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¿Y si vuelve Donald Trump?: efectos globales y regionales

Los mercados de apuestas dan a Trump como favorito para ganar las próximas elecciones presidenciales de los Estados Unidos.

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Donald Trump
Donald Trump.
Foto: AFP

Si en 2023 había que monitorear mayoritariamente a la Reserva Federal para delinear las perspectivas económicas de nuestros países y el resto del mundo, en 2024 hay que agregarle el seguimiento de las elecciones de Estados Unidos. A inicios de febrero, los mercados de apuestas dan seguro ganador a Donald Trump en las primarias del Partido Republicano y favorito para derrotar a Joe Biden en la presidencial. ¿Cuáles serían los efectos económicos globales y regionales si Trump vuelve a la Casa Blanca?

Antes de delinear ese eventual escenario, algunas aclaraciones.

¿Es un hecho una segunda presidencia de Trump? Obviamente no. El famoso modelo de Allan Lichtman, el prestigioso historiador estadounidense que pronosticó acertadamente todas las elecciones desde 1984, todavía no es concluyente.

¿Podría Trump quedar judicialmente inhabilitado para ser candidato? Obviamente sí, aunque la probabilidad es baja. La Suprema Corte de Justicia enfrentaría una encrucijada histórica en un eventual fallo marcado por dimensiones constitucionales, jurisprudenciales y políticas. Y estas últimas podrían ser decisivas.

¿Podría Biden repetir la mayoría en los estados pendulares? Las encuestas actuales le son adversas, pero justamente por las características de swing states podrían cambiar, sobre todo en función del desempeño económico de este año, el tema inmigratorio y la propia campaña electoral.

Hechas esas aclaraciones, asumir el escenario de un segundo mandato de Trump, no solo es relevante para anticipar los efectos económicos para la segunda mitad de la década, sino porque parte de ellos se pueden ir reflejando ya desde 2024.

¿Repetiría Trump las políticas que terminaron afectando negativamente la economía mundial y los países emergentes en 2018-19? Podría argumentarse que, tratándose de su mandato definitivo al no poder ser presidente tres veces, “gobernaría para la historia” con buenas políticas de Estado. Sin embargo, por su personalidad y declaraciones del último tiempo, ese no parece ser un escenario muy probable.

Primero, cabe esperar un distanciamiento otra vez de Estados Unidos con China, después de los intentos recientes de reacercamiento promovidos por Biden y su secretario de Estado, Antony Blinken. No parece que Trump vaya a frenar sus críticas y consiguientes acciones hacia el gigante asiático por prácticas anticompetitivas, irrespeto de derechos de propiedad intelectual y ciertas políticas laborales y medioambientales. Tampoco parece que China haya cambiado mucho. Trump en parte tiene razón, pero sus reacciones y medidas para cuestionarlas o enfrentarlas han sido equivocadas.

Es por eso que tendrían nuevamente implicancias negativas sobre el comercio y el crecimiento mundial, así como en los precios de los commodities y exportaciones de nuestros países, incluso de forma más acentuada que lo observado en 2018-19 por las mayores debilidades de China.

El segundo tema relevante pasa por la política fiscal de Trump y sus consecuencias en las tasas de interés de la Fed, las condiciones crediticias de los países emergentes y los flujos de capitales hacia ellos. Varios de los recortes tributarios que impulsó en 2017 tenían carácter transitorio y caducan en 2025, por lo cual podría renovarlos por otro período o hacerlos permanentes.

También en esta materia las consecuencias podrían ser peores a los observadas durante el primer mandato de Trump. En 2023 el déficit fiscal de Estados Unidos estuvo en torno a 6% de PIB y la deuda pública superó el 100% del PIB, con la economía en pleno empleo y riesgos de sobrecalentamiento. Mientras que en la segunda mitad de la década anterior las principales amenazas eran las presiones deflacionarias, ahora pasan por un rebote inflacionario en el próximo quinquenio.

Esto obviamente puede condicionar a la Reserva Federal, cuyo accionar es el tercer tema relevante para la economía mundial y los emergentes. Pese al mayor impulso fiscal del último año, el gobierno de Biden parece tener más conciencia y respeto por la autonomía e independencia de la Fed que uno de Trump, a juzgar por la experiencia previa y los roles en el Poder Ejecutivo actual de Janet Yellen y Lael Brainard, que ocuparon la presidencia y vicepresidencia de la entidad monetaria.

Trump designó al mando de la Reserva Federal a Jerome Powell, quizás con la idea de poder influirlo, pero rápidamente entraron en confrontaciones por reclamos de bajas en la tasa de interés. Eso podría repetirse en 2025-26 ya que a Powell aún le quedan dos años en el cargo. Quizás con una intensidad confrontacional mayor por las mencionadas diferencias cíclicas y con el riesgo de que Trump designe en la futura presidencia de la Fed alguien más afín.

Todo lo anterior no abarca todas las amenazas potenciales, pero sería suficiente para reafirmar las complejas perspectivas para la segunda mitad de la década, a nivel global y sobre todo en países emergentes. Así ocurrió en 2018-19 con gran impacto negativo en Argentina, Turquía y otras economías vulnerables.

Ahora, otra vez, un mundo de dos motores económicos, el de China con riesgos de sobreenfriamiento y el de Estados Unidos de sobrecalentamiento, podría revivir el escenario de dólar fuerte, commodities deprimidos, debilidades en nuestras exportaciones, menores flujos de capitales hacia América Latina y problemas amplificados en la región. Razones suficientes para seguir de cerca la elección estadounidense, pero especialmente para seguir bajando las expectativas sobre el desempeño económico de la segunda mitad de la década.

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