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“Tapar agujeros”

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La entrevista que publicó El País la semana pasada a Diego Aboal, el nuevo director del Instituto Nacional de Estadística (INE) permite hacerse una idea de lo que es la muy mala herencia estadística de la era frenteamplista.

Si alguien se fija en las declaraciones de los dirigentes del Frente Amplio (FA) y de los representantes de la hegemonía cultural izquierdista acerca de las estadísticas del INE, no hay nadie en los últimos cinco años que no haya destacado su calidad, honestidad, eficiencia y profesionalismo.

No se podía siquiera criticar lateralmente lo que el INE hacía, porque la progresía nacional reaccionaba atacando la calidad moral del crítico y la pertinencia del comentario que, según ella, ponía en tela de juicio la seriedad institucional del país.

A pesar de semejante contexto dogmático y casi estalinista, del cual se hizo eco con gran voluntad, por ejemplo, el actual rector de la Universidad de la República, hubo voces que se animaron a denunciar problemas estadísticos serios. Así, desde estas páginas, por ejemplo, se argumentó en el sentido de que el índice de pobreza monetaria que calculaba el INE estaba fuera de la realidad, y también se señalaron los disimulados pero gravísimos problemas que tuvo la realización del Censo de 2011. Y no fue porque hubiera una convicción de que las cifras del INE estaban dolosamente manipuladas; sino que fue porque se hacía evidente que había desidia en la actualización metodológica, y que eso perjudicaba la calidad de algunos de los resultados estadísticos que se presentaban.

La izquierda siempre ha querido hacer creer que los mejores cuadros de gobierno formaban parte del FA. Esa mayor calidad suponía, en teoría, que esa gente era capaz de valorar la importancia de contar con estadísticas actualizadas, periódicas y bien hechas. Patrañas.

Dice Aboal: “este es el organigrama del INE. De las seis divisiones en las que está compartimentado el Instituto, no hay directores en ninguno y en cuatro de ellos no hay siquiera subdirectores. En paralelo a esto, hay que hacer el cambio de base en cinco indicadores: Índice de Precios al Consumo, Índice Medio de Salarios, Índice de Costo de la Construcción, Índice de Volumen Físico de la Industria Manufacturera y el Índice de Precios de Productos Nacionales. Eso sin contar que no concretó el ajuste de cómo se mide la línea de pobreza y armar un nuevo indicador de medición multidimensional de la pobreza”. Y agrega: “El primer año va a estar dedicado a poner la casa en orden. En el INE hay unas 60 vacantes que no han sido completadas. Hoy casi no se pueden hacer estudios demográficos porque en esa unidad hay una sola persona”.

El nuevo director señala en la entrevista lo mismo que aquí se afirmó en más de una ocasión: que el INE puede mejorar la calidad de sus productos, pero que eso no quiere decir que en el pasado se hayan manipulado datos con mala fe, o por ejemplo, de forma de favorecer estadísticamente la evaluación de ciertas políticas públicas del gobierno. Y queda muy claro del balance que realiza Aboal al llegar a la institución, que el INE estaba en serios problemas.

Un ejemplo de estos problemas es la realización del censo, que tan importante es para conocer el estado de situación del país y para evaluar las políticas que se llevan adelante. En 2004, al salir de la crisis económica más terrible del último medio siglo del país, el INE tenía todo pronto para poder llevar adelante un censo que cumpliera con la recomendación internacional admitida de una periodicidad de diez años (cuando el último era de 1996). Sin embargo, la administración del FA lo realizó recién en 2011, y lo hizo tan mal que falló en tomar información de cerca de 87.000 personas que mayoritariamente vivían en Montevideo.

Al llegar 2018- 2019, cualquier administración precavida y seria debió iniciar los procesos para realizar un nuevo Censo en 2021, es decir, diez años más tarde que el último efectuado con tanta dificultad.

Pues bien, en la entrevista Aboal señala que “los censos para hacerlos bien, necesitan tiempo (...) Esta es una decisión de gobierno, que trasciende al INE, pero podríamos intentar un censo para el año 2023”. ¿Qué es lo que cualquier atento lector deduce? Que así como el FA no tuvo capacidad de hacer el Censo en tiempo y forma en 2005-2006, tampoco tuvo la previsión de dejar todo pronto para hacerlo en 2021.

La visión hegemónica de la izquierda siempre ha querido hacer creer que los mejores cuadros de gobierno formaban parte del FA. Esa mayor calidad suponía, en teoría, que esa gente era capaz de valorar la importancia de contar con estadísticas actualizadas, periódicas y bien hechas.

Puras patrañas. En realidad, dejaron todo tan mal, que hay que dedicarse a “tapar agujeros”, como dijo Aboal.

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