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Una generación nos deja solos

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Collage espectáculos

Cuando el autor de estas líneas comenzó a redactar el obituario de Antonio "Taco" Larreta que se publicó el pasado jueves, tecleó que con él se iba el último representante de la Generación del ‘45.

Luego, un colega memorioso le recordó que la formidable poeta Ida Vitale sigue viva (en Austin, Texas, USA) con 91 años, lo que obligó a modificar el párrafo. Es posible que haya por ahí, todavía, algún otro literato nonagenario.

En pocos años se han ido Homero Alsina Thevenet, Mario Benedetti, Idea Vilariño, China Zorrilla, Amanda Berenguer, y más recientemente Carlos Maggi, "Ducho" Sfeir y "Taco" Larreta. Otros ya se habían ido antes. Puede ser una buena oportunidad para reflexionar sobre un movimiento cultural que importó, y para expresar algunos escepticismos sobre mitos ampliamente divulgados. Es posible que el principal mitólogo haya sido Emir Rodríguez Monegal, que hace ya casi cinco décadas y en un libro espléndido, sesgado y hoy casi inencontrable llamado Literatura uruguaya del medio siglo, publicado por Alfa en 1965, contó la historia de sus iguales.

Variantes.

Como todo mito, hay una parte de verdad en él. Una fecha clave fue la creación en 1939, por Carlos Quijano, del fundamental semanario Marcha, por cuyas páginas pasaron en uno u otro momento Juan Carlos Onetti, Hugo Alfaro, Mario Benedetti, Alsina Thevenet, Maggi, Maneco Flores Mora, Idea Vilariño,Rodríguez Monegal, Ángel Rama, Carlos Real de Azúa, Taco Larreta y muchos otros, incluyendo a Wilson Ferreira Aldunate, que siendo muy joven hizo crítica de cine aunque después se dedicó a otras actividades. Esa gente cultivó, diversamente y a menudo en forma simultánea y con talento, la crítica, el periodismo político, la narrativa, la poesía o el teatro.

Aunque escribieron bastante en los cuarenta, alcanzaron una primera popularidad en los tempranos cincuenta, que conocieron el florecimiento de un par de revistas culturales (Número, Asir), varios grupos teatrales (Club de Teatro, Teatro del Pueblo, luego El Galpón, el Circular y otros), algunos cineclubes (Universitario, Fax, Cine Club del Uruguay) que tuvieron también sus revistas, y la afirmación de varias páginas de espectáculos en los principales diarios. Dos de las mejores fueron la de El País y La Mañana, probablemente en ese orden. En los tempranos sesenta hubo un salto cualitativo con la aparición de varias editoriales (Alfa, Arca, Banda, otras) que permitieron a muchos el acceso a la novela: hasta entonces era más fácil publicar cuento o poesía, que caben más naturalmente en un semanario o una revista.

Esos datos se han entreverado desde hace mucho tiempo con las leyendas. Una de ellas es la de que la gente del 45 construyó prácticamente una cultura desde la nada e impuso un espíritu crítico que antes no existía. Es falso, totalmente.

Etapas.

De mala gana, los muchachos del 45 han tenido que aceptar que hubo en el Uruguay una importante Generación del 900 (no es fácil librarse de Herrera y Reissig, Delmira, María Eugenia, Quiroga, Florencio o Rodó) pero subestimaron a la del Centenario, simplificándola como una suerte de páramo cultural aunque incluyera a narradores como Espínola, Amorim, Morosoli y Dossetti, poetas como Juana de Ibarbourou, Emilio Oribe, Roberto Ibáñez, Esther de Cáceres y Sara de Ibáñez, críticos como Zum Felde o Gustavo Gallinal. Y la lista podría seguir, aunque también campearan el amiguismo y los elogios inmerecidos.

Pero la historia la escriben los vencedores, y los vencedores del 45 no sólo borraron a sus padres sino también a coetáneos con los que discrepaban. En los cincuenta se hablaba por lo menos de dos "generaciones" simultáneas. Una de ellas era la de los "lúcidos": se supone que más reflexivos y racionales, representados por las revistas Número y Film (y la gente de Marcha y El País), con nombres como los de Emir, Alsina, Taco, Benedetti, Martínez Moreno, Maggi y otros. La otra era las de los "entrañavivistas", más emocionales, con un perfil más conservador y espiritualista, a veces católico, encarnados por las revistas Asir y Cine Club, y críticos como Domingo L. Bordoli y Arturo Sergio Visca (en literatura) o José Carlos Álvarez (en cine) para citar solo algunos. De cualquier manera, las paralelas a veces se tocaban: Benedetti y Álvarez dirigieron juntos, por ejemplo, una página literaria en La Mañana que se llamaba "Al pie de las letras", y que estaba realmente muy bien. Pero fueron los "lúcidos" quienes se mantuvieron más visibles, y hoy se recuerda menos a los otros, entre los que había gente en verdad valiosa.

Uno puede ponerse nostálgico, claro, y desear que siguiera habiendo polémicas como las que enfrentaron a Benedetti con admiradores de Carlos Reyles, a Emir con Washington Lockhart, o al más joven y "parricida" Martínez Carril con Alsina sobre la Nouvelle Vague y otros temas. Hoy esas cosas no ocurren. Sigue habiendo, claro, poetas, cuentistas y novelistas de fuste, pero se extraña a los críticos, y gente que no sabe escribir lo hace para gente que no sabe leer. Sería divertido disponer de un Emir para demoler a Mercedes Vigil.

SABER MÁS

Ayer se cerró la última página de la vida de un gran artista.

ACTORES Y ACTRICES DESPIDIERON LOS RESTOS DE TACO LARRETA.

Ayer al mediodía, en el foyer del Teatro Solís, una decena de coronas enmarcaba el féretro con los restos mortales de Antonio Taco Larreta: las instituciones que las habían enviado daban cuenta de la ascendencia que el querido artista tuvo en todos los ámbitos, desde el Teatro Circular y El Galpón, hasta la Sociedad Uruguaya de Actores, Agadu, el Ministerio de Educación y Cultura, y la Intendencia de Montevideo.

Entre las muchas personalidades que se acercaron a dejar un saludo, se pudo ver a Estela Medina, notoriamente conmovida. Muchas de las actrices y actores que subieron al escenario con Larreta, o que actuaron bajo sus órdenes, estaban presentes, desde Nidia Telles y Susana Groisman hasta Graciela Gelos y Margarita Musto.

Luego, hacia las 15 horas, el cortejo partió con los restos físicos del artista hacia el Cementerio del Buceo, donde los más allegados se sumaron a esa gran despedida.

El legado que deja Taco es valioso, pero también múltiple y de algún modo disperso. Más allá de sus novelas y sus libros periodísticos, una buena parte de sus escritos habrá que relevarlos de la prensa, en una amplia carrera en la que actuó en distintos momentos del Uruguay, y desde diferentes roles, desde crítico de cine a columnista.

A sus vínculos con el cine y la televisión (también desde distintos roles), hay que sumar su larga labor teatral como actor y director, que en algún momento será necesario investigar y estudiar detenidamente, paso a paso, desde los registros gráficos hasta los testimonios de sus compañeros de carrera, y lo que la prensa consignó al respecto. En ese sentido, Taco Larreta no ha tenido aún un biógrafo que plasme su larga y fecunda carrera en un libro.

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