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Nadie está contento

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A seis meses del regreso de Tabaré Vázquez a la Presidencia de la República, la sensación que deja su gobierno es de descontento general. No creo que haya muchos satisfechos con lo que ha sido su gestión, aunque tampoco creo que ello sea imputable in totum al Presidente. José Mujica y su legado de deterioro social son muy difíciles de sobrellevar.

A seis meses del regreso de Tabaré Vázquez a la Presidencia de la República, la sensación que deja su gobierno es de descontento general. No creo que haya muchos satisfechos con lo que ha sido su gestión, aunque tampoco creo que ello sea imputable in totum al Presidente. José Mujica y su legado de deterioro social son muy difíciles de sobrellevar.

El escenario del país se ha convertido en un campo de batalla, donde todos los días surgen elementos de conflicto. Los hay en el ámbito político, donde la unidad del Frente Amplio es sometida periódicamente a prueba por los enfrentamientos entre dos sectores claramente definidos: Vázquez y Astori por un lado, el MPP de Mujica y el Partido Comunista por otro. Diez años de gobierno han pasado factura, y el reparto del poder ha generado luchas fratricidas que se vislumbraban en la campaña electoral, pero que explotaron con violencia inusual a partir del 1° de marzo.

Vázquez ya no es aquel personaje catalizador de todas las aspiraciones y ambiciones del FA, que con su sola presencia (y sus habituales amenazas de renuncia si era contrariado) alineaba a todo el conglomerado detrás de él. Ahora tiene un mando constitucional pero no político, por la disputa permanente de un Partido que muestra sus desequilibrios.

El Frente juega, hasta ahora por lo menos -y no por estrategia-, de gobierno y oposición al mismo tiempo, y los principales problemas de su gestión se generan en su interior. Eso debilita y mucho al gobierno, porque los votos y las mayorías parlamentarias aparecen en la vereda de enfrente.

El “enemigo” es el que tienen al lado y con este panorama, no creo que haya muchos frenteamplistas contentos.

El panorama sindical-compañero que encarna el Pit-Cnt está inquieto y en permanente movilización. Ha desencadenado una ola de movilizaciones (lleva cinco paros generales, cuatro parciales y uno de 24 horas) desconocida en la era frenteamplista, más habituada a medidas pour la galerie que a francas confrontaciones.

El Presupuesto Nacional y los Consejos de Salarios se encuentran con una realidad a la que no estaban acostumbrados con el FA en el gobierno: amainaron los vientos de la bonanza económica en el mundo, el vecindario hace agua y se sacude por la corrupción, y ello repercute fuerte en las bases de negociación.

La generosidad de antaño debe ajustarse por imperio de la realidad. La administración Mujica dejó al país con números en rojo, hay que recuperarlos y la situación no está como para festejar porque la torta se achicó y mucho. Con este panorama, no parece que haya muchos sindicalistas contentos.

Está la otra dirigencia sindical, la de los gremios de la Enseñanza que son bastante díscolos con las directivas del Pit-Cnt y están en condiciones de jugar “la suya”: tienen de rehenes a la gran mayoría de los niños y jóvenes del país. ¡Y vayan si la juegan!

Han sido protagonistas principales de los mayores desmanes en este periodo y nada indica que van a atenuar esa actitud. Lograron hacer recular al gobierno en su intento de imponer la esencialidad de la educación (los días de clase perdidos bordean el mes), y han sido factor -indirecto o directo- de movilizaciones que terminaron en serios incidentes y gente procesada, como la ocupación del Codicen.

Han convertido el derecho y la obligación de la educación en una fantochada. Pese a todo, no han logrado que sus reclamos sean aceptados y sus alumnos y los padres de sus alumnos sufrirán nuevos embates en cualquier momento.

Con este panorama, nadie en el amplio mundo de la educación puede estar contento.

Seis de cada diez uruguayos, un 60% de la población, están enormemente preocupados por la inseguridad que ha ganado todos los ámbitos del país. El estudio del Latinobarómetro refleja este dato y nos ubica en segundo lugar en la región, solo superados por El Salvador, donde las “maras” (pandillas de jóvenes) son un volcán de barbarie que han llevado a que existan más de diez homicidios por día y una larga lista de delitos violentos.

A eso hemos llegado. Cómo será la cosa en nuestro país que hasta el ministro Bonomi dijo en el Parlamento que ese ministerio y sobre todo la Justicia penal, están preocupados por el alto número de delitos violentos cometidos por individuos sin antecedentes ni anotaciones como menores. No son de aquellos que se tienen registrados y vuelven a la carga.

Son jóvenes primarios que debutan en el campo delictivo directamente con rapiñas. Y volvemos a que este país carece de educación y que sin educación no hay contención ni inclusión social que abra perspectivas de futuro para los jóvenes. De ahí a la droga y al delito hay un solo paso.

Con este panorama, los uruguayos no tienen nada de contentos. Más bien están molestos, preocupados e indignados.

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Washington Beltrán

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