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En Uruguay cambian los nombres, pero la fórmula sigue siendo la misma

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Brian Rodríguez en el Uruguay vs. Estados Unidos

SELECCIÓN

La selección uruguaya sigue prefiriendo la línea directa al gol, aunque con los delanteros nuevos prima la velocidad sobre la maniobra.

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La dupla Suárez-Cavani, como en algún momento la que formaban Forlán y Suárez, es una bendición de los dioses del fútbol para Uruguay. Como en otras épocas aparecieron caudillos indomables en la defensa o el mediocampo, entrealas considerados maestros por su capacidad técnica o un veloz puntero que dejó su surco por la derecha en Maracaná 1950 hasta dar vuelta un mundial, con aquellos se logró contar con jugadores capaces de decidir partidos en una sola acción.

Su poder goleador resolvió para la Selección uruguaya infinidad de duelos que se presentaban complicados: en muchos casos para ganar no fue necesario que el equipo expresara superioridad con la pelota, sino que alcanzaba que la globa le llegara a ellos, que se encargaban del resto.

Esta ventaja determinó que el estilo ofensivo del equipo se simplificara: ¿para qué entretenerse con mil toques, si adelante esperan dos monstruos?

El mejor ejemplo fue el primer gol a Portugal en el Mundial de Rusia. Una pared larga entre los dos salteños, a toda velocidad a través de la defensa lusitana, para la definición de Cavani. Cuando Cristiano Ronaldo y sus compañeros pestañearon, ya era gol.

Por supuesto que Tabárez buscó vías para llegar con mayor certeza a Suárez y Cavani, pero sus pruebas no tuvieron resultados permanentemente satisfactorios. Por lo general, el mediocampo con un enganche no funcionó: pocas veces el futbolista encargado de esa función fue desnivelante con sus pases o cambios de frente. Al tal punto que por lo común, el mejor asistidor para Suárez fue Cavani, y viceversa.

Otra vía fue la incursión por las puntas de los volantes laterales, haciendo el juego con los marcadores. Hubo un momento en que Carlos Sánchez pareció la solución, incluso por su buena pegada de pelota quieta para aprovechar la presencia de los buenos cabeceadores del equipo en el área rival, pero duró poco tiempo.

El rendimiento discontinuo de los enganches y las alternativas de los volantes laterales determinaron que durante mucho tiempo, la característica principal de los mediocampos del seleccionado fuera su combatividad por sobre el manejo de la pelota. Por supuesto, en los mejores momentos, como los de Arévalo Ríos y el Ruso Pérez en Sudáfrica 2010, o del propio Arévalo con otro compañero en otros torneos, ese mediocampo no dejaba jugar al rival y participaba con eficacia del arranque de la ofensiva, pero en muchos partidos se comprobó un déficit de generación de fútbol.

El recambio generacional que empezó en Rusia 2018, además de dar lugar a mediocampistas más jóvenes, también le agregó capacidad técnica a esa zona del equipo. La caída en el rendimiento de los viejos guerreros y la afirmación de sus reemplazantes en sus clubes se registró en un plazo relativamente breve, por lo cual muchos de los nuevos llegaron a Rusia todavía haciendo experiencia en la Selección y con el necesario acople con sus compañeros todavía pendiente.

De esa forma, durante el Mundial el estilo de Uruguay fue esencialmente el mismo de los años previos más allá del cambio de nombres. Costó hacerle goles a rivales que se metieron atrás como Egipto y Arabia Saudita, fue contundente ante el dueño de casa cuando este pretendió hacer pesar esa condición, pegó en los momentos justos ante Portugal y se despidió ante Francia sufriendo la ausencia de Cavani.

La Copa América 2019 debió ser la afirmación del nuevo estilo, pero la temprana (y desafortunada) eliminación ante Perú impidió ver si se confirmaba en la etapa decisiva lo mostrado ante Ecuador y en pasajes de los encuentros con Japón y Chile.

Con los nuevos delanteros, velocidad antes que maniobra

Rusia está ya lejos, la Copa América de Brasil es pasado y los amistosos que enfrenta la Selección en los últimos meses de 2019 representan la preliminar de las eliminatorias para Catar. Parecería que todavía queda tiempo para que la Celeste tenga los retoques indispensables, pero en fútbol el tiempo suele pasar volando.

Uno de los objetivos de esos amistosos es completar la evolución del mediocampo, que debe agregar creatividad y control de pelota sin perder la capacidad de combate.

Sin embargo, las lesiones de Suárez y Cavani, más la situación judicial de Stuani en España, determinaron que Tabárez debiera dar su lugar a los nuevos delanteros en esta fecha FIFA contra costarricenses y estadounidenses.

Es positivo que promesas recientes como Brian Rodríguez, promesas anteriores como Jonathan Rodríguez y realidades ya afirmadas en Europa como Maxi Gómez empiecen a foguearse con la camiseta del seleccionado, pero obviamente no son los dos salteños famosos, ni tienen sus mismas características como delanteros.

Los dos Rodríguez también son veloces y arrancan con la idea fija del gol, como lo demostraron convirtiendo ante Costa Rica y Estados Unidos. Y Gómez sigue la huella de Suárez como 9.

En estos amistosos, Tabárez pudo probar a sus hombres del mediocampo con diversas figuras tácticas y posiciones, pero en general no cambiaron el estilo habitual del equipo, más cómodo y eficaz con los ataques rápidos que con la elaboración meticulosa del juego.

En el primer tiempo contra Costa Rica se vieron algunas combinaciones interesantes de De Arrascaeta con Maxi y Brian, aunque el gol de ese período fue de penal. El tanto del triunfo debe anotarse al ojo atento de Jonathan para aprovechar la indecisión del defensa.

Frente a Estados Unidos, lo mejor de Uruguay fueron el gol y la jugada del primer tiempo que inició Valverde y que por poco no consiguió culminar Jonathan. En ambos casos la jugada se inició con una pelota recuperada cerca del área propia y prosiguió cruzando rápidamente casi todo el campo. Una acción no se cerró con remate, lo cual fue una lástima; la otra concluyó con el golazo de Brian. No muy diferente a esas incursiones que hicieron alguna vez Forlán, Suárez y Cavani entre ellos, y que dejaron sin aliento a tantos adversarios.

Cuando en cambio la maniobra se hace más lenta y pensada todavía resulta menos eficaz. No es que De Arrascaeta, Valverde, Bentancur, Vecino, el propio Brian no puedan pasarse la pelota con elegancia, pero al llegar al área falta el toque sutil entre los defensas rivales para habilitar a los delanteros.

Por supuesto, fácil es decirlo, la ejecución es otra cosa. Exige un toque rápido para evitar la cobertura de la defensa y al mismo tiempo justo para evitar que llegue a manos del arquero o se vaya demasiado largo. Quien parece mejor dotado para ese pase quirúrgico es Valverde, a la espera de que De Arrascaeta complete su adaptación a los movimientos del equipo.

También se requiere que los delanteros sepan leer la jugada y se muevan en el momento justo. Todo eso lo dan los reiterados ensayos en las prácticas y los partidos, que suelen ser pocos en cualquier seleccionado.

Y falta también que el circuito abarque a todo el equipo. Si en ese movimiento la pelota vuelve a los zagueros y el rival presiona, todo termina con un toque a Muslera y el pelotazo del arquero a dividir arriba.

Si en el plantel hay delanteros rápidos y voraces, hay que aprovecharlos con la jugada directa. La tarea de los mediocampistas es saber cuándo hacerlo y cuándo buscar el gol por los caminos secundarios. Estos hombres son capaces de hacerlo.

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