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Mínima distracción puede ser mortal

| Fumar, hablar por celular, comer o beber, sacar un insecto del vehículo, mirarse en el espejo retrovisor, entre otras acciones, provocan el 40% de los accidentes. Los antidepresivos, ansiolíticos y antialérgicos pueden tener efectos sobre la conducción; éstos últimos producen síntomas similares al de dos cervezas chicas.

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Leonardo Carreño

CATERINA NOTARGIOVANNI

Cuando se especula sobre las causas de un accidente mortal se recurre casi siempre a las mismas posibilidades: que si el conductor se quedó dormido, si tenía puesto el cinturón de seguridad, que si estaba borracho, que no llevaba casco, que la culpa es el estado de la ruta o de la ausencia de semáforos.

Lo que pocos se cuestionan (y nadie mide) es cuál era el estado anímico del conductor al momento de la colisión. ¿Estaba estresado o deprimido? ¿Discutió con alguien en las horas previas? ¿Perdió a un ser querido la semana anterior? ¿Acababa de quedarse sin empleo?

Tampoco se sabe si la persona tomaba psicofármacos o antihistamínicos, si le estaba sonando el celular o encendía un cigarrillo cuando perdió el control del vehículo.

Todas esas situaciones forman parte de lo que los especialistas llaman factores de riesgo silenciosos. "Manejamos como vivimos", afirma Efa Rimoldi, uruguaya radicada en España, especialista en seguridad vial y estudiante del único doctorado en la materia que se dicta en la Madre Patria. "Vivimos con emociones y conducimos con emociones", agrega.

El vértigo y el apuro con el que lidian a diario los humanos modernos inciden en las distracciones, que son causa directa o indirecta de cuatro de cada diez accidentes de tránsito y que se han incrementado en un 75% en la última década.

"Muchas veces el conductor no llega a reconocer estos peligros, bien por su poca formación en seguridad vial, o por una resistencia psicológica a cambiar ciertos hábitos instalados en las personas", explica Arturo Borges, director del Instituto de Seguridad y Educación Vial (ISEV), quién utiliza una idea aprendida en Estados Unidos para ilustrar lo antedicho: "Dime cómo manejas y te diré cómo eres en tu casa".

Ser consciente de estos "factores de riesgo silenciosos" y dedicar atención extra, puede ser la diferencia entre la vida o la muerte.

ENFERMEDADES. Las alergias tienen una sintomatología similar a la de un resfrío: secreción nasal, lagrimeo, visión borrosa, fatiga, dolor de cabeza y estornudos. Cualquiera de esas manifestaciones puede inducir a errores que repercuten en la conducción. "Te cito un ejemplo: un estornudo tiene un segundo de duración. Si el coche transita a 90 km/hora, recorre 25 metros sin que el conductor preste atención a la carretera", cuenta Rimoldi.

Otra de las enfermedades que alteran las capacidades del conductor es la depresión. Quien se encuentra deprimido está más distraído y pierde información sobre el entorno que puede afectar la toma de decisiones. También se siente más inseguro, irritable y ansioso, lo que puede derivar en reacciones desproporcionadas que pongan en riesgo la seguridad de los demás.

"La depresión puede provocar ideas suicidas que intervienen en el 2,6% de los accidentes graves", indica el Manual de Seguridad Vial que edita Etrasa, firma alemana para la cual trabaja Efa Rimoldi que se asoció con ISEV para la publicación de estudios científicos en el Mercosur.

El extendidísimo estrés, definido como un desequilibrio físico y mental, también repercute en las calles porque aumenta la agresividad, hostilidad y competitividad para con los demás. Por esa razón, el conductor actúa con imprudencia y asume mayores niveles de riesgo, aumentando la tendencia a no respetar las señales de tránsito. En estos casos se recomienda buscar ayuda especializada y no conducir en la fase más crítica de la enfermedad, sobre todo cuando se está tomando medicación.

MEDICAMENTOS. Quienes se toman el trabajo de leer los prospectos, sabrán que existen fármacos contraindicados para la conducción, aunque rara vez el médico tratante advierta al respecto. Tal es el caso de los antihistamínicos, utilizados para tratar las alergias.

En ese rubro los más peligrosos son los de denominados de primera generación: "El riesgo es que bajan el umbral de atención. Tanto que las posibilidades de accidentarse son las mismas de quien maneja con 0,5 a 0,8 gramos de alcohol en sangre", explica Rimoldi. Justamente, 0,8 gr/litro es el máximo legal permitido en Uruguay.

Los más modernos no producen somnolencia pero pueden tener efectos adversos cuando se los mezcla con alcohol u otras medicinas.

Una dificultad extra es que los antihistamínicos se venden sin receta médica, lo que incrementa la cantidad de personas que los consumen sin tener la menor idea de los efectos secundarios.

Los psicofármacos -indicados para tratar la depresión, la ansiedad o los trastornos del sueño-, también pueden alterar las capacidad para manejar. En el amplio mundo de esas pastillitas, los ansiolíticos, sedantes, hipnóticos, antidepresivos, antipsicóticos y psicoestimulantes no son recomendados para mezclar con el volante.

