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No para de sufrir: Fabián Césaro sigue extrañando jugar

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Fabián Césaro. FOTO: El País.

ENTREVISTA

Terminó jugando en una liga casi amateur, pero igual actuaba como un profesional: se iba a un hotel a concentar y almorzaba una pasta.

Hace cinco años que Fabián Césaro dejó de jugar. Estiró la carrera lo más que pudo: hasta los 42 años. Pero aún hoy sigue extrañando no entrar a una cancha los fines de semana.

“Es muy difícil dejar de jugar. Me costó mucho. Yo terminé jugando en una liga semi profesional de acá de Argentina. Uno nunca quiere dejar de jugar. Yo que siempre jugué en el medio, terminé de número dos, casi atrás del arquero. Me reía con los compañeros. Mis últimos cuatro años jugué de dos. Un poco con la experiencia, con carpeta. Pateaba los tiros libres, los penales y hacía algún gol de cabeza. Y era el capitán. Pero cuesta muchísimo dejar”, contó Césaro desde Rafaela donde está radicado hace más de una década.

“Sobre todo cuesta cuando uno se lo toma muy profesionalmente. Yo concentraba hasta para jugar en esa liga que era casi amateur. Me iba a un hotel los sábados de noche, y a las nueve o diez ya estaba durmiendo. Y me comía mi pastita al mediodía. Eso demuestra lo que cuesta dejar”.

De todas maneras, como en sus últimos tiempos de jugador ya había comenzado a entrenar a las juveniles del club donde jugaba, eso le facilitó las cosas. “Por suerte enseguida agarré de técnico. Entrenaba a los chicos a la tarde y de noche ya me quedaba para entrenar yo, porque en esa liga como casi todos trabajan se entrena de noche. Y por eso se me hizo un poco más fácil. Yo sabía que a los 42 años no iba a poder seguir jugando mucho más con gente de 18 o 19”, admitió.

“Se extraña. No estar en una cancha los sábados o los domingos se sigue extrañando. Es increíble, pero me sigue costando. Y entiendo a muchos amigos y excompañeros que no tuvieron la posibilidad de seguir en el fútbol y hasta se han enfermado. Es bravo cuando uno desaparece del entorno del fútbol. No es que la gente se olvide de uno, pero el fútbol es muy dinámico y uno va quedando al margen. Hay que acostumbrarse pero es muy duro. Sobre todo cuando uno jugó en Peñarol, con todo lo que eso significa. Siempre a full, entre entrenamientos, concentraciones y partidos...pelear el campeonato, jugar Copa Libertadores. Esa exigencia de todos los días me encantaba y la supe aprovechar. Pero cuando todo eso no está más, se complica”.

Fabián Césaro. FOTO: El País.
Fabián Césaro en la mitad de la cancha de Peñarol. FOTO: El País.

CAMPEÓN. Peñarol, el equipo que defendió en tres diferentes etapas fue lo más importante en la carrera de Césaro. Entre otras cosas porque siempre había sidoAhincha del club, desde pequeño. “Es más, a mi hija más chica, que tiene tres añitos todos los días le hablo de Peñarol. Y ella es argentina, más allá de que va a Uruguay a ver a la abuela”.

“Mi mejor momento fue en el 2003, cuando salimos campeones con Diego Aguirre. Siempre le estuve muy agradecido a Diego, porque peleó bastante para volver a llevarme al club. Jugué todo el año y salimos campeones. Fue increíble por cómo sucedió todo. El Apertura nuestro fue malo; no ganábamos y cuando no ganás en Peñarol todo se hace complicado. Nacional ganó el Apertura y lideraba la Tabla Anual. Para el Clausura llegó Chilavert que revolucionó todo y empezamos a mejorar. Ganamos el Clausura y pasamos a Nacional en la Anual. Jugamos la final del Campeonato Uruguayo y la ganamos. Y nos fuimos caminando a San Cono, por eso lo recuerdo tanto”, relató el exvolante quien nació del otro lado del charco, pero cuando aún era un bebé se vino a Uruguay.

