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Cómo crear un sereno salto mortal

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Graciela Figueroa y Julio Bocca. Foto: Ariel Colmegna
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Mañana en el Auditorio, el Ballet Nacional Sodre estrena un tríptico: “Gala V”.

Desde mañana, jueves 2 de junio, se verá en el Auditorio Nacional Adela Reta el trabajo que surgió de la convocatoria que Julio Bocca, director artístico del Ballet Nacional Sodre, hizo a la prestigiosa coreógrafa uruguaya Graciela Figueroa.

Gracias es el nombre de esta coreografía sobre música de Johann Sebastian Bach y otros creadores, y formará un tríptico, junto a Paquita, con coreografía de Luiz Ortigoza, sobre música de Ludwig Minkus, y Petite Mort, con coreografía Jirí Kylián y música de Wolfgang Amadeus Mozart. El conjunto conforma la Gala V, que se estrena este jueves y dará 10 funciones, hasta el 12 de junio. Entradas en Tickantel, desde $ 160 a $ 810.

Figueroa (en la foto se la ve con Bocca en la Adela Reta) ha desarrollado espectáculos que expresan la conexión del hombre con la tierra, así como una visión amplia de lo humano, que rompe fronteras nacionales en busca de una conexión planetaria. Su trabajo muchas veces ha exhibido la libre expresión del coreógrafo y del bailarín, aunque advierte: “Aquí en el Ballet del Sodre también hay libre expresión: he tomado cosas que los bailarines aportan. Y también, en otros espectáculos míos, que parecía una improvisación, tenían una disciplina impresionante. O sea que lo de la disciplina se confunde también con la libre expresión. Como cuando bailábamos en la calle: había quienes pensaban que no teníamos otra cosa para hacer. Pero ensayábamos como para un ballet clásico. Era un trabajo diario duro, que a veces los extranjeros lo valoraban más”.

“Me sentí sumamente inspirada por los bailarines, y con Bach me empezaron a venir personajes y circunstancias, anécdotas, pero libres al mismo tiempo: como de sueño de esta realidad, y de otras realidades, y todo se unía”.

—Tu ya hiciste varios espectáculos con música de Bach, ¿qué sentís que aporta su música a tu danza?

?—Es un desafío, dado que es una música llena de sutilezas y magnificencias. Cuando más la escuchás, más le encontrás. Además incluimos algo de música latinoamericana, un charango, que va apareciendo desde el principio. El hilo fue apareciendo con el trabajo, y tiene que ver con la misa, con la conexión humana, pero a nivel general, no con una religión. Una misa del cotidiano, que termina con una cosa bien latinoamericana, en la que mezclamos la música andina y los ritmos de acá. Creo que esta es una gala muy equilibrada. Tiene el clásico, para empezar, luego tiene como un clásico de la danza contemporánea, Petite Mort, y Gracias que es un salto mortal sereno.

—Tú trabajaste junto a enormes coreógrafos, ¿cómo incidieron sobre ti?

—Trabajé con Elsa Vallarino, una gran coreógrafa de acá, que me marcó, desde los 9 años. Y luego con Martha Graham, José Limón, Merce Cunningham, Antony Tudor. Me siento cerca de Jerome Robbins, que me ilumina. Y también gente muy contemporánea. Todo me mueve. Los reconozco como personas que me animan, que me nutren. Pero no que yo los sigo atrás.

—¿Cómo fue tu encuentro con Martha Graham?

—Bueno, estando acá, yo la tenía por allá arriba, y cuando la conocí, se me cayó la estantería. Eso cuando la vi por primera vez: luego fui reconociendo toda su humanidad. Yo era jovencita, y como que pretendía que alguien que era genial bailando fuera genial como ser humano. Y me pasó mucho eso: yo iba como si fuera a encontrar, no solo a los grandes artistas, sino a las grandes personas. Tenía una exigencia muy grande hacia ellos. Luego crecí y me di cuenta que entre todos nos ayudamos a tener genialidades y a iluminar nuestras sombras.

—Este año el Centro Cultural de España hizo una exposición sobre tu carrera...

—Me pareció muy linda la exposición. Imaginate lo que era Nueva York en ese momento, donde todos creíamos. La danza contemporánea tenía que ver con todo el mundo, con la transformación. Me ha tocado estar en los países en momentos fuertes, en Chile hasta el 73, en el 77 en Brasil, momentos en que había una especial apertura.

