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Pueblos sin llaves

Algunas ciudades todavía viven a otro ritmo. En las localidades floridenses de 25 de Agosto y Chamizo dejan las puertas abiertas y la ropa colgada por las noches. En Fray Marcos eso está empezando a cambiar.

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César Bianchi, en Florida

Para el visitante de 25 de Agosto la calma de la ciudad es relajadora durante media hora, y de ahí en más aplasta. Viven 1.800 personas en la villa (así define a la localidad floridense un cartel en la entrada), pero parece que estuvieran todas escondidas. Es el prototipo de un pueblito del interior, pero de los seguros: todos se conocen y se saludan, dejan las puertas de sus casas abiertas de día y la ropa colgada en la cuerda. Como si tal cosa.

Termo y mate, Alberto Laureano Airaldi Calo parece aburrido, pero no. Es así nomás el hombre y tiene cosas para hacer en el correo de 25 de Agosto. Son tres los funcionarios del Correo. En sólo dos horas de la mañana Airaldi repartió 57 cartas y dice que es un día "bajo", porque en uno corriente el promedio es de 150, la gran mayoría facturas de servicios públicos.

"Yo nací acá, en mi propia casa de 25 de Agosto. Acá el problema es en verano, porque hay un camping y viene gente de Montevideo, porque el ferrocarril es barato", dice. Él integra la comisión de ayuda a la Policía, por tanto sabe que es en temporada cuando se registra algún hurto. El último que se acuerda fue en el verano: robaron la ropa de la cuerda una noche.

Él deja siempre sus conejos y sus herramientas a la intemperie noches enteras, y nunca le faltó nada.

Al doblar la plaza de nombre poco original (se llama... 25 de Agosto) está la junta local. María Esther Báez también se acuerda de cuando todo el pueblo comentaba sobre el osado que robó ropa de la cuerda. "Podrá haber robos de muchachones, cosas pequeñas", dice. No conoce nadie que se drogue ni que venda alucinógenos de ningún tipo. Si acaso la mayor excentricidad fue un joven detenido que llegó a las pantallas de televisión porque tenía una planta de marihuana en el fondo de su casa. Pero es de Montevideo y, se cree, está detenido.

El comisario de la 5a. es un hombre serio y muy respetuoso de las formalidades, ¡que anda por las calles con el chaleco antibalas puesto! y hace preguntas pero no da respuestas porque debe obedecer a sus superiores. Al llegar a la seccional sin avisar, una oficial abrió la puerta diciendo: "¿ustedes son los periodistas? Nos llamaron para contarnos que andaban por acá".

Corren rápido los rumores en 25 de Agosto. Las vecinas, chismosa en mano, miran de ceño fruncido a los forasteros.

Desde la Jefatura de Policía de Florida facilitan los datos: en siete meses desde diciembre a junio, la seccional recibió ocho denuncias de hurtos (tres en enero, dos en febrero) y dos por daños, que no fueron resueltas. No hubo ninguna rapiña denunciada en más de medio año.

Fabián Cancela es otro de los referentes de 25. Atiende una pollería al lado de las vías del tren, a un par de cuadras del mentado camping, donde se alojan los ladrones de estación. "Yo dejo todo abierto acá, todos los días. Vivo ahí atrás, y nunca pasó nada. En verano es otra cosa, roban siempre".

Como no tiene rejas -ninguna morada en 25 de Agosto está enrejada- bastó que le cortaran el mosquitero con una trincheta y pasaran a servirse. Esa tarde, la esposa de Cancela escuchó ruidos y fue a fijarse; el jovencito salió corriendo sin llevarse nada.

25 de Agosto es una ciudad dormitorio, cada vez más apetecida por capitalinos que, hartos de la vorágine urbana, deciden radicarse en un lugar más tranquilo. Un lugar donde no pasa nada.

Algunos a eso lo llaman paraíso.

Ajenos a cualquier preocupación, Manuel Aznárez, de 53 años, y Edgardo Lamella, de 25, desayunan morcilla fría con galletas de campaña. Ambos se dedican a la lechería y quesería artesanal, pero son competencia. Una competencia amigable. Ellos sí han sido víctimas del crimen que azota 25 en invierno: el abigeato.

