarse cuáles son los hechos. Nunca dejarse distraer por lo que uno quisiera creer, o por lo que usted piensa que tendría efectos sociales benéficos, si fuera creído por el público en general. ¿Cuáles son los hechos concretos en el “caso Moreira? Veamos.

La cosa empezó cuando a menos de una semana de las elecciones de octubre aparecen audios de conversaciones privadas entre Moreira y una mujer. En esa conversación la mujer le pide al intendente que conceda o prolongue unas pasantías. Moreira le dice que es imposible, porque los cupos están excedidos, y sería un abuso que generaría un escándalo ante la opinión pública.

A continuación la mujer sigue el diálogo, y Moreira le plantea que “salvo que vos me vengas a convencer a mí personalmente”.

Esta parece ser la clave de todo el episodio. Una clave que quedó tapada tanto por los comentarios folclóricos y maledicentes en torno al vocabulario explícito sobre temas anatómicos del intendente (que han nutrido generosamente el mundo “sticker” de whatsapp), pero sobre todo por la desesperación de parte de dirigentes y militantes del Frente Amplio por convertir el hecho en un caso ejemplarizante de abuso caudillista.

Esa versión quedó bastante desestimada luego con las noticias que se fueron conociendo.

Para empezar, se supo que la mujer es una dirigente política, que tuvo una historia personal con Moreira (viudo), y que ahora es pareja de otro dirigente político, severamente enfrentado con Moreira. También es un hecho que la mujer no estaba suplicando por una urgencia propia, a cambio del cual podía poner en juego su honra, sino que buscaba usar esas pasantías para manejo político personal y poco ético.

En las últimas horas, la Justicia archivó la denuncia contra Moreira, ya que no encontró pruebas de cohecho, concusión, ni abuso de funciones, delitos por el cual había sido acusado. Además, señaló que hay indicios de que los audios habrían sido adulterados. Aunque no se aclara qué partes.

Hasta acá lo fáctico y legal. Pero este asunto tiene una dimensión política mucho mayor. Moreira es el principal líder blanco en Colonia, pero fue desplazado por el Partido Nacional al explotar el asunto a días de las elecciones nacionales. Y ahora, con el fallo judicial bajo el brazo, reclama su regreso al partido al que perteneció siempre, y con la promesa de una victoria electoral cómoda en mayo.

El tema es que en una sociedad hay dos tipos de normas que regulan el comportamiento general. Están las jurídicas, que son un mínimo común aceptable, y en cuyo caso rige una presunción de inocencia: para sancionar a alguien, debe necesariamente haber pruebas sólidas al respecto. Y después están las normas morales, que son más amplias, tienen su propio esquema de sanciones, y allí la presunción de inocencia es más relativa. Un ejemplo es el de aquel caso de trata de mujeres que fue muy sonado en Uruguay hace unos años por involucrar a gente del fútbol. La clave allí eran unas grabaciones que no pudieron usarse para una condena penal, por estar mal tomadas. Pero que a nivel social dejaron en claro para siempre la catadura moral de los implicados.

El problema de fondo acá es que un partido político es en esencia una comunidad moral. La gente le entrega el poder público en un acto de confianza, que exige una demostración de honestidad que va más allá de lo que dice una ley penal. Y que incluso, sus pecados no deberían ser “lavados” por el simple apoyo electoral. Como pasa por ejemplo con Trump en EE.UU. El hecho de que tenga popularidad o que sea el mejor posicionado para ganar las elecciones, no debería ser suficiente para que su partido le perdone todos los excesos que suele cometer.

¿A dónde vamos con toda esta cháchara? Bueno, es que si el Partido Nacional fuera a aceptar el regreso de Moreira debería poder mostrar a la ciudadanía que este no se aprovechó de su posición para obtener un beneficio personal. Y la única forma es poder demostrar que la frase en la que el intendente dice “salvo que me vengas a convencer” es parte de lo que fue editado maliciosamente del audio. Si eso se dijo en el contexto que se conoce públicamente, no parece haber forma de que Moreira sea candidato por el Partido Nacional, sin que este vea seriamente golpeada su imagen de honestidad pública.

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