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El poder de Xi Jinping

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Claudio Fantini
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Un astuto jugador que mueve osadamente sus piezas en el tablero geoestratégico, o un aventurero cuya temeridad lo llevó a una encrucijada en la que debió capitular?

La pregunta recorre un mundo perplejo ante los desconcertantes gestos del líder norcoreano. Su sorpresivo viaje a China y la evaluación positiva que Xi Jinping transmitió a Trump al respecto, parece confirmar que Kim Jong-un está dispuesto a desmantelar el arsenal nuclear que estuvo construyendo y ostentando hasta hace poco.

El hombre que desafió al mundo con ensayos nucleares subterráneos y con pruebas de misiles, pasó en un santiamén a gestos conciliadores inéditos hacia Corea del Sur y a ofrecer la desnuclearización de su hermético Estado.

El viaje a China, la potencia que por primera vez aplicó sanciones económicas asfixiantes contra el régimen al que siempre protegió para tener un Estado tapón en la península coreana, es muy revelador. Beijing pasó de la desconfianza a la indignación total con el líder norcoreano, cuando este hizo asesinar a su hermano, Kim Jong-nam, en el aeropuerto de Kuala Lumpur. Por la forma en que fue ejecutado (en un hall plagado de cámaras), el crimen pareció un mensaje y el destinatario tenía que ser China, porque protegía al hermano exiliado y, probablemente, lo preparaba para reemplazarlo en el liderazgo.

Que la visita de Kim a China se haya mantenido en secreto hasta el final es una buena señal, porque implica que, si el resultado no hubiera sido alentador, el gobierno chino no la habría revelado. Lo que falta saber es si se trata de una atribulada marcha atrás de Kim, o de un acuerdo secreto para que el régimen peninsular se someta al dictamen de Beijing sin desistir totalmente de su arsenal nuclear.

La tercera posibilidad es que no sea un paso atrás ni tampoco el fruto de un acuerdo secreto, sino una jugada maquiavélica de Kim para ganar tiempo, desconcertar a todas las potencias y avanzar hacia un nuevo pico de tensiones y amenazas.

Todo puede ser, pero la lógica indica que el fortalecimiento de Xi, al haber logrado la reforma que le da un poder muy superior al de sus antecesores y sin límites de tiempo, convenció a Kim de que carece de otra alternativa que no sea cuadrarse, obediente, ante el presidente chino. Frente a liderazgos limitados como fueron los de Hu Jintao y Jiang Zeming, el tirano se atrevería a desafíos a los que puede no atreverse frente a un poder tan concentrado como el que consiguió Xi a partir del XIX Congreso del Partido Comunista.

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