La seccional 5a. recibió dos denuncias de abigeato, una en diciembre y otra en marzo. Pero a Manuel ya le robaron cinco "bichos" (terneros y vaquillonas). Un par de mañanas se despertó y vio que le habían carneado sus criaturas mientras dormía y le dejaron el cadáver tirado.

De todas formas, ninguno se lamenta. Es poca cosa comparado con lo que ven en televisión de lo que pasa en Montevideo. "¡Pah, no se puede vivir así! Dejá quieto. Acá estamos fenómenos", dice Lamella antes de chupar la bombilla de un mate lavado.

A una hora de la capital se pueden ver imágenes anacrónicas como la de una casa con la puerta abierta de par en par, y la bicicleta en el frente como de oferta. Es la casa de Sonia Britos, quien de 8 a 10 va a limpiar a la UTE y de 13 a 15 en un juzgado, y no entiende cuál es la noticia.

Está haciendo milanesas en la cocina del fondo y no va a andar cerrando la casa con llave, dice. Sabe de montevideanos que se han venido a ¿vivir? ¿dormir? a 25 de Agosto, y en plena tarde, claro, no están en la ciudad-dormitorio. Su nieto Matías, de 16 años, no tiene a dónde ir a bailar un fin de semana. Si tiene ganas se va hasta Villa Rodríguez o Santa Lucía.

Américo Troncoso y Mario Suárez son vecinos. Son los típicos montevideanos arrepentidos que recalaron en la paz de 25 de Agosto, ya de adultos mayores. El primero vende artículos de pesca en verano y vive de su jubilación. Gana lo mínimo como para sobrevivir, pero le da para el vinito del mediodía y la comida de todos los días. Luego de vacacionar durante 30 años, en 2006 decidió quedarse en 25. "¿Robos? No... esto es una burbuja. Acá es tranquilo -explica como si hiciera falta- y nos gusta el pueblo. Solo me muevo para ir a cobrar el seguro de paro a Santa Lucía".

Su vecino Mario, jubilado de AFE, también vive en una burbuja. Llegó para siempre a 25 en 2004 harto de que lo asaltaran en la capital. Le robaron una vez a la salida del estadio y otra vez cuando terminaba de cobrar su pensión. Y se mudó. Su casa es otra con las puertas abiertas, una moto en la puerta y tangos de Adriana Varela a todo lo que da el equipo de audio.

Él también reivindica esa suerte de tedio disfrutable.

PUEBLO FANTASMA. Chamizo se le parece bastante a 25 de Agosto. Gabriela Techera se asombra ante la hipótesis de "pueblo sin delincuencia" y enseguida evoca: robaron computadoras de un cibercafé, asaltaron Antel, una panadería y el bar "Lo de Pepe". Después hace memoria y concede: todo en el verano, cuando la localidad es visitada por chiquilines sin liceo de San Ramón o Toledo.

Techera es administrativa de la junta local que queda en la entrada misma de Chamizo. En la oficina hay un mapa con las 20 manzanas que conforman el pueblo: una plaza, una iglesia, comisaría, Antel, Correo y Ancap. Tiene una población avejentada de unas 600 personas.

Cristina García, compañera de Techera, vive en San Ramón y va a trabajar todos los días a Chamizo. Entre una ciudad y la otra hay siete kilómetros pero la brecha es enorme considerando las características de una y otra. En San Ramón hay inseguridad (dos semanas antes robaron una Petrobrás) y cada vez hay más casas con alarmas. En Chamizo no hay ni un guardia de seguridad, ni un vigilante.

El cabo Luis López, subcomisario de la seccional 2 de Chamizo, se aburre y lo confiesa sin pruritos. "Poco y nada. Más bien nada", dice antes de revisar una cuadernola donde lleva el registro de las cosas que pasan en Chamizo. Pasa las páginas y no encuentra robos, sólo un accidente fatal el 7 de junio, cuando una mujer en moto sin luces fue atropellada a las cuatro de la mañana por un ómnibus.

"Por un lado es mejor que no pase nada. Pero si pasa algo estoy yo solo. Somos uno por turno y yo no sé manejar, por lo que si hay que salir disparando, tengo que llamar a Fray Marcos", revela.

