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Dos formas de ser competitivo

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AGUSTÍN ITURRALDE
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Cuando los gobiernos se niegan o no pueden resolver importantes inconsistencias macroeconómicas es el mercado el que hace el ajuste de forma implacable e injusta. Esta es sin dudas la peor forma posible de recomponer la competitividad que una economía.

Se logra volver a ser competitivo destruyendo el poder de compra de las per-sonas con el consecuente aumento de la pobreza.

En la fase más triste de este ciclo es en la que parecen estar los hermanos argentinos. Argentina entró en una espiral devaluatoria e inflacionaria que será el mecanismo por el cual se procesará el ajuste que el sistema político no pudo o no quiso hacer. La consecuencia más espantosa de todo esto será una pobreza monetaria cercana al 50% de la población.

Que se entienda bien, no hay ni remotamente razones externas que expliquen este nivel de degradación económica y social. La soja está recuperando muy buenos precios al igual que otros granos y productos de exportación argentinos. Las tasas de interés están muy bajas y el horizonte de la deuda de corto plazo quedó despejado con el canje. En condiciones de mínima normalidad argentina hubiera tenido un año complicado como toda la región pero muy lejos de esta destrucción económica.

Cuando Argentina termine de procesar este dolorosísimo ajuste, frenar la gigante emisión y “normalizar” la situación cambiaria (lo cual puede demorar meses o años) estará muy competitiva frente al mundo. Los salarios y costos locales medidos en dólares serán muy bajos. Muchos extranjeros encontrarán muy barato ese país como destino turístico y se recomponerá la rentabilidad de los negocios enfocados al sector externo. Esto es lo que sucedió en el Río de la Plata a partir de 2003.

Sin embargo, parece obvio que esta no es una forma deseable para nadie de volver a ser competitivos.

La forma madura y responsable de ganar competitividad no es siendo muy baratos, sino siendo suficientemente productivos para justificar costos mayores. Los países desarrollados no son competitivos por ser baratos, sino porque los sistemas productivos, las organizaciones y las personas, logran altos niveles de productividad. Pagar el salario a un trabajador suizo u holandés es muy caro en cualquier comparación, pero la productividad de dicho trabajo justifica esos costos elevados.

A nuestra escala, ese es el camino que debe recorrer Uruguay. La perspectiva local es menos alarmante que la argentina, pero también es una agenda mucho más compleja. No hay secretos, debemos mejorar nuestra competitividad para poder justificar costos salariales caros en comparación a la región.

Además de la consolidación fiscal, que nos alejará de las inestabilidades macroeconómicas, hay una agenda de reformas de corto, mediano y largo plazo en las que necesitamos ver avances sustanciales en este período de gobierno: la inserción internacional, regulación de mercados como el laboral, costos energéticos, costos logísticos y la reforma educativa.

La razón verdadera del crecimiento económico es lograr mejores niveles de vida de las personas. Cuando hablamos de mejorar la productividad en Uruguay estamos hablando de avanzar hacia una economía que pueda ser competitiva pagando buenos salarios.

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