—¿Cómo nació el Espacio de Desarrollo Armónico, tu academia de danza, a la que hoy acuden muchísimos alumnos?

—Empezó por una clase: fue Andrés Waksman que me pidió que diera una clase, y vino toda una gente que ya había trabajado con Adriana Lagomarsino, con Till Silva. Al principio tenía una fuerte connotación teatral: muchos habían hecho la Escuela Municipal de Arte Dramático. Hicimos cosas muy teatrales, como Masculino femenino: eran trabajos profundos, trabajar los opuestos, realmente volverte un hombre y volverte una mujer.

—Hoy hay una parte del alumnado que no son artistas ni buscan subir a un escenario…

—Sí, gente que quiere completarse como persona. Pero una cosa ilumina la otra. Hay gente que empieza haciendo la formación en Desarrollo Armónico, y después deciden entrar en la Escuela de Danza del Sodre. Y otros al revés: pero todos terminan pasando por Desarrollo Armónico, y luego han trabajado liceos, facultades, programas de drogas. Es danza pero que llega a todo un trabajo social.

—También hay alumnos de más edad que comienzan una búsqueda a través de la expresión corporal…

—Sí, hasta adultos mayores. También me pasa que vienen personas que me dicen " hace diez años que quiero ir a tu lugar". Me pasa todos los días, como que la gente no se decide a cumplir sueños que realmente cambian la vida para mejor, permitiéndose trabajar con su cuerpo.

—En los tiempos difíciles tu casa fue una comunidad...

—Sí, venía la gente que había trabajado conmigo en el exterior, y se iba juntando gente. Y alguno de acá también. "El Pájaro" Canzani, Trasante, Mateo: medio pueblo. Teníamos hasta una sala de música: era impresionante, las personas veían en nosotros eso de la cosa abierta, la libertad. La gente llegaba ahí y se liberaba. Más en ese momento, que era tan apretado. Estaba "La peña andaluza" y nosotros, lugares donde seguían pasando cosas. Pero claro, al otro día yo me levantaba a las ocho a dar clase. Y teníamos una gran disciplina, en paralelo con un Dionisos muy fuerte. Era fuerte. Y cuando empezamos a hacer las cosas en la calle, ahí fue que empezaron a venir las "chanchitas" con la policía, y decidí irme a Chile. Y todos se empezaron a ir para allá, y se formó allá otra comunidad. En aquel momento a mí me venía bien la compañía. Antes recibía a la gente, compartía todo. Ahora también pero de otra manera: estoy más cauta.

El checo Jiri Kylián y su célebre "Petite Mort".

Esta nueva gala permite el encuentro con tres destacados coreógrafos de distintas latitudes: uno de ellos es el célebre Jiri Kylián, coreógrafo checo afincado en Países Bajos, una figura de primera magnitud de la escuela holandesa de ballet desde los años 80. El BNS ya había ofrecido un trabajo de él en Gala IV, en 2013: Sinfonietta.

Kylián estudió en Praga y en 1968 ingresó en el Ballet de Stuttgart, trabajando con John Cranko. Allí se inició como coreógrafo con su primera obra en 1970, y en 1974 estrenó Sinfonietta, innovando con una variada mezcla de estilos: clásico, contemporáneo y folclórico, de gran lirismo y musicalidad. En 1978 ganó el Olivier Award en Londres, y en 1992 creó su propia compañía: en 2008 la reina Beatriz le entregó la Medalla de Honor de Artes y Ciencias.

Bailarines extranjeros para una gala de lujo.

"Paquita" es una de las tres coreografías que se presentarán en la Gala V. Cuenta con coreografía del ex bailarín chileno-argentino Luis Ortigoza, y tendrá la participación de destacados bailarines internacionales: Ana Sophia Scheller (Primera Bailarina del New York City Ballet), Zhang Yao (Primer Bailarín del Ballet Nacional de China), Fang Mengying (Corifeo del Ballet Nacional de China) y Nicolai Gorodiskii (Medalla de Bronce en el Moscow International Ballet Competition).

"Lo interesante de esta coreografía es que tiene un cuerpo de baile masculino, algo particular porque siempre vemos un cuerpo de baile femenino. Además la dificultad técnica es importante, no es fácil lo que hacen, es un desafío", afirmó Sofía Sajac, codirectora del BNS.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Graciela Figueroa y Julio Bocca. Foto: Ariel Colmegna

GRACIELA FIGUEROA

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