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Balance y perspectivas del nuevo año

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Balance. Foto: Pixabay

Opinión

Estas fechas son propicias para analizar que nos deja el año que pasó y para proyectar qué podemos esperar del año que está comenzando.

El 2018 fue un año con más sombras que luces en términos de crecimiento, empleo, ingresos, competitividad y el frente fiscal. El 2019 nace con características similares y perspectivas poco promisorias, hasta dónde es razonable estimar el futuro.

Cierre 2018. De acuerdo con nuestras estimaciones cuando se conozca la cifra oficial de crecimiento económico de 2018 estará cercana al 2,1%, marcando un nuevo año de enlentecimiento. El aspecto positivo de este número será que la economía uruguaya continuó creciendo en un contexto regional complejo. El negativo es que continúa el camino hacia un crecimiento muy bajo que tiende a parecerse en sus consecuencias más a un estancamiento que a un proceso virtuoso de crecimiento.
Al analizar los últimos datos oficiales sobre el producto, que corresponden al segundo y tercer trimestre de 2018, encontramos que la economía estuvo estancada en términos desestacionalizados y sectores relevantes como la industria, la construcción y comercio, reparaciones, restaurantes y hoteles están en recesión.

La persistente caída de la inversión, y en 2018 el virtual estancamiento de las exportaciones, marcan que la economía uruguaya siguió creciendo gracias al incremento del consumo. La pérdida de competitividad medida en varios frentes, pero especialmente visible hoy en el tipo de cambio ya que pese al aumento nominal en nuestro país las devaluaciones en otros países, especialmente en nuestros vecinos, nos deja en una vulnerable situación de encarecimiento relativo.

El mercado de trabajo también fue fuente de malas noticias. Más allá del incremento de la tasa de desempleo (8,6% el último dato disponible a octubre), lo cierto es que en los últimos años se han perdido más de 50.000 puestos de trabajo y muchas personas han dejado de buscar trabajo. A su vez, cortando una racha de más de una década es posible que tengamos en 2018 una leve caída del salario real. Este dato está vinculado, naturalmente al incremento de la inflación, que en Uruguay sigue siendo inusitadamente alta en el actual contexto internacional y nuevamente por encima de la meta que fija el Banco Central.

En el frente fiscal las noticias tampoco fueron positivas. El déficit fiscal continúa elevado en el entorno del 4% del PIB, la deuda pública en monto y porcentaje del PIB también continúa incrementándose y la agencia calificadora de riesgo Fitch rebajó su perspectiva de neutra a negativa, lo que equivale a una clara advertencia; se mejoran los resultados o se perderá el grado inversor.

En definitiva, el número de crecimiento del producto de 2018 convive con otros indicadores macro preocupantes que ameritan una atenta preocupación para el año que comienza.

Perspectivas 2019. Para el año que comienza proyectamos que la desaceleración de la economía uruguaya continuará, con un crecimiento del producto en el entorno del 1,5%. La inflación bajará algo respecto al año anterior ubicándose cerca del 7,7%, aunque este dato, como es habitual en nuestro país dependerá de la variación del tipo de cambio que proyectamos tenga un incremento moderado a lo largo del año hasta llegar a $35 en diciembre.

En cuanto al mercado de trabajo estimamos que la tasa de desempleo seguirá en aumento hasta alcanzar el 8,9%, al tiempo que es probable que tengamos una leve caída del salario real. Esto implica que el mercado continuará ajustando esencialmente por cantidad antes que por precio.

La competitividad posiblemente siga deteriorándose también, dado que en términos de la historia del país es razonable esperar que se maneje el tipo de cambio de forma de no afectar el consumo, principal variable de crecimiento de la economía de los últimos años. Por otra parte, no esperamos cambios en otras políticas que podrían ayudar a mejorar la competitividad como nuevos acuerdos comerciales, rebaja de impuestos, incremento de la inversión en infraestructura, entre otros.

El frente fiscal será seguramente el que demandará más atención del equipo económico. Con un nivel de déficit y endeudamiento que ya pone en cuestión el grado inversor y una economía con escaso crecimiento las medidas necesarias para poner la deuda pública en una senda más estable quedarán postergadas para 2020. Esto no es bueno, pero es lo que marca la realidad. Estimamos que el déficit fiscal para 2019 volverá a estar en el 4% del PIB, lo que nos deja expuestos al incremento de la deuda por encima del producto y librados a la suerte de la evaluación de riesgo del mercado.

En definitiva, vemos un 2019 en que la conducción económica tendrá básicamente un piloto automático, en momentos en que sería necesario un conductor avezado y preocupado por el mediano plazo.

(*) Hernán Bonilla y Agustín Iturralde

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