Así son los retiros en Colonia de un grupo acusado por la Policía española de “secta new age de ayahuasca”

La Escuela Floresiendo, que hace rituales chamánicos, fue objetivo de un operativo en España: hay un juicio por varios delitos. Ahora se instalaron en Colonia del Sacramento, aquí hablan sus líderes.

Retiro de la Escuela Floresiendo, en la casa rural ubicada a unos minutos de Colonia del Sacramento.
Foto: Floresiendo.
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Por Sebastián Cabrera
Sant Pol de Mar es uno de esos encantadores pueblos a orillas del Mediterráneo donde la vida pasa lento. De calles estrechas, esta localidad catalana ubicada a unos 50 kilómetros de Barcelona tiene unos 5.000 habitantes que básicamente viven del turismo sobre todo durante el verano. Esa calma típica de este lugar se rompió hace unas pocas semanas cuando en medio de la noche llegaron muchos policías, de esos que llevan cascos y escudo antidisturbios, preparados como para reprimir una manifestación. El objetivo: una casa que de afuera parecía como cualquier otra pero donde adentro 23 personas estaban a punto de iniciar un ritual chamánico con ayahuasca , sapo bufo y rana kambó o “vacuna de la selva”, tres sustancias que tienen su origen en pueblos indígenas sudamericanos y que causan fuertes efectos alucinógenos. Para la Policía, se trata de drogas con efectos psicoactivos “prohibidos y peligrosos para la salud”. Para los líderes de este grupo —la Escuela Floresiendo— y de tantos otros, son “maravillosas medicinas” capaces de sanar a nivel físico pero sobre todo espiritual.

El ritual no se pudo llevar adelante esa fría noche de fines de marzo en este pueblo catalán.

De pronto, golpes, gritos y vidrios que se rompían. Según se ve en un video que poco después la Policía subiría a sus redes sociales, los efectivos atravesaron raudos la puerta de la casa y el clima de tensión se apoderó del lugar.

—Quietos, quietos, quietos. ¡No sale nadie, no sale nadie! —gritó un policía, mientras algunas personas se levantaban de una mesa.

Otro grupo de policías, ocho o nueve, ingresaron por una puerta lateral, como quien está a punto de detener a un poderoso grupo de narcotraficantes.

—Quietos, por favor —dijo un efectivo más calmo y le habló a una chica que caminaba rumbo al fondo—. Por favor señorita, póngase aquí, por favor.

Los policías, acompañados juntaron al grupo en un living y empezaron a recorrer el predio. En el video se ven varias ventanas rotas, un cuarto con camas cucheta, otro lleno de colchonetas, instrumentos musicales como guitarras, tambores y flautas, también una mesa con pipas para fumar lo que se conoce como “veneno de sapobufo alvarius, o sea bufotenina, un potente alucinógeno.

El operativo terminó con la requisa de unos 4.000 euros y 2.000 dólares, además de las drogas, y con dos detenidos, uno de ellos Sergio Sanz Navarro, un psicólogo que es uno de los líderes de Floresiendo. En el lugar se contaron 50 camas.

El comunicado oficial dice que los investigadores policiales enmarcan a los arrestados como organizadores de ceremonias y rituales de corte neochamánico “en las denominadas sectas new age, caracterizadas por el consumo de estas sustancias que producen grave daño a la salud”. Los participantes, bajo los efectos de estas drogas, “se vuelven más vulnerables y manipulables, lo que facilita su captación y vinculación al grupo”. La Policía española llama a dar más datos al correo sectasdestructivas@policia.es.

Los detenidos fueron liberados un par de días después pero el juicio está en marcha. Los acusan de los delitos de pertenencia a grupo criminal, contrabando (de sustancias), tráfico de drogas e intrusismo profesional, así como por infringir la Ley de Extranjería debido a que en el sitio había extranjeros en situación ilegal.

El hecho tuvo amplia cobertura en la prensa española, y llega después que el periodista youtuber Carles Tamayo se infiltró casi un año en la iglesia del Santo Daime, un culto sincrético que utiliza la ayahuasca en sus rituales. La difusión de esa investigación llevó a la justicia y a la Policía a tomar cartas en el asunto.

Un posteo que publicó Sanz en el blog de Floresiendo, el 27 de marzo pasado, empieza así: “¿Era necesario? 40 policías allanaron violentamente nuestra casa (…) con el propósito de instaurar una dictadura psicológica metiendo miedo a través de la intimidación”. Y sigue: “A golpe de maza reventaron las puertas, cristales rotos y corazones asustados”.

