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Tienen 82 años y juegan al fútbol todas las semanas

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Jugadores

DEPORTISTAS EJEMPLARES

Dos hombres que crecieron pateando una pelota y hoy demuestran que el deporte no tiene edad.

Enzo Castagnola y Hugo Cabrera son amantes crónicos del fútbol. Sus caminos se cruzaron cuando empezaron a jugar los miércoles en las cancha de Supermatch 5, el primero de ellos a las 20 horas y el segundo a las 21. Con 82 años, ambos son los mayores de sus equipos. “Siempre digo que esa pelota tan viva es lo que me mantiene vivo”, afirmó Enzo.

Fútbol, siempre.

Hugo nació el 8 de junio de 1940 en Montevideo. De niño vivía cerca de una cancha de básquetbol a donde iba con sus amigos luego de la escuela. Cuando pasó al liceo se incorporó a la Liga Uruguaya de Fútbol Interliceal. Le gustaba andar en bicicleta y jugar al voleibol en la playa.

Cuando tenía 20 o 21 años, comenzó a ir al Club Lagomar. Durante algún tiempo se organizaron las Olimpiadas de Lagomar y él aún conserva las más de 20 medallas que ganó en básquetbol, fútbol y billar.

En cuanto a Enzo, nació el 22 de octubre de 1939, también en Montevideo. Comenzó jugando al fútbol a los 12 años con una pelota de trapo en la vereda. Cuando tenía 25 entró en la Liga Universitaria como lateral derecho: “Enseguida me nombraron delegado y tenía que ir a las asambleas”, contó a El País.

Estos hombres no solo aman el fútbol, sino que también tienen un gran poder de iniciativa. “Siempre intentaba empujar dentro de cada organización donde trabajé para formar un cuadro de fútbol y participar en los campeonatos entre empresas”, relató Hugo, que estuvo en el área de administración desde el 1956 hasta el 2020.

Por su parte, en 1989 y junto a otros socios, Enzo fundó la Liga Senior de Fútbol Amateur. “Es una liga para mayores de 35 años”, señaló. Y añadió: “Fui como 15 años presidente y además seguía jugando al fútbol dentro de la liga y siempre todos los miembros aceptaron esa condición”. Para no perder el rendimiento físico, entre semana también jugaba al fútbol 5.

“El fútbol nos abrió las puertas de Europa y el mundo”, sostuvo Enzo. Con la Liga Senior viajaron primero a España, invitados por el Fútbol Club Barcelona gracias a un contacto que tenían en común, y luego aprovecharon para seguir por Suiza, Alemania y Países Bajos. Dos años más tarde, otro contacto les permitió viajar a Ciudad de México y a Cancún. “Estos torneos nos servían de portada y después ampliábamos el viaje”, expresó el jugador.

Paralelamente, como había cursado algunos años de la Facultad de Arquitectura, trabajó en un estudio de arquitectos y también en empresas constructoras y se especializó en la parte de presupuestos y control de precios y rendimiento.

No tiene fotos de sus experiencias futbolísticas: “Nunca tuve una máquina fotográfica, pero ¿sabés lo que tengo? Una memoria de elefante”, dijo en diálogo con El País.

Cuando tenía 57 años, se fracturó el peroné al pisar una pelota y durante tres meses tuvo que dejar de jugar. Luego retomó, pero solo en fútbol 5: “Ya cerca de los 60 el fútbol de cancha es otra cosa”, dijo. Sin embargo, durante 15 años siguió vinculado a la Liga Senior como director técnico.

Enzo Castagnola
Enzo Castagnola, de chaleco naranja. Foto: Juan Manuel Ramos.

Los beneficios.

Para Enzo, el deporte siempre ha sido fundamental en su vida. Sin embargo, dos veces tuvo que quedarse durante un tiempo sin jugar: primero, por la fractura de peroné, y más adelante por un infarto, hace 11 años. “Venía de jugar al fútbol y cuando llegué a mi casa no me sentía muy bien. No dudé en llamar a la emergencia. Llegaron, tocaron timbre, y tuve que bajar a abrirles, en pleno infarto. No podían creer que yo era el enfermo”, relató.

Tuvo una operación “muy invasiva”, pero salió todo bien: “Me dejaron 0 km”. La doctora le dijo que había sido un infarto “importante” y que le sorprendía cómo lo bancó. Para él, su condición física y el cuidado de salud que mantuvo durante su vida “ayudó a que todo fuera de esa manera”.

Estuvo alejado de la actividad deportiva durante un año y medio. Un día, le comentó a su médico que su cuerpo le “pedía hacer algo vinculado al deporte”. Entonces, el cardiólogo le preguntó qué hacía antes del infarto y la respuesta fue instantánea: fútbol. El doctor le dijo que volviera y eso hizo.

Pero el deporte no solo fue importante a nivel físico: también le dio una “cantidad de amigos” que sumaron “adrenalina” al juego y, además, trajeron consigo otras actividades. “Una vez por mes hacemos una comida que nos reúne y revitaliza la relación”, contó.

Hugo también reconoció el valor del fútbol a nivel social. “Tenemos un grupo que se llama ‘Añejos’ que somos los que jugábamos juntos cuando éramos mucho más jóvenes”, expresó. Juntos, organizan reuniones y cenas.

Hugo Cabrera
Hugo Cabrera. Foto: Juan Manuel Ramos.

¡Viejito sos vos!

Hoy en día, Hugo juega de golero todos los miércoles. El grupo está conformado por más de 60 personas mayores de 35 años y cada semana se anotan quiénes juegan a través del grupo de WhatsApp: “Yo ya me anoté para el miércoles, porque sino no tengo lugar”, contó. A veces son seis contra seis, otras siete contra siete. Y el más cercano a su edad tiene 73 o 74 años.

Todos los años compiten contra un equipo argentino y la última vez fue el 24 y 25 de junio, en Buenos Aires. Jugaron dos partidos y los uruguayos ganaron ambos, uno 2 a 1 y otro 2 a 0.

El equipo de Enzo también juega cada miércoles y es igual de heterogéneo que el de Hugo. Ambos se conocen por haberse cruzado en los pasillos de Supermatch 5. Hugo contó: “Nos cachamos siempre, porque él me grita: ‘¿Qué haces viejito?’ y yo le digo ‘viejito sos vos’”.

La rutina de dos deportistas ejemplares.

Según Hugo, actualmente el deporte ocupa una tercera parte de su vida. Día por medio hace flexiones, sentadillas, abdominales y lagartijas, 60 de cada una de las primeras dos, y 40 de cada una de las otras. Esto lo intercala con los días que hace correcaminatas, de entre 3 y 3,5 km. Y los miércoles, por supuesto, son de fútbol.

“La edad nunca fue un obstáculo”, aseguró. Y añadió: “Hoy, con 82 años, soy de los más ágiles”.

Enzo siempre sale a caminar por la rambla cuando el clima lo permite: “Tengo que tener cuidado con el frío por mi corazón”. Además, hace todos sus mandados caminando y por donde vive incluso para ir al supermercado recorre al menos un kilómetro. Para él, es muy importante tener “protocolos de vida para no estar sentado todo el día”. Se levanta a eso de las 7, arma unos mates y cuando termina empieza a preparar el almuerzo. Entre conseguir los ingredientes y cocinar se le va toda la mañana, estando en movimiento todo ese tiempo. De tarde hace su caminata o sus mandados y después ya regresa para leer algún libro o escuchar la radio.

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