Chamizo es coqueto, tiene casitas lindas como salidas de cuentos, pero la gente no está. Algunos están trabajando, otros duermen la siesta, y los demás fueron al velorio de un tal Mónico, que vivía sobre la ruta 94. La plaza -curiosamente en una esquina se cruzan Plácido Labayén y 18 de Julio- está poblada con un perro callejero. Dan ganas de sentarse en un banco sólo para colaborar de extra.

Walter Camejo también se aburre; no lo dice, pero se le nota. Atiende un taller mecánico y lo que quiere contar es que en noviembre de 2003 integró la comisión de Patrimonio de los 100 años de Chamizo. Recuerda que hubo un desfile militar del Batallón de Caballería y un cortejo de novias vestida de época que deslumbró a los visitantes.

Chamizo vivió días de gloria: el tren llegaba expreso de Montevideo, la Onda también paraba, hubo una imprenta y en el pueblo todavía está el primer horno de El Maestro Cubano. También es del pago el último matrero, Martín Aquino.

Alarmados por algunas noticias de robos en Fray Marcos, la estación Ancap contrató un sereno para las noches. Por las dudas.

Lo último "grande" que recuerda Camejo, ocioso, fue un copamiento a un primo suyo hace cuatro años. Los delincuentes lo siguieron desde que el hombre sacó dinero de su cuenta bancaria en San Ramón hasta que llegó a Chamizo.

"Después, nada más".

Al salir de Chamizo, el cabo López vivía su momento más excitante en mucho tiempo: frente a la comisaría, en una canchita de fútbol, dos adolescentes habían pasado de los insultos a los piñazos. Los amigos miraban sin separarlos; López, de brazos cruzados, observaba desde la vereda de enfrente. Se entretenía mirando cómo se alteraba la modorra de la ciudad.

ES OTRA COSA. En Fray Marcos sí hay gente: caminando por la calle principal, en motos o bicicleta; hay muchos comercios abiertos y con clientes. Incluso hay Redpagos y Abitab, toda una novedad considerando que ni 25 de Agosto ni Chamizo tienen un local de cobranzas. Hay escuela, liceo, un local que cada tanto organiza bailes y hasta un prostíbulo. Los fines de semana hay un circuito de pubs que le dan vida nocturna a la localidad.

La población -unos 3.000 habitantes todo el año- tiene un saludable equilibrio de jóvenes y adultos.

Pero en Fray Marcos la mano no viene tan sosegada. Una semana antes de la visita de Qué Pasa, delincuentes entraron a una farmacia y prácticamente la vaciaron.

Isabel, empleada de la farmacia, prefirió no estimar las pérdidas. Dijo que en el último año ha cambiado la fisonomía de la ciudad. "Antes nos conocíamos todos, ahora ya no. Ves gente que no es de acá".

Ironiza con que quizás atraiga otros floridenses o montevideanos por aquello de lo que se ufanaba el ex intendente Juan Giachetto del desempleo cero. Lo cierto es que hace un año, una madrugada robaron la tienda de ropa Vicky, y ahí empezó a cambiar el ánimo del lugar.

"Aquella noche forzaron la cerradura y se llevaron 20.000 pesos en prendas. Un policía vio la puerta abierta y avisó", contó Ana Sánchez, de la tienda. Para ella los tres policías de turno en Fray Marcos ya no alcanzan y es inconcebible que la garita policial de la entrada esté desocupada.

Hugo Pereyra es enano y conduce un taxi con el embrague y el acelerador adaptado a su tamaño. Ya se jubiló, pero igual se estaciona sobre la avenida y cada tanto traslada a empresarios ganaderos. Desde su parada ve pasar lugareños y cada vez más desconocidos.

Su hijo, que también se llama Hugo, llegó a los medios hace algunos años porque había trabajado en algunos sketches humorísticos con Marcelo Tinelli, fue protagonista de un capítulo del programa Vidas y noticia en El País por querer agremiar a los enanos uruguayos.