Operativo policial en la comuna de la Escuela Floresiendo en España.

Sanz es el líder español de este grupo que la Policía intenta desarticular. La otra representante es argentina: Florencia Soeiro. Ambos son exmiembros de Inner Mastery Ayahuasca, una organización internacional fundada en España y liderada por el argentino Alberto Varela, que también está presente en Uruguay entre otros países (ver más adelante). Ellos, Sanz y Soeiro, hacen retiros hace casi una década y el año pasado decidieron abrirse camino con una empresa propia.

En su web, Floresiendo se presenta como “una escuela donde la maestra es el amor” y “un espacio de liberación”, donde “se integran medicinas enteógenas como la ayahuasca y el bufo alvarius con enfoques místicos profundos”.

Sanz y Soeiro intentan expandirse al mundo: su página web está traducida a 17 idiomas, desde el chino al ruso y hebreo. La segunda sede —o comuna, como le llaman, que sería algo así como una “posada espiritual”— está en América: en Colonia del Sacramento.

Y acá entra Uruguay en la historia.

"Estamos retranquilos".

La comuna en Uruguay, a unos minutos de Colonia del Sacramento, está “a una hora en barco de Buenos Aires y tres de Montevideo”, se promociona en la web de Floresiendo.

Florencia Soeiro se conecta por videollamada y charla con El País en el enorme jardín de la casa coloniense un viernes de abril. Desde la tarde anterior ahí se realiza un retiro que seguirá hasta el domingo: cuatro días (y tres intensas noches) en la que participan una treintena de personas, casi todos llegados desde Buenos Aires, donde tomar ayahuasca no es algo prohibido pero hay más persecución que acá, argumenta ella.

Todos los visitantes pagaron una base de 260 dólares por el retiro de tres noches o 180 por dos noches, mientras que cada sesión de bufo y kambó se abona aparte (80 y 70 dólares respectivamente).

“Acá en Uruguay venimos hace siete años con la otra organización y nunca tuvimos problemas, son bastante abiertos y relajados” dice Soeiro, de 36 años, quien empezó con experiencias con la ayahuasca en Perú y luego se metió en el mundo de los retiros, que la “apasionaron”. Y relata: “Hemos tenido allanamientos en Córdoba y Mar del Plata en Argentina, ahora en Barcelona, pero acá estamos retranquilos, es maravilloso”.

En Uruguay se sienten seguros.

Se suma a la charla Sanz, de 31 años, desde Barcelona. Amable y con una sonrisa permanente, cuenta que por su situación judicial él no puede venir a Uruguay y su compañera no puede viajar a España porque sería detenida. La mayoría de los que participan del retiro, sin embargo, no saben lo que sucedió en Sant Pol de Mar.

Él dice que la Policía piensa que fue a “salvar a 23 personas” pero muchos de ellos hoy tienen secuelas de estrés postraumático.

—¿Son una secta, como dice la Policía española?

—No. Nosotros no pretendemos que se siga a ningún gurú —responde Sanz—. No estamos en contra del sistema y no fomentamos que las personas se alejen de sus padres ni de su entorno. Al revés: queremos que se reconcilien y que conecten desde el amor con ellos.

—Por eso creamos la empresa, para estar lo más legal posible —agrega Soeiro, su socia—. No lo hacemos a escondidas, mostramos todo.

Por estos días solo una persona vive todo el año en la comuna coloniense y tres en la catalana, aunque hubo más, dicen ellos. “Le decimos comuna, pero no hay un montón de gente ahí”, se atajan.

Retiro en la comuna de la Escuela Floresiendo cerca de Colonia del Sacramento.
Foto: Floresiendo.

Sanz dice que los clientes participan de uno, dos o máximo tres retiros “y que los que siguen es gente que quiere formarse” con ellos para luego organizar sus propios retiros.

No opinan lo mismo algunos especialistas, como Luis Santamaría, investigador de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas, quien desde la ciudad española de Zamora dice que “todos estos grupos de corte neochamánico que utilizan la ayahuasca y otras sustancias alucinógenas de origen natural con propósitos que no son recreativos, sino que van desde lo terapéutico a lo espiritual para adquirir una experiencia divina, traen consigo dinámicas sectarias”. Hay sí personas que acuden puntualmente “y su vínculo se queda ahí”, dice, “pero hay otras en las que se genera un vínculo de dependencia emocional y psicológica con esos facilitadores que actúan como verdadero líderes sectarios”.