“Mis padres son uruguayos, pero vivían en San Isidro cuando mi hermano y yo nacimos. Pero me considero uruguayo. Acá siempre me dijeron ‘Uru-Uru’, pero a veces alguno se da cuenta que nací en Argentina. Y yo peleo, les digo que no, que soy uruguayo. Mis costumbres no son argentinas sino uruguayas”.

boca
Enfrentando a Boca Juniors.

El año pasado estuvo entrenando en las formativas del Peñarol de Rafaela. Hoy trabaja en una academia de fútbol con niños que van desde los cinco o seis años hasta jóvenes de 18 y 19. “Es mixto, con chicas y chicos. Por lo general son juveniles que juegan en los clubes de la Liga de Rafaela y vienen a la academia a perfeccionarse. A mejorar. Hacemos sobre todo fundamentos y coordinación”, dijo quien siempre está pendiente de Uruguay y escucha los informativos y los programas deportivos. No niega que le gustaría regresar para trabajar acá.

“Nunca me lo ofrecieron, ni de Peñarol ni de ningún lado. Pero iría, obviamente. También jugué en Liverpool cinco años y fui capitán. Es un club que quiero mucho. Iría a trabajar a Uruguay sí, allí tengo a mis hijos mayores, a Susana mi mamá y a mis hermanos. La mayor parte de mi familia está en Uruguay. Aunque habría que ver lo que opina mi mujer, la rafelina”.

san cono
Cada vez que vuelve a Uruguay va a ver al santo que le dio un tíitulo, un ascenso y un hijo.
RECUERDO

Dos peregrinaciones a San Cono

Tras vencer a Nacional en la final del Uruguayo de 2003, Césaro y varios de sus compañeros se fueron caminando a San Cono. “Cuando no se nos daban las cosas, se nos ocurrió la idea de San Cono, creo que con el Gaby (Cedrés) y el Nico (Rotundo). Salimos derecho mismo del estadio y agarramos la ruta. Yo me había desgarrado en la final y de a ratos me llevaban. La gente se iba enterando de que caminábamos para Florida y nos empezó a acompañar. Lo mismo que compañeros nuestros en auto. Fue algo maravilloso. ¡Único!”, contó quien repitió la caminata con Juventud de Las Piedras. “Se me cumplió dos veces lo de San Cono. Años después jugué en Juventud y los compañeros me preguntaron cómo había sido lo de Peñarol. Querían hacer lo mismo. Y peleamos y logramos el ascenso a Primera División. Por eso cada vez que voy a Uruguay voy a visitar al santo. Además, mi hijo Guillermo nació el 3 de junio, el día de San Cono”.

hijos
Con sus hijos mayores: Melina y Guillermo, el varón nació el día de San Cono.

Un doble cinco que no se olvida

Fabián Césaro mantiene amistad con varios de sus compañeros de Peñarol, sobre todo con Nicolás Rotundo con quien sigue en contacto. “Hablo mucho con el ‘Nico’ y siempre me dice que la gente lo sigue recordando conmigo al lado. Él jugó como 20 años en Peñarol, pero la gente le habla de aquel doble cinco que formábamos los dos”, contó riendo el aguerrido exvolante.

Césaro es padre de tres hijos: Melina de 22 y Guillermo de 17 de su primer matrimonio; y la pequeña Emilia, de tres años, producto de su amor con la rafaelina Erica. Con ellas dos cumple por estos días con la cuarentena que es obligatoria en la vecina orilla.

“Imagináte, la chiquita de tres años recién había comenzado el colegio y luego cerró todo. Y es bravo entretenerla todo el día en casa, por más que tengo un patio grande con bastante espacio para jugar. Pero si yo, que estoy acostumbrado a entrenar, me vuelvo loco sin hacerlo, para una niña y tan chica es peor”.

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