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El estado del alma

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Quizás sea una de las frases que más identifica al Dr. Jorge Batlle, la que titula el artículo y diera pie a que el expresidente más tarde creara la Comisión para la Paz.

Quizás sea una de las frases que más identifica al Dr. Jorge Batlle, la que titula el artículo y diera pie a que el expresidente más tarde creara la Comisión para la Paz.

Me hizo acordar en algo a aquella de Wilson cuando definió al Uruguay como una comunidad espiritual. Las dos son muy uruguayas, definen nuestro ser nacional. Tierra de inmigrantes, sin quiebres geográficos importantes (una penillanura levemente ondulada como nos enseñaron), compartimos básicamente valores heredados de la civilización judeo-cristiana. La política también es “levemente ondulada”: nos peleamos sin pasarnos de los límites y nadie pone en riesgo la estabilidad de un sistema democrático que es la garantía indispensable para que germine… el estado del alma.

Esta semana mucha gente se reivindicó con Jorge Batlle. El paso del tiempo lo iba a lograr, pero su muerte catalizó lo que era inevitable. Negarse a reconocer que salvó a Uruguay cuando todo se caía en 2002 no podía durar mucho. Los fanatismos políticos no pueden llegar al extremo de negar la realidad.

Tuvo el coraje de pelear para cuidar el tesoro más grande que generaciones de uruguayos cultivaron: la seriedad del país. Obvio que tuvo costos, pero peor hubiera sido caer en default. Al año estábamos recuperándonos y entregó, meses después, una economía en crecimiento. Argentina declaró la quiebra que aquí alguno recomendaba, y les llevó 16 años que en el exterior le volvieran a creer.

Antes, mucho antes, tuvo que enfrentar la infamia y la injuria. Mucho tiempo le costó a Batlle levantar las acusaciones que recibió personalmente. La vida pública es muy dura, y a él le llegaron los extremos de querer destruirlo. La acusación que recibió es de aquellas que pegan en el fuero más hondo, el de la honradez y el que intenta desacreditar el servicio público que es la política. Los que lo acusaron, que estaban en tiendas aparentemente diferentes, nunca recibirán la despedida que recibió Batlle esta semana.

Por su apellido podía esperar que lo fueran a buscar pensando que la historia le tenía una silla guardada. Sin embargo no lo aprovechó para hacer carrera; quizás hasta la rebeldía a que alguien pensara eso lo llevó a romper con los paradigmas ideológicos del batllismo y a ir a contrapelo, demostrando que valía por su capacidad y no por su cédula.

Luego de una vida de trabajo donde la Presidencia de la República lo esperó hasta el final, tenía méritos para disfrutar de un reposo militante. No lo quiso, salió a mil, como fue toda su vida (y su muerte), a pelear por su Partido Colorado. Demostró con eso que el suyo no fue un proyecto personal, que compartía una versión del amor al país que partía de su origen político y partidario. Esa matriz es diferente a la de los Blancos. La fuerza del amor hacia el Uruguay es la misma. En tiempos de desprecios democráticos supo estar siempre del lado de la Constitución. No se amilanó ante quienes a derecha e izquierda se aliaban contra ella. Por eso inclinamos nuestras banderas ante el Dr. Jorge Batlle. Fue un adversario brillante, de los que nos desafía a ser mejores. Fue nuestro presidente, no solo formalmente sino también por haberlo votado en el balotaje. No era fácil convencer a los Blancos de votar a un Batlle, pero lo hicimos. Y fue muy bueno lo que hicimos. Esa es hoy, ante la muerte del presidente Batlle, la tranquilidad que irradia el alma.

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Javier García

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