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Entenebrecido

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Augusto Monterroso, el escritor guatemalteco, viajaba con un diccionario. Aprovechaba los viajes para descubrir nuevas palabras. Algo impensado en nuestro mundo de instagrams, twitters y whatsapp.

Lo recordé al cruzarme con la palabra “entenebrecido”. Fui a buscar su significado al diccionario. Sigo con el deleite ineficiente de ir al libro y no al buscador de google.

Entenebrecido significa un lugar lleno de oscuridad. Viene de entenebrecer que es “oscurecer, llenar de tinieblas”.

Entenebrecidos estamos hoy en Uruguay por el narcotráfico sin que asumamos la gravedad de la situación. El lío viene de lejos y es una sumatoria de circunstancias.

Allá por el año 2000 algunos países tenían un problema grave con el narcotráfico. Uno de ellos era Colombia. Los narcos habían infiltrado gobiernos, formado empresas y hasta poseían clubes de fútbol. La droga era exportada principalmente a Estados Unidos. Este decidió atacar el problema y suscribió el denominado Plan Colombia que inyectó miles de millones de dólares para solucionarlo.

El plan empezó a tener éxito seis años después, en 2006. Parte de este fue que los narcos emigraron. Primero a Venezuela, luego a Brasil, Bolivia, Paraguay, el Río de la Plata.

Quiso la mala fortuna que en esos años, en nuestro país el Frente Amplio asumió su primera experiencia como gobierno. Traía algunos conceptos que luego rectificó. Entre ellos el de soltar presos como solución al hacinamiento carcelario (la culpa de que haya presos es de la sociedad decían), afirmar que la policía no debía reprimir (toleraban marchas que rompían vidrieras y comisarías). Negaban la inseguridad sosteniendo que era una “sensación térmica”.

Al final de ese primer gobierno y luego de tres cambios de Minis- tro del Interior parecieron darse cuenta que su teoría fracasaba en la práctica.

La combinación de los efectos del Plan Colombia con los errores a nivel local desencadenaron un aumento de las rapiñas y homicidios y un desarrollo enorme del narco-tráfico.

Aparecieron narcotraficantes famosos residiendo en Uruguay. Nos dijeron que éramos territorio de refugio, no de delito. Otro error. Minimizaron el riesgo. Después sostuvieron que éramos solo un lugar de paso de la droga que venía de Bolivia y Paraguay.

En el medio, en otro acto de inexperiencia, legalizaron la marihuana. La finalidad era reducir su consumo y quitarle el mercado a los narcos. Esa loable intención se convirtió en mayor consumo y más mercado a los narcos. Faltaron las campañas de prevención y baja de consumo y aparecieron los ajustes de cuentas y luchas por territorios. Estos servían además para justificar el aumento de los homicidios. “Fue un ajuste de cuentas entre bandas” decía el ministro cuando se le preguntaba cómo en la otrora pacífica república oriental pasamos de 200 a 400 homicidios al año.

Volvieron a errar proponiendo que el microtráfico no se persiga. Error. Todo debe perseguirse, lo grande, lo medio y lo chico.

El país se entenebreció.

Sigue a oscuras y lleno de las tinieblas.

El problema es cada vez peor. Un narco uruguayo juega al fútbol en Bolivia y escapa, pasaporte en mano, en forma cinematográfica. Otro, capo de la mafia italiana, se fuga caminando de la Cárcel Central. A un mexicano lo llevaban en auto a visitas conyugales y de paso a conversar con colegas delincuentes. Liberan a un jefe narco con certificados sin firma y apócrifos. A cada rato encuentran droga en contenedores que estuvieron en Montevideo. Los narcos se disputan, a balazos, territorios.

Estamos en problemas. Más vale que nos demos cuenta y lo aceptemos.

La única salida es un mensaje claro y contundente de combate contra este crimen organizado. De unión de todos los partidos políticos para enfrentar esta ilícita actividad que todo lo corrompe, en especial las vidas de los jóvenes y el futuro nuestro como sociedad.

No existe un solo partido que no esté en contra del narcotráfico. Señores dirigentes políticos, candidatos, firmen un pacto contra él.

Uno que incluya combatirlo en todas sus fases. Que encare el lavado de activos provenientes de esta y otras actividades ilícitas como una prioridad.

Cambiemos las normas de financiamiento de los partidos políticos. Establezcamos la obligación de informar y documentar todos los ingresos, incluyendo los de las elecciones internas y cualquier otra actividad que desarrollen. Hagamos que sea pública solo por orden judicial, la lista de aportantes. De esa forma quitemos la sombra de la persecución política a los aportantes y seamos inflexibles con los que acepten dinero de esa actividad. Fortalezcamos a los organismos de contralor. A la Secretaría Nacional para la Lucha contra el Lavado de Activos, a la Junta Nacional de Drogas, a la Jutep, a la propia Corte Electoral, al Poder Judicial.

Nos va a la vida en esto. No hay nada más importante.

Unámonos todos contra el narcotráfico. Blancos, frenteamplistas, colorados, independientes, cabildantes. Todos.

Echemos luz sobre este país entenebrecido antes que sea demasiado tarde.

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