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Tener buena memoria

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Días atrás en nuestra página editorial se analizaron algunos de los contenidos programáticos del Frente Amplio, presentados por la coalición de izquierda como promesa electoral si logra alcanzar el gobierno en las elecciones nacionales de este año.

En el terreno ambiental pone el énfasis en alcanzar lo que llaman “la transición ecológica justa” en el país.

Se trata de un curioso concepto porque pretende sincronizar “lo ecológico” -que está referido a la estructu-ra y el funcionamiento de los ecosistemas de nuestro país-, con “lo justo” -concepto más que subjetivo si se lo saca del terreno estrictamente jurídico.

En buen romance, puede resultar conveniente incluir en un documento de promesas electorales, pero en el arranque deja toda la sensación de que se pretende prometer mucho pero se especifica muy poco. Debemos interpretarlo como una expresión de deseos, y poco más.

Pero luego se afirma que el desarrollo sostenible en nuestro país requiere instrumentar transformaciones estructurales de gran magnitud del actual estilo de desarrollo, resurgiendo un viejo pendón de la coalición de izquierda con aires refundacionales.

Si bien hay aspectos para mejorar, para modernizar y para innovar, no cabe duda de que el actual modelo de desarrollo de nuestro país transita por el camino correcto, incluyendo la permanente incorporación de los parámetros de la sustentabilidad más ampliamente aceptados y valorados en el contexto internacional.

Quizás por ello en estas bases programáticas se les desliza hablar de “mantener la productividad agrícola sostenible”.

Aun si dejamos de lado estas primeras consideraciones, surgen otras que no podemos eludir por lo inexplicable de su naturaleza.

Están prometiendo “transformaciones estructurales de fondo” cuando hace menos de cuatro años ejercieron el gobierno nacional durante quince años seguidos, en condiciones excepcionalmente ventajosas para llevar adelante sus proyectos, plasmar sus mejores ideas, y casi sin obstáculos externos. Nos referimos a que contaron con mayorías parlamentarias en tres períodos de gobierno consecutivos, y a que dispusieron de una bonanza económica histórica, que durante algunos años llenó las arcas del Estado, producto de la coyuntura internacional que elevó los commodities a precios récord. Sin embargo, nada de esto se aprovechó para concretar sus “transformaciones estructurales de fondo”, sus mejores proyectos de desarrollo y de crecimiento socioeconómico. Todo quedó en amagues, en retórica política, y en livianas justificaciones de la falta de logros significativos.

Difícilmente se vuelvan a repetir condiciones tan favorables para gobernar el país, no solamente por los ya mencionados factores, sino también por la ausencia de reveses de gran impacto nacional como fueron la pandemia provocada por el coronavirus Sars-Cov-2; y la ocurrencia de la peor sequía de los últimos 70 años que sacudió al país hasta sus cimientos en 2022-2023, provocada por la inusual ocurrencia de tres años seguidos del fenómeno “La Niña”.

Es una pena que en la oposición no exista atisbo de realizar aunque sea una mínima autocrítica de tantos errores cometidos en sus gobiernos, condición sine qua non para mejorar.

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