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Si es de izquierda no es machista

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El 1er. Encuentro