El discurso de acompañamiento desde el amor le da a la sustancia “una importancia central, cuasi divina, ya sea de expansión de la conciencia o de fusión con el universo”. El líder de grupos como este termina siendo “un gurú capaz de dirigir la vida completa de muchas personas que acuden en situaciones de vulnerabilidad, a veces con problemas, traumas o enfermedades” que quieren sanar, dice Santamaría, teólogo y exsacerdote.

Agrega que hay un auge de grupos neochamánicos como Floresiendo que creen tener una verdad “con un sentido mesiánico” y en particular porque hay un mercado “de personas deseosas de autoayuda y paz interior”. Y ahí entra un “objetivo lucrativo”, ya que el “éxito comercial” suele ser importante.

¿Pero el peligro es la sustancia o la forma en la que ellos la utilizan? “Son las dos cosas. Objetivamente hay un riesgo grande en estas sustancias pero también están las dinámicas de los grupos, que implican un mayor riesgo para los clientes”, responde Santamaría.

También desde España, Emilio Molina —integrante de dos organizaciones no gubernamentales, la Asociación para proteger al enfermo de terapias pseudocientíficas y la Red de prevención del sectarismo y abuso de la debilidad— observa “un caldo de cultivo muy preocupante” y espera que las recientes operaciones policiales “se vean respaldadas por sentencias judiciales sensatas” pero admite que eso es difícil porque la legislación tiene algunos vacíos.

Molina dice que el grupo Floresiendo es “uno más” de tantos que han ido surgiendo “al rebufo de grupos grandes de alto riesgo sectario como Inner Mastery y Santo Daime”. Todos estos grupos, sostiene, “comparten características preocupantes, como la de aplicar en lugares retirados (lejos de una atención sanitaria rápida en caso de necesitarla), una serie de rituales donde se combina sugestión previa, una o varias drogas psicotrópicas en absoluto exentas de riesgos, una sugestión durante el propio ritual y una a posteriori donde se trata de encauzar las vivencias del participante a la conveniencia del organizador, que busca fomentar en el participante cierta recurrencia en la participación”.

A sus organizaciones han llegado casos de personas que relatan “cómo se les captó con la excusa de una elevación espiritual, un mayor autoconocimiento o un tratamiento para alguna dolencia”.

La liberación.

Volvemos a Colonia. La ayahuasca, brebaje originario del Amazonas con efectos alucinógenos debido a la presencia de la dimetiltriptamina (DMT), ocupa un lugar relevante en los retiros de Floresiendo pero sus líderes dicen que está lejos de ser el central. “No ponemos la ayahuasca en el medio”, afirma Sanz, “la usamos como una herramienta para que las personas se puedan conectar con el amor y desde ahí redescubrirse a sí mismos”.

La toma de ayahuasca es en una carpa grande llena de colchonetas, cada una al lado de un pequeño balde con una bolsa de nylon para que la gente pueda vomitar, algo muy habitual, aunque ellos aclaran que, contrariamente a lo que muchos piensan, la “sanación” y la “liberación” no se produce durante ese momento.

Soeiro dice que “se trabaja mucho la vincularidad con el otro” y por eso hay dinámicas de biodanza, lo que facilita que al momento de la toma de ayahuasca “se puedan sentir abrazados para desarmarse con confianza y liberarse”. Sanz cuenta que es muy importante que estas sustancias se usen “en grupo” porque hay un impacto mayor debido “a la necesidad de perder miedo ante los otros” y sentirse en un entorno seguro.

Y luego advierte que en Inner Mastery, donde antes trabajaban, “se pone un foco grande en la confrontación” y en cambios ellos ahora “apuestan por la suavidad, el cariño y el abrazo”.

Ritual de toma de ayahuasca en la Escuela Floresiendo, cerca de Colonia del Sacramento.
Foto: Floresiendo.

¿Cómo llega la ayahuasca al país? No hay demasiados controles y tanto en este como en otros centros suele ingresar por frontera terrestre. Tal como indica el International Center for Ethnobotanical Education, Research and Service (Iceers), la DMT es una sustancia controlada en el país pero la situación jurídica de la ayahuasca es algo incierta y hay una suerte de vacío. Los centros de ayahuasca siguen llevando a cabo sus rituales en una red informal que “no parece constituir una gran preocupación para las autoridades” uruguayas, dice Iceers. Esta situación ambigua llevó a la confiscación de varios litros de bebida en la frontera con Brasil en 2009, destinada a la comunidad del Santo Daime. En 2021, en tanto, la jefatura de Colonia incautó algo que parecía ayahuasca, la analizó y detectó una “sustancia prohibida”, por lo cual canceló el encuentro, dicen fuentes del Ministerio del Interior a El País.