Los ansiolíticos, sedantes e hipnóticos producen mayor sensibilidad a la somnolencia, dificultades para mantener la concentración, reflejos y movimientos enlentecidos, dificultades para coordinar los movimientos, períodos de visión borrosa y fatiga ocular.

Los antidepresivos traen consigo una mayor sensibilidad a la somnolencia y la fatiga, mareos y períodos de visión borrosa. Paralelamente, los efectos de los antipsicóticos son: mareos por presión arterial baja, alteraciones motoras, mayor somnolencia y visión borrosa.

Finalmente, los psicoestimulantes producen una sobre valoración de las capacidad para manejar, mayor nerviosismo, más agresividad con otros conductores, decisiones erróneas y más dificultades para mantener la concentración.

Teniendo en cuenta que, según la Junta Nacional de Drogas, un millón de uruguayos toman psicofármacos, no debería causar sorpresa la cantidad de accidentes que se producen anualmente.

Las cifras hablan por sí mismas: en 2006 se registraron 18.821 accidentes, 428 de los cuales fueron mortales, 2.395 graves y 15.998 leves. En pocos días el Observatorio Nacional sobre Violencia y Criminalidad dará a conocer las cifras del período diciembre-marzo de 2008, aunque ya se sabe que sólo en enero hubo más de medio centenar de fallecidos.

DISTRACCIONES. El 40% de los accidentes son causados (directa o indirectamente), por motivos tan triviales como discar un número, enviar un mensaje de texto, hablar por celular, llevar niños alborotados, fumar, mirar un mapa, sintonizar la radio o utilizar los sistemas de navegación GPS.

Los riesgos de tener un accidente cuando se utiliza el teléfono celular es cuatro veces mayor: "Incluso se ha llegado a comparar con los peligros de conducir con una tasa de alcohol de 1 gramo por litro de sangre", afirma Rimoldi. Dicha tasa equivale al efecto que producen dos latas de cerveza en una mujer de 50 kilos de peso.

El consumo de tabaco y la conducción es otra combinación que puede ser mortal: "Está demostrado científicamente que llegado un momento, disminuyen los reflejos y la capacidad de reacción. Se embota la cabeza, repercute en la atención y en la toma de decisiones, y aumenta el cansancio ocular", explica Borges.

A esos elementos internos del vehículo, hay que sumarle los externos, como carteles, obras en la vía pública o paisajes. Por ejemplo: conocer bien la ruta no es necesariamente una ventaja. El exceso de confianza trae aparejado una disminución de la atención, lo que puede causar un choque.

Además, la baja luminosidad o los encandilamientos pueden hacer que ciertos carteles indicadores pasen desapercibidos. Es importante recordar que durante la noche la agudeza visual disminuye en un 70%.

Ese tipo de accidentes por distracción son más frecuentes en jóvenes entre 18 y 25 años, en los mayores de 70, cuando el conductor va acompañado o cuando se transporta niños; en los meses de verano, fines de semana largos y durante el día. También suceden más en carretera que en zona urbana o en autopistas, cuando la monotonía del trayecto puede afectar la atención del conductor. Otras conductas que distraen la atención son girar la cabeza para hablar con un acompañante, comer o beber manejando, mirarse en el espejo retrovisor o sacar un mosquito del vehículo.

"Uno de los grandes problemas es que no se tiene conciencia de lo que estamos manejando. Cuando se dice que un coche tiene la fuerza de 200 caballos es eso, pero habría que pensarlo", ejemplifica Rimoldi.

FATIGA Y SOMNOLENCIA. Los conductores con sueño provocan entre un 15% y 30% de los accidentes. La somnolencia aumenta el tiempo de reacción y el número de distracciones, altera la capacidad para tomar decisiones y la movilidad de quien maneja (la persona se relaja y los movimientos son más lentos e imprecisos). Lo más riesgoso es que dicho estado puede provocar la aparición de períodos breves de sueño (microsueños), durante los cuales el conductor se duerme sin percatarse de ello.

La fatiga también está asociada al 30% de los accidentes, y sus consecuencias más peligrosas son la alteración de la visión (borrosa), disminución de la sensibilidad auditiva, se maneja de manera automática y se afecta el tiempo de reacción. Algunos escenarios favorecen la aparición de fatiga. Estos son: las vías con mucho tráfico, circular por calles poco conocidas o hacerlo bajo lluvia y niebla. El calor dentro del auto también produce fatiga.

La experta recomienda descansar 20 minutos cada 200 kilómetros y dormir un rato no bien aparezca el sueño.

"Un accidente nunca es accidental. El único accidente sería que te caiga un meteoro mientras estás conduciendo", dice Rimoldi.

Para evitarlo, sólo hay una manera: prestar atención, monitorear el estado del vehículo y ser consciente de que un coche puede ser un arma.

Las cifras

40% Menos de señales de tránsito es lo que percibe un conductor al minuto y medio de charla por celular.