Personaje de Fray Marcos, Huguito dejó de vestirse con el disfraz del amigo del dinosaurio Barney para trabajar en una herrería del pueblo. Él sabe más que nadie que sus vecinos están empezando a encargar rejas para cuidar mejor sus pertenencias. "Antes se podían dejar las puertas abiertas, pero ahora tenemos miedo. Han venido algunos vendedores ambulantes y uno termina sospechando", dijo Pereyra.

"En la herrería vemos cómo desde hace un mes se están empezando a pedir presupuestos y encargar puertas y ventanas con rejas. O los locales de cobranzas, por ejemplo, que están pidiendo vidrios antibalas para protegerse".

Fray Marcos ofrece muchas fuentes laborales, que se concentran en la lanera Fracchia, con más de 300 empleados, y un criadero de gallinas y cerdos que emplea a unas 400 personas más (aquello de lo que se jactaba Giachetto).

En esa esbozada pujanza se destaca un comerciante de la zona que hace un par de meses fue robado. Dejó estacionada una camioneta llena de mercadería para ir proveyendo pequeños comercios y cuando volvió, estaba vacía. Los robos se fueron sucediendo con cierta periodicidad: la tienda de ropa femenina, la farmacia, el viajero que distribuía productos de todo tipo entre Fray Marcos y Bolívar.

Desde la Jefatura confirman las estadísticas de Chamizo y Fray Marcos: de diciembre a junio hubo 18 denuncias de hurtos, 10 de las cuales ya fueron aclaradas, y 24 por daños (a fincas, comercios o en la vía pública), de las cuales 19 ya fueron resueltas. Tampoco recibieron denuncias por rapiñas, un delito violento que al parecer no se corresponde con la idiosincrasia de los delincuentes en estas zonas.

Ahora los comerciantes hablan de contratar un sereno que ayude a la Policía, algo más atareada que hace un año.

Lo del bar "El Raidista" ya es costumbre. El bar tiene su delincuente exclusivo, "El Mono Loco", un infanto juvenil de 16 años que entra cuando quiere y se lleva botellas, dinero o una bola del pool.

Todo el pueblo sabe que es él, incluyendo el dueño del boliche. En la seccional y el bar coinciden en que el chico, la piel de Judas, entra cuando quiere al bar por las noches, roba y se va. Con la misma facilidad sale de la comisaría.

"Nos estamos empezando a acobardar. Lo de la farmacia fue algo grande, así que no es gente de acá. Tendremos que empezar a enrejarnos, capaz. Lo que pasa es que acá somos todos mansos", dice Edgardo Martínez, mientras le sirve una grapa a un parroquiano que asegura que si lo dejaran a él no habría más "Mono Loco" amedrentando trabajadores mansos. Martínez termina: "Mirá, yo vengo en auto, lo dejo a una cuadra de acá y siempre con las llaves puestas. No sé por qué... costumbre. Pero ya tengo ganas de empezar a perderla".

Tortas fritas

Sonia Errencart (67) vivió durante décadas en el complejo Euskal Erría de Montevideo. Asaltaron tres veces su almacén y con su marido decidieron un cambio radical. Se fueron a Chamizo. Habían comprado el terreno para, algún día, "sentarse a comer tortas fritas". Hoy pescan y duermen siesta.

Seis delitos por mes

La seccional 2a. que tiene jurisdicción en Chamizo y Fray Marcos sumó 46 denuncias de delitos de diciembre de 2009 a junio, de las cuales aclararon 30. Fueron 18 hurtos, 24 por daños y dos por abigeato. A nadie se le ocurre robar un auto.

Durazno: más barrios tranquilos

El 29 de junio El País publicó una nota dando cuenta que el barrio Santa Bernardina en Durazno y el poblado de Blanquillo todavía vivían de "puertas abiertas" por el bajo índice delictivo. "En Santa Bernardina la gente comúnmente no utiliza llaves para cerrar sus autos y deja ropa a secar al sol", escribió el corresponsal Víctor D. Rodríguez. "Con la presencia de adolescentes y toda la comunidad vimos que no hay elementos como para decir que están en el vicio de la droga y la inseguridad", dijo el jefe de Policía de Durazno, Juan José García. Igual, vecinos exigieron presencia en un quiosco policial frente al puente "viejo", para prevenir.

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