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Ulcera en niños y jóvenes

| Si bien existe una predisposición individual a padecer úlcera, existen antecedentes familiares y hábitos de vida que la desencadenan

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Dra. Dolores Torrado

Médica pediatra de UCM

Algunas enfermedades del aparato digestivo que lleva a la consulta médica a niños y adolescentes tienen un carácter funcional y con frecuencia son reversibles en corto plazo; un ejemplo es el colon irritable.

Sin embargo algunas de esas enfermedades, como es el caso de la enfermedad péptica y la enfermedad inflamatoria intestinal, pueden llegar a prolongarse y hacerse crónicas.

Esta característica determina que se preste especial atención a pacientes con síntomas persistentes que se asocien a trastornos generales de su estado de salud, como adelgazamiento, palidez o dolor abdominal.

La enfermedad péptica se define por alteraciones inflamatorias localizadas en sectores del tubo digestivo en contacto con el ácido clorhídrico y la pepsina producidos en el estómago.

Estas alteraciones evolucionan a erosiones o ulceraciones que son soluciones de continuidad de la mucosa digestiva, únicas o múltiples. Las erosiones se circunscriben a la capa de recubrimiento interno del tubo digestivo o mucosa. Las ulceraciones alcanzan la submucosa subyacente pudiendo llegar al recubrimiento externo de la capa serosa.

La úlcera duodenal es más frecuente que la gástrica y presenta mayor frecuencia en los varones que en las niñas. Si bien ambas pueden aparecer a cualquier edad, en los sujetos jóvenes la úlcera duodenal predomina sobre la gástrica.

CAUSAS. La causa de la enfermedad péptica no se conoce con precisión, pero se relaciona con un estado de desequilibrio entre mecanismos de ataque a la mucosa gastroduodenal y los que la preservan defendiéndola de los agentes agresivos. Es un equilibrio en que los agresores son la secreción ácida y el jugo gástrico, pues se demostró que en su ausencia no se produce sufrimiento ulceroso. Los mecanismos defensivos de la mucosa gástrica se ponen de manifiesto cuando aparece un handicap que la ofrece al sufrir una agresión infecciosa dada por una bacteria (Helicobacter Pylori) que compromete la preservación de la mucosa. Lo mismo se observa ante otros factores, por ejemplo de tipo farmacológico, que comprometen la integridad de la mucosa por ingestión de sustancias como la aspirina, anti-inflamatorios o anti-reumáticos, y el tabaquismo.

El desequilibrio ocurre cuando los mecanismos agresores no soncontrarrestados por los defensivos.

CLINICA. Una característica típica de la enfermedad es su evolución crónica con remisiones y empujes recurrentes agudos. Si bien existe también una predisposición individual, hay antecedentes familiares y hábitos de vida que la desencadenan.

El dolor epigástrico, como ardor o quemadura, es el centro del sufrimiento con una periodicidad crónica que se alivia al ingerir alimentos y antiácidos pero reaparece dos o tres horas después. El paciente suele despertar en la noche con el dolor y cuando se despierta por la mañana está aliviado. Es frecuente que se asocie con falta de apetito y adelgazamiento, pudiendo asociar náuseas y vómitos. Sólo por la sintomatología no es posible distinguir entre la úlcera duodenal y la gástrica. El examen físico en general no agrega información significativa, excepto por dolor a nivel de la palpación del epigastrio (tercio medio superior del abdomen) en los períodos de empuje del sufrimiento. Puede coexistir anemia, o un déficit en la generación de glóbulos rojos asociada.

DIAGNOSTICO. La confirmación diagnóstica la da el estudio que se obtiene por endoscopía a través de imágenes o por radiografía. La endoscopía tiene mayor especificidad y eficacia que el estudio radiográfico del esofago-gastro-duodeno que se realiza por contraste con una sustancia radio-opaca (bario). En ciertos casos pueden plantearse diagnósticos diferenciales con esofagitis por reflujo, dispepsia por fármacos, colecistitis o pancreatitis. En esos casos es necesario utilizar técnicas complementarias de diagnóstico, también imagenológicas, como la ecografía abdominal y la tomografía axial computada.

Cuando ocurren complicaciones (que en ciertos casos constituyen la primera manifestación de la enfermedad) como la hemorragia o cambios hacia la malignización de la lesión en los adultos, la endoscopía será la técnica más adecuada de diagnóstico ya que suele identificar rápidamente la zona de sangrado, y permite además realizar una toma biópsica.

Para aliviar y cicatrizar

El tratamiento médico está dirigido a aliviar la sintomatología simultáneamente con la realización del diagnóstico clínico. Mientras se confirma el diagnóstico se procura la cicatrización de la lesión. El objetivo en este período será evitar la recidiva y, en caso que se produzca, tratarla. Esta etapa de tratamiento dura entre 30 y 60 días. Es fundamental tratar el estrés del adolescente. El paciente ha de estar bien informado para aceptar con responsabilidad el tratamiento, dieta y régimen de vida prescriptos. Durante las dos primeras semanas se debe procurar un descanso psicológico asociado a la abstención de bebidas con alcohol, té, café o mate, así como del hábito de fumar. El paciente debe seguir una dieta de protección gástrica en 4 o 6 comidas al día manteniendo intervalos de 3 a 4 horas.Con los antiácidos de postsecreción, como el hidróxido de aluminio y de magnesio en dosis de 15 a 30 ml. ingerido entre una 1 y 3 horas después de comer, se neutraliza el ácido clorhídrico gástrico y se logra cicatrizar el 80% de las úlceras.

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