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Carlos Vives, en primera persona: cómo el hijo de Colombia puso su música al servicio de su tierra

El cantante colombiano Carlos Vives vuelve a Montevideo, ahora para celebrar 30 años de carrera. Antes conversó con El País y contó su historia.

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El cantante colombiano Carlos Vives.
Foto: Difusión

Fue en 2017. Hacía 24 años que Carlos Vives había lanzado su carrera musical, y hasta entonces nunca había podido presentarse en Uruguay. La idea sobrevolaba con frecuencia, sus escuchas se lo preguntaban a menudo, pero a pesar de los intentos Montevideo se le presentaba como un destino distante, esquivo. Pero entonces llegó el encuentro y con él, la lluvia: ante un Teatro de Verano casi repleto, el colombiano se preguntaba por qué su primera vez en este país tenía que ser así, bajo un agua copiosa, abundante, violenta.

Pero lo que parecía un obstáculo fue una inesperada dosis de épica. Bajo la tormenta, las canciones que lo convirtieron en uno de los cantantes y compositores claves de su Colombia natal sonaron más vivas que nunca, y no hubo chaparrón ni chubasco que pudiera con su contagiosa alegría.

Fue en 2017, y entonces Vives entendió que Montevideo, como el suyo, era un pueblo anfibio. Que aquí la gente y el río inmenso, el Río de la Plata, tan parecido al mar, tienen una relación íntima, casi esencial. Que había lógica en aquel aguacero porque su bautismo uruguayo tenía que ser así, de agua y de cumbia.

Ahora, Vives vuelve a Montevideo para festejar 30 años de historia musical. Se presentará el domingo 4 de junio en el Antel Arena, quedan entradas en Tickantel, y aunque la sala es techada y no habrá riesgos de mojaduras, la mística y el entusiasmo están ahí, intactos.

Eso es lo que transmite Vives cuando atiende a El País en una maratón de videollamadas con medios uruguayos, una tarea ínfima en un año ajetreado.

En 2023 volvió a la actuación con El club de los Graves, una serie para Disney+ sobre profesor de música al frente de un grupo de talentos poco convencionales. Anunció una gira internacional, El tour de los 30, y acaba de lanzar Escalona nunca había sonado así, su último proyecto discográfico y un guiño directo a sus orígenes. Es la regrabación de un puñado de temas del compositor Rafael Escalona, a quien encarnó en la ficción de 1991 que definió las bases de su camino artístico.

Y todo esto tras haber cerrado el ciclo Cumbiana, que implicó dos discos, un libro y un documental ganador de un Grammy Latino, para honrar la tradición de la cumbia y darle nombre e identidad definida a buena parte de esa tierra colombiana que sirvió de cuna de uno de los ritmos fundamentales de la música latina.

De Cumbiana, Escalona y de por qué hizo de su vida un servicio por y para la cultura y la identidad de su país, Carlos Vives charló con El País. Este es un relato en primera persona.

30 años de carrera, por Carlos Vives

"Cumbiana fue muy importante porque trabajé en territorio; trabajo con mi fundación allí en el delta del río Grande (de la Magdalena), donde todavía hay pueblos anfibios que viven sobre el agua, donde tú vas a encontrar el origen de las cumbias antes de que se volvieran orquestales; las huellas de las culturas prehispánicas que nos dejaron ese patrón de la cumbia único y endémico de ese lugar. Un poquito es lo que trata de contar el álbum, pero lo que hicimos fue llamar la atención a nosotros, los colombianos, sobre su tragedia histórica y social, ecológica, el ecocidio de una de las poblaciones de (árboles de) mangle más grandes del mundo, que murieron porque no se pudo hacer bien una carretera... Ver cómo se ha pauperizado todo, cómo hemos empobrecido a nuestra gente por dañar el ecosistema.

Por no reconocernos, el problema social ha sido muy grande. Entonces el afán de Cumbiana era, primero, encontrar un nombre para un territorio muy extenso. Porque cuando tu preguntas dónde nace la cumbia, en Colombia te van a decir: El Banco en Magdalena, o el delta, o las ciénagas de Lorica, entonces como que todo el mundo desde su pequeño regionalismo tiene un lugar donde entiende que nació la cumbia. Y entendí que todo estaba conectado y que todos tienen razón de que ahí está el origen. Pero había que encontrar un nombre. Y yo lo llamé ‘Cumbiana’: para unirnos, para unirlos, para que todos entiendan.

Nos habíamos desconectado en nuestras guerras civiles, nuestras vainas y toda la cosa, y yo entendí que era un solo mundo. Para mí fue muy importante ese proceso, muy lindo; no sé qué tan comerciales fueron las canciones, no sé, todo era tan experimental… Ya hoy la música que yo hago no la entiendo si no es para servirle a mi territorio, a lo que somos. Y esos dos discos de Cumbiana fueron eso, mucho trabajo con las comunidades, tratando de transformar el territorio y mejorar la calidad de vida de su gente.

La serie Escalona (1991) fue la chispa que prendió la mecha de empezar a pensar en todas estas locuras. Cuando la hicimos, la directora musical trabajaba con y por un sonido de la época, con conjuntos de guitarra típicos, acordeones... Y durante esa serie yo empecé a pensar que quería hacer música moderna a partir de todo eso, y fue cuando grabé (el disco) Clásicos de la provincia (1993). Ya ‘La gota fría’ fue un vallenato grabado de una manera muy moderna para la época, muy diferente, con un espíritu más rockero, tratando de sacar definitivamente esa frase de ‘vestir de gala el folclore’.

Era todo lo contrario: pantalones cortos, pelo largo, tenis, chancletas, playa, cerro, caminar, ¿sabes? Una visión diferente de nuestra música, más natural, más real, sin tratar de ser de ser Europa u otra cosa.

Ya hoy la música que yo hago no la entiendo si no es para servirle a mi territorio, a lo que somos

Todo cambió con La tierra del olvido (1995). Fue mi tercer álbum, y aunque cuando decidí grabar la música de viejos compositores de manera diferente ya sabía que estaba quemando mis velas y como artista no esperaba siquiera salir de nuestras fronteras, ni que el mercado del vallenato de ese entonces pudiera tomar la música de la manera en la que yo la estaba haciendo, sí había una posición mía de decir: yo voy a ser un artista de aquí, voy a encontrar mi modernidad de aquí. Yo quiero cambiar esa historia de que triunfa el que se va.

Cuando volví a mirar hacia atrás, a mi tierra, a entender que todo esto me lo estaba dando ella, mi gente y el pueblo más olvidado, humilde, fue ahí, en La tierra del olvido. Porque yo había empezado a olvidarlo todo. Ya estaba haciendo novelas, me habían exportado, estaba grabando en Puerto Rico, (a fines de los ochenta) hacía baladas, y un día que volví a hacer la serie de Escalona y volví a Santa Marta, a Valledupar, a Mompox, a grabar y actuar y cantar con los músicos de la región, me di cuenta: yo no quiero alejarme de eso, no quiero ser un artista famoso, no quiero copiar a nadie que tenga éxito por el éxito, no quiero buscar fama; yo quiero ser de aquí, quiero ser un artista de aquí. Y yo no podía ser un artista de aquí común y corriente, ni pensar que iba a ser folclórico.

Yo era un joven que quería ser joven, hacer música moderna, pero inventármela a partir de lo que yo era realmente. Y con La tierra del olvido empecé a tener conciencia de que mi trabajo estaba allá, que yo no me podía olvidar. Tenía que quemar las velas. Y ese momento pasó hace 30 años".

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