25 Metros es lo que recorre un conductor sin percatarse después de un estornudo, cuando viaja a 90 Km/hora.

4 De cada 10 accidentes se deben a distracciones; causa que se ha incrementado un 75% en la última década.

100 Personas por cada fallecido (entre familiares y amigos) se verán afectados por la pérdida, según estudios recientes.

"Nosotros conducimos tal cual vivimos"

Oriunda de Durazno pero radicada en España, la economista Efa Rimoldi lleva 14 años formándose en Seguridad Vial. De visita en Montevideo para cerrar un acuerdo de colaboración con ISEV, admite que "a veces le da miedo conducir aquí".

"Recién llegué al estacionamiento y vi dos coches aparcados torcidos. Esos tíos tienen el potencial para tener un accidente. ¿Por qué? Porque no respetan al otro. Esas actitudes se trasladan al resto de las cosas de la vida, por eso digo que conducimos tal cual vivimos".

"Una de las cosas que más me sorprendió es cómo se conduce en la Rambla. Allí la gente deja el auto estacionado en uno de los carriles, incrementando la posibilidad de choque frontal; no se mantienen en los carriles y te adelantan por la derecha. Eso se podría resumir en una actitud que denota que la conducción no es un tema serio, que no hay respeto y que no se miden las consecuencias", sentencia Rimoldi.

Cuanto más rápido, más posibilidades de colisionar

Los expertos en seguridad vial aseguran que la velocidad no es en sí misma un factor de riesgo. Sin embargo, cuanto más rápido se conduce menos posibilidades de controlar el auto. En estos términos, las investigaciones adjudican responsabilidad a la velocidad excesiva en uno de cada cuatro accidentes.

Lo peligroso de andar rápido es que las posibilidades de morirse en un accidente aumentan un 60%, demasiado para no poner un pie a tiempo en el freno.

Los manuales citan ejemplos que ayudan a dimensionar los riesgos de la velocidad: sólo el 5% de los peatones atropellados por un auto que viaja a 30 km/hora fallece; mientras que el porcentaje crece al 50% si el vehículo se traslada a 50 km/hora.

Por encima de los 80 km/hora prácticamente el 100% de los atropellados mueren en el acto.

Quien maneja a 50 km/hora tiene 2,2 segundos para evitar un choque con un obstáculo que aparezca a 30 metros de distancia. A 90 km/hora tiene 1,2 segundos. Por encima de eso no hay tiempo de respuesta.

Apagando los celulares

Las investigaciones incluidas en el manual que edita Efa Rimoldi hablan de cuatro momentos críticos (o peligrosos) cuando se usa un celular y se conduce a la vez:

Cuando se recibe una llamada, debido a que el sonido del teléfono sorprende al conductor y lo empuja a buscar el aparato donde sea. Esos segundos de búsqueda y la consiguiente distracción pueden resultar fatales. Por eso se sugiere apagarlo o silenciarlo al subir al coche.

Cuando se marca un número o se envía un mensaje. Usualmente el tiempo de discado es de entre 5 y 10 segundos, mientras que digitar un texto insume aún más. Durante ese período no se controla correctamente el vehículo.

En el primer minuto y medio de conversación por celular (inclusive cuando se utiliza el sistema "manos libres") la atención se centra en la conversación. Pero pasado ese tiempo el conductor deja de percibir el 40% de las señales de tránsito, su velocidad disminuye en un 12% y tarda más tiempo en reaccionar frente a un imprevisto, según investigaciones de la Universidad de Valencia, España. "A mi me ha pasado de ir con el manos libres y llegar a mi casa como los caballos, sin recordar cómo lo hice", confiesa Rimoldi para ejemplificar.

Una vez finalizada la conversación y después de colgar y guardar el teléfono, la mente queda colgada en lo dicho y necesita un cierto tiempo para devolver su atención al tránsito.

A esos cuatro momentos peligrosos hay que sumarle otros riesgos implícitos en el uso de estos aparatos mientras se maneja: los problemas de maniobrabilidad debido a que el teléfono se sostiene con la mano o el hombro, la dificultad para mantener una velocidad adecuada y constante (lo que puede provocar variaciones bruscas); y la desorientación y pérdida de la noción del tiempo, situación que puede inducir a realizar maniobras peligrosas.

Si a la charla de celular se le suma una pitada al cigarrillo, la ingesta de mate o la sintonización de la radio, se estarán multiplicando los riesgos de sufrir un accidente.

Recomendaciones para los alérgicos

No conducir con las ventanillas abiertas para evitar que entren al vehículo corrientes de aire con grandes cantidades de polen que puedan activar las crisis alérgicas.

Tampoco es recomendable poner el aire acondicionado fuerte y directo al rostro.

Utilizar lentes de sol que sirvan de protección para los ojos de los alérgenos.

Evitar conducir en horas del amanecer o por zonas húmedas debido que en dichas circunstancias se producen grandes concentraciones de polen. Lo ideal sería que los alérgicos no realicen viajes demasiado largos.

De lo contrario se sugiere consultar al médico para ajustar las horas de toma de medicación.

Mantener limpios los conductos de ventilación y el interior del vehículo, especialmente si se transportan animales. El manual de Etrasa también sugiere instalar filtros de aire.

Evitar la automedicación de antihistamínicos.

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