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Educación financiera, asignatura pendiente

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Durante marzo, niños y adolescentes volvieron a las aulas a desarrollar sus habilidades en idiomas, matemáticas y otras materias. Un curso que no recibirán y que podría ser fundamental para su crecimiento personal y profesional es cómo administrar dinero.

Una lección que queda básicamente en manos de los padres, quienes con frecuencia no se sienten preparados para impartirla.

La educación financiera tiene gran impacto. Se toman decisiones financieras a diario, algunas que pueden ser determinantes para la situación económica de corto y largo plazo.

A nivel microeconómico, estudios internacionales muestran que personas con menor educación financiera ahorran menos, se endeudan más, realizan transacciones en forma menos eficiente y más costosa, y son mas susceptibles a ser víctimas de fraude o engaño. Las personas instruidas financieramente usan su conocimiento y habilidades para tomar decisiones informadas y efectivas, en temas que van desde presupuesto diario hasta planificación de largo plazo. Relevan información importante para la toma de decisiones, desarrollan habilidades requeridas para evaluar opciones y planifican sus necesidades futuras.

A nivel macroeconómico, la inversión en educación y cultura financiera está asociada a mayor desarrollo económico y menor fragilidad financiera. Organismos como el BID, la OCDE y el Banco Mundial promueven la instrucción financiera con el objetivo último de reducir la pobreza y mejorar el bienestar de la población.

Hoja de ruta.

Los padres tienen muchas herramientas para educar a sus hijos en materia financiera. Desde temprana edad se pueden transmitir conceptos básicos: que hay que trabajar para ganar dinero. Que hay gastos prioritarios y otros secundarios. Que el dinero es limitado y hay una relación entre ingresos, gastos y ahorro. Es recomendable comenzar pronto, predicar con el ejemplo y hablar frecuentemente. Cuanto antes comiencen, más podrán practicar y adquirir el hábito y una cultura de ahorro y toma de decisiones informada y responsable. Por otro lado, conviene ser cuidadoso en las respuestas que se dan, ya que con frecuencia los niños completan la realidad con su mundo de fantasías. Por ejemplo, cuando piden algo en lugar de decir "no tengo dinero" o "no me alcanza" responder "elijo no gastar en eso". De otra forma pueden interpretar que a los padres no les alcanza el dinero y sentir angustia por algo que ellos no pueden modificar.

La vida cotidiana da oportunidades diarias de aprendizaje y experimentación. Hay ejercicios tan simples como contar monedas o controlar el cambio con los que se pueden hacer juegos y explorar. Pero hay conceptos que pueden ser confusos: con un plástico se puede pagar. O vamos al cajero y sale dinero. Es bueno explicarles que es dinero que está en el banco, fruto del ahorro previo.

La mesada.

Es la primera experiencia de un niño con la independencia financiera. Es una gran oportunidad para que aprendan a administrar su dinero y una herramienta única para educar sobre la importancia del presupuesto personal, para que adquieran actitudes y hábitos saludables de planificación, ahorro y gasto.

Se puede empezar en edad escolar con un importe semanal para ir extendiéndolo a un importe mensual. Inicialmente es recomendable guiarlos y ayudarlos en su razonamiento y en la toma de decisiones. Con el tiempo se les puede transferir la responsabilidad de pagar ciertas cosas o costearse sus gustos. La mesada sirve también para que aprendan que el dinero no es ilimitado. Que hay que priorizar, elegir y ahorrar para logar un objetivo. Que cuesta ahorrar. Que hay una diferencia entre necesidades y deseos y que muchas veces las campañas de marketing tienden a confundirlos.

No es conveniente, en general, adelantarles dinero, ya que fomenta el comportamiento de "comprar ahora y pagar después", raíz de los problemas de endeudamiento de muchos adultos. Y si decide prestarle, que sea eso: un préstamo con el compromiso de que será devuelto. A medida que crecen se pueden introducir conceptos más complejos. Algunas buenas prácticas son planificar para el largo plazo, especificar y cuantificar los objetivos financieros, priorizarlos, ubicarlos temporalmente y ponerlos por escrito. Reflexionar sobre los objetivos, analizando si son importantes y acorde con sus valores.

Un juego serio.

Fijarse un objetivo, hacer sacrificios, ahorrar y ver cómo crecen sus ahorros para conseguir comprar lo anhelado con su propio dinero. Tomar decisiones y enfrentarse a las consecuencias de las mismas. Tener la oportunidad de cometer errores y aprender de ellos en un ambiente protegido, con la guía de los padres. Aprender que el futuro depende, también, de las decisiones de hoy. Son experiencias muy beneficiosas que ayudarán a construir su confianza y capacidades y permitirán que estén mejor preparados cuando deban tomar decisiones más relevantes.

En Uruguay se llevan adelante algunas iniciativas en esta materia. En particular el Banco Central ha hecho un gran esfuerzo a través de BCU Educa, con una guía docente preparada con el apoyo de la CAF. Temas como planificación, presupuesto, ahorro y gasto son el contenido medular de una serie de talleres diseñados para que niños y jóvenes aprendan a administrar su dinero.

El dinero está muy presente en las vidas cotidianas. Vivimos en una sociedad de consumo que con frecuencia lleva al sobre endeudamiento. Por otro lado, nos enfrentamos al desafío de tener que ahorrar más para suplementar, por un período cada vez más prolongado debido a una creciente longevidad, ingresos de pensiones cada vez más magros.

Prepararse con tiempo y aprender a pensar en estos temas permite tener más opciones y aumenta las chances de mejorar la calidad de vida.

BÁRBARA MAINZER

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