Como con cualquier otra droga ilegal, el tráfico y la venta está penalizado en Uruguay pero el uso personal no.

Sanz y Soeiro hablan de la ayahuasca y otras sustancias como “medicinas” que “expanden la conciencia” y permiten “liberar” traumas anteriores.

—Hablan de medicinas. ¿Realmente creen que pueden curar enfermedades?

—En mi experiencia he visto personas sanarse de cáncer y otras que fallecieron —admite Soeiro—. No es que la ayahuasca y todo esto cure, nosotros nunca vamos a decir que esto cura porque generaríamos una expectativa enorme.

—Pero en la web de Floresiendo hay testimonios de gente que dice haberse curado, como una mujer que relata que es “otra desde la primera medicina” y pudo revertir una enfermedad de 30 años: “Ya no existe virus en mi sangre”.

—Esa es Silvia. Es una chica a la que se le hizo negativa la carga viral (de HIV), ella estaba muy contenta. Igual no quiere decir que no vuelva a aparecer. No se curó. Las medicinas nos ayudan a abrir lo que está adentro. La gente libera emociones, llora un montón, grita, se ríe. ¿Tú tuviste experiencias con ayahuasca?

—Nunca probé.

—Al no conocer, lo primero que te viene a la cabeza es una droga. Pero, si vivís la experiencia, te das cuenta que es una medicina y no una droga.

Un médico, una economista y un barbero.

¿Y qué dicen los que participan del retiro? Uno de ellos es el médico argentino Ain Stolkiner, quien tiene una beca doctoral para realizar una investigación sobre psilocibina (el principio activo de los hongos cucumelos) en pacientes con depresión asociada al cáncer. Cruzó a Colonia no necesariamente para liberar traumas del pasado, sino para “ver de qué se trata” y al mismo tiempo conocerse más a sí mismo. Se encontró con “historias personales muy pesadas”, desde problemas de adicciones a pérdidas de familiares cercanos o fuertes depresiones. “Es una experiencia muy intensa, la medicina occidental tiene bastante para aprender de las tradiciones de cientos de años con usos medicinales psicodélicos”, dice.

La economista Noemí Scianca, de 58 años, llegó al grupo a través de una amiga que estudia chamanismo. En la primera toma de ayahuasca experimentó enorme placer pero en la segunda noche se complicó todo. Su compañero de colchoneta “tuvo un proceso de gritos y aullidos” y ella no soportaba que gritara así: “Me dio bronca y miedo”, relata, “me quise ir pero como estaba en trance no me daban las piernas”. Se le pasó por la cabeza la muerte de su abuela en el parto de su madre, una tragedia familiar. Pasaron todos sus afectos, vivos o no. Le dijo a su madre que lamentaba que “no haya podido ser feliz” en su vida. Se dijo que no tuvo hijos por esa carga y “liberaba” que su sobrina los tuviera.

También le aplicaron kambó en la piel: tuvo calor y frío, le subió la presión y le bajó, vomitó mucho, “como un vómito liberador”.

Julio, un exadicto a la cocaína, llegó desde Buenos Aires acompañado de su abuela. Ambos tomaron ayahuasca, él intentando afrontar las razones por las que consumía, ella para acompañarlo. Él también fumó bufo: le dio amor “propio” y la aceptación “por completo”, tanto que en un momento se desnudó. En la tercer noche y sexta toma de ayahuasca (en su caso fueron dos por noche) se sintió en algo así como “el cielo”, su paraíso “con gente que me quiere, me cuida y me acepta como soy”.

Retiro de la Escuela Floresiendo en Colonia del Sacramento.
Foto: Floresiendo.

—Y ahí flashé que estaba muerto, experimenté el mayor miedo de mi vida.

—¿Qué sentiste?

—Que no iba a poder volver y que tenía que aceptarlo. Lloré mucho.

—¿Regresarías a Floresiendo o con esto ya fue suficiente?

—Entendí que la ayahuasca es un portal hacia el conocimiento —responde—. Voy a volver, hay gente que dedica su vida a tomar ayahuasca. Que curte este mambo. ¿Por qué yo no?

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