Publicidad

La alegría va por barrios

Compartir esta noticia

Esta sería la primera conclusión, algo frívola, sobre el episodio que embarra por estas horas a Yamandú Orsi. Después de los casos de Penadés, Astesiano, o incluso las grabaciones clandestinas de Carolina Ache en el “affaire” Marset, ahora es el Frente Amplio el que baila al ritmo de denuncias escabrosas, comentarios mordaces, y el temor a qué más pueda aparecer.

El episodio puede ser leído en diferentes niveles. El primero tiene que ver con el impacto electoral. ¿Dañará esto la candidatura de Orsi? Comentando eso en la redacción del diario hay una postura extendida de que si el caso queda por acá, en dos meses nadie se acuerda. En el otro extremo, el politólogo Adolfo Garcé decía días atrás en canal 12 que, de alguna forma, ya el escándalo había dañado al candidato.

Ambas miradas tienen algo de razón. Si esto queda en un “ella dijo” y “él niega”, más allá del circo que se pueda montar con declaraciones en Fiscalía (lo del título), el escándalo no tendrá un impacto mayúsculo. Pero el tema es que no precisa. Alcanza con que un porcentaje muy pequeño de votantes del FA vea esto con malos ojos, para incidir en una interna que huele a que será más peleada de lo que indicarían las encuestas.

Hay un daño que es más complejo de evaluar. Y tiene que ver con algunos elementos íntimos y algo ruines de la denuncia, que exponen al candidato a una cosa mucho peor que la inquisitoria de un Fiscal: la insidia del vulgo.

Nada gusta más la sociedad actual que ver caer en el fango a alguien que parecía tocar el cielo. Y cuando tu vida íntima se convierte en tema de memes y chanzas con el guardia de seguridad o el tipo de limpieza, el daño es enorme. Basta recordar a Sendic, a quien la pérdida de cientos de millones en Ancap le resbalaba como lluvia fina, pero fue salir aquello de la compra del colchón con la tarjeta corporativa, y se vino todo abajo.

Una segunda lectura tiene que ver con el origen y detonante de este escándalo. Sí, es muy llamativo que la denuncia aparezca 9 años después, y en pleno arranque de la campaña. Pero sugerir que esto es parte de una campaña internacional, orquestada por el oficialismo o grupos narcos, es una tontería que sólo puede surgir del núcleo de advenedizos que se acercaron a Orsi convencidos que era el caballo del comisario, y ahora reaccionan desesperados temiendo quedar en banda.

Son fáciles de identificar.

A ver, como decían algunos dirigentes blancos en voz baja esta semana, cualquiera que conozca el funcionamiento de ese partido sabe que organizar una opereta tan sofisticada es incompatible con el ADN caótico de los blancos. Y sobre los narcos, alcanza recordar que Morabito se fue caminando de Cárcel Central, y González Valencia pasó cuatro años de asados y festicholas en Uruguay bajo la guardia de Bonomi, Carrera y Layera. ¿Qué miedo van a tener a un regreso del MPP al Ministerio del Interior?

Más allá del esforzado empuje de algunos “periodistas” y académicos por insistir con que en este gobierno hubo algún vínculo con los narcos, el archivo de inmediato les estropea el pastel.

Esto se vincula con otra dimensión del tema, que es la afirmación del entorno y del propio Orsi de que estamos ante un ataque a la democracia uruguaya, que habría dejado de ser lo que fue. Este tipo de argumentos, viniendo de dirigentes del MPP, no deja de ser algo humorístico. Hablamos de un sector que festeja todos los años la “toma de Pando”, o la barbaridad del “Filtro”. Cuyo cerno espiritual, el MLN, sigue teniendo una dirección secreta que se niega a revelar, que armó una empresa para comisionar con las exportaciones a Venezuela, y que la frase emblemática de su máximo líder ha sido “lo político por encima de lo jurídico”. ¡Vamos!

Después de años en este oficio, si algo se aprende es a leer a la gente. Y Yamandú es un tipo franco, macanudo, sin vueltas. Pero si mirás un poco la “segunda línea”, y ves las cosas que dicen habitualmente los Pacha Sánchez, los Caggianis, los Charles Carrera... no parece que vayan a encabezar ningún ranking de fanáticos del sistema democrático institucional.

Por no hablar del abogado que eligió Orsi, Jorge Díaz con su manejo de Fiscalía y su troupe de alegres filtradores de expedientes reservados. ¿Esos son los paladines de la política impoluta?

Pero lo más grave de todo esto no es político ni electoral, es humano. Lo que padece Orsi hoy, más allá de si pasó lo que dicen que pasó, deja en claro que en el Uruguay actual estamos todos regalados. Y en especial quienes tienen un perfil público. Los cambios legales y sociales, en buena medida fogoneados por los gobiernos y muchos dirigentes del FA, han hecho pelota conceptos como el debido proceso, las garantías procesales y el derecho a un juicio justo ante cualquier acusación. Alguien rencoroso podría decir ahora que ese partido está tomando una dosis de su propia medicina. La verdad, parece un consuelo bastante estúpido.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad