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¿Lejos del mundo?

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A un paso: Jair Bolsonaro muestra un sombrero típico en la conferencia de prensa que realizó el viernes. Foto: AFP

Análisis

Jair Bolsonaro, favorito para ganar la presidencia de Brasil, pretende aliarse con Donald Trump para dar un vuelco a la política externa de la mayor potencia latinoamericana.

Bolsonaro puede llegar a "ser bastante parroquiano y pensar solo en Brasil", opina Michael Shifter, director del centro de estudios Diálogo Interamericano, con sede en Washington.

Aun así moverá las fichas diplomáticas. Y sobre el tablero están cuestiones como la estratégica relación con China, el eventual traslado de la embajada brasileña en Israel y la crisis en Venezuela.

Bolsonaro anunció su intención de mudar la embajada en Israel de Tel Aviv a Jerusalén. También le prometió al gobierno ultranacionalista italiano que extraditaría al exmilitante de izquierda Césare Battisti, condenado a cadena perpetua en Italia.

De concretar lo primero, generaría tensión con el mundo árabe y "pondría fin al principio de neutralidad (brasileño) en el conflicto entre israelíes y palestinos", advierte Thomaz Favaro, de la consultora Control Risks.

Aunque para posicionarse como aliado de Trump, "falta saber si habrá reciprocidad", agrega. El presidente estadounidense ya se ha quejado de "lo difícil" que es hacer negocios con Brasil, a raíz de sus barreras arancelarias.

Trump viene sumando aliados frente al gobierno de Venezuela, sondeando la posibilidad de una opción militar, y presiona a México y los centroamericanos por la crisis migratoria. Al mismo tiempo, negocia con Brasil el uso de la base de lanzamiento de satélites de Alcántara, una opción denunciada por sectores nacionalistas brasileños, que la ven como una pérdida de soberanía. Bolsonaro podría tener la última palabra al respecto.

Si bien Bolsonaro tendrá mucho por hacer casa adentro —reducir el desempleo que castiga a 12,7 millones de brasileños o frenar la violencia que mató a 63.800 personas en 2017—, sus decisiones en el frente externo podrían aislar a Brasil, advierte Oliver Stuenkel, profesor de Relaciones Internacionales de la Fundación Getulio Vargas. Él "no aprecia el multilateralismo; no le interesa la integración regional (...). Debido a su retórica, vamos a tener mucha dificultad en tener relaciones fuertes con países que lo pensarán dos veces antes de encontrarse con el presidente Bolsonaro", remarca.

Bolsonaro también planea flexibilizar el porte de armas y dejar a la policía con las manos libres para actuar contra el crimen. Esas opciones le han valido comparaciones con el presidente filipino Rodrigo Duterte y su cuestionada guerra contra las drogas.

Mientras quiere congraciarse con Estados Unidos, Bolsonaro ha enviado señales inamistosas a China, el principal socio comercial de Brasil desde 2009 y uno de sus mayores inversores. Primero visitó Taiwán —cuya soberanía no es reconocida por Pekín— y luego soltó que el gigante asiático estaba "comprando a Brasil". "Si la situación económica sigue complicada, no tendrá más opción que profundizar" el trato con los chinos, remarca Shifter. Brasil recién se está recuperando de dos años de recesión (2015-2016) y una mala relación con Pekín "tiene un costo económico gigante", coincide Stuenkel.

Pese a sus declaraciones, el exembajador de Brasil en Estados Unidos Rubens Barbosa estima que una vez en el poder, Bolsonaro "atenuará" sus posiciones más radicales. "Lo que vamos a tener es una política externa liberal y de aproximación a países desarrollados, abierta a la negociación de acuerdos comerciales y con posición muy firme en cuanto a la protección de las fronteras (frente al crimen) y en relación con Venezuela", sostuvo.

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