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Democracia en Argentina

Cómo Raúl Alfonsín se convirtió en un estratega político y llevó a Argentina a una verdadera democracia

Pablo Gerchunoff desmiente éste y otros mitos sobre el gran republicano argentino, en un riquísimo ensayo biográfico

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RAUL ALFONSIN
Raúl Alfonsín

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por László Erdélyi
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Raúl Alfonsín fue el primer presidente democrático que tuvo la Argentina pos dictadura militar, quien a su vez pudo entregar el mando a un sucesor electo de forma democrática. Se rompía, así, una larga tradición de mala política, de república fallida, de golpes militares y populismos autoritarios. Su entrega del bastón y la banda presidencial a Carlos Menem en 1989 mostró que las transiciones podían ser ordenadas, pacíficas, primando la cordura y sentando las bases de una construcción democrática real. En este relato, no obstante, se suelen omitir los dolores, sacrificios y violencias del tembladeral en que ocurre esa política.

La biografía Raúl Alfonsín, El planisferio invertido escrita por Pablo Gerchunoff es, como se aclara en el libro, un ensayo histórico antes que una biografía en el sentido clásico, (aquellas que acumulan datos disfrazadas de objetividad). A Gerchunoff la palabra objetividad no le asusta. Queda bien claro —y no lo oculta— que es él relatando a Alfonsín, es su interpretación de los hechos, de las decisiones y sus contextos. En las primeras páginas su presencia podrá resultar algo molesta, pero a medida que el lector avanza disfrutará mucho de la narrativa, porque el texto cala profundo en las alegrías y miserias de la política argentina.

Talladas en piedra. A veces la clave para entender un libro está oculta. Aquí, en una frase al pie de la página 102: “Las historias no se cuentan emitiendo un dictamen cuando se conoce el final; las historias están preñadas de incertidumbre”. Esa línea define el libro dedicado a este político de Chascomús que eligió el Partido Radical para construir política, en un país mayoritariamente peronista y poco preocupado por los rituales que hacen a la esencia de la vida democrática. Gerchunoff sitúa al Alfonsín republicano remando siempre a contracorriente, pero sobre todo preocupado por darle un sentido épico a la democracia. Sabe que si no hay épica no hay mitos, y esa invención es necesaria para consolidar cualquier imaginario.

Pero sobre todo —lo repite una y otra vez— es falaz juzgar con el diario del lunes, conociendo el final. El hombre que siempre se hacía preguntas, y que murió preguntándose, fue objeto de cuestionamientos, juzgado de forma impiadosa, y hasta objeto de burlas por “blando”. Por ejemplo en la crisis de los carapintadas (1987), cuando Aldo Rico se atrincheró en Campo de Mayo y desafió a las instituciones con sus demandas —entre otras, detener las citaciones a la justicia de los violadores de Derechos Humanos. Allí el presidente Alfonsín fue, habló con los sublevados, los hizo desistir y someter a los mandos. Luego volvió y le dijo a los manifestantes frente a Casa Rosada el famoso “la casa está en orden”. Sin derramar sangre. Esa fue siempre, dice Gerchunoff, la motivación suprema de Alfonsín, desterrar la violencia de la política argentina y preservar la vida de los ciudadanos. En este relato queda claro que no era un político desprevenido, al contrario, fue un estratega que tejió muy bien todos sus movimientos, aún bajo semejantes presiones. Sabía que todo se derrumbaba si al ingresar a Campo de Mayo la autoridad civil no quedaba claramente definida, y así quedó desde que Aldo Rico, al ingresar a la sala donde lo esperaba Alfonsín, expresó un sonoro “Permiso, señor Presidente”. Gerchunoff cree que esas son “palabras que solo una confusión colectiva ha impedido que estén talladas en piedra”.

También resultan épicos los primeros días de su presidencia cuando expresó su firme voluntad de llevar a la justicia a los implicados en la violencia pasada, tanto guerrilleros como militares. Para enjuiciarlos, en medio de una fragilidad institucional notoria, hizo gala de una cintura y una intuición muy complejas que el autor explica de forma clara y detallada, sobre todo en términos jurídicos, pero también políticos. Porque la gran pregunta de esos días era hasta dónde era posible hacer justicia sin que volvieran los militares y la democracia estallara en pedazos. Fueron días de mucha paranoia, en especial en la residencia de Olivos, donde amigos y colaboradores cercanos siempre se hacían presentes hasta largas horas de la noche, en cenas de apariencia distendida, cuando en realidad estaban vigilando de acuerdo a un pacto secreto, “cuidar a Alfonsín”.

Se destaca el crecimiento de Alfonsín dentro del radicalismo, enfrentado al histórico Balbín. El proceso no está planteado como un parricidio por parte del joven político, sino como una dialéctica entre renovación y tradición necesaria para la sobrevivencia del partido. No podían faltar, tampoco, los sindicatos argentinos. Si durante su larga carrera política se guardó de decir muchas cosas, ya de viejo, antes de morir, dijo que los sindicatos eran así por “la influencia de la vieja Italia fascista”.

Momentos orientales. Es un libro riquísimo en anécdotas, tejidas de forma virtuosa en un relato que va a encantar a los uruguayos, porque destaca el discurso de Julio María Sanguinetti en el entierro de Alfonsín en la Recoleta, o el libro Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano siendo invocado por Aldo Rico, también citas de un reportaje que le hizo María Esther Gilio, o la caricatura que le dedicó el grandísimo Hermenegildo “Menchi” Sábat en el diario Clarín cuando Alfonsín finalizó a duras penas su presidencia. Era “un Gardel árbitro de box que le levanta el brazo a un Alfonsín boxeador que tiene el rostro todo magullado”.

Para un lector uruguayo promedio que suele mirarse en el espejo de la política argentina —a veces burlándose—, este es un libro revelador. Uno que le dice que no hay dos democracias iguales, que su construcción es única, irrepetible, que se hace día a día y que genera, no sin dolor, sus propios mitos de origen, su ritmo y su épica. Lo sabía Alfonsín, y Gerchunoff lo sabe contar.

RAÚL ALFONSÍN, El planisferio invertido, de Pablo Gerchunoff. Edhasa, 2022. Buenos Aires, 460 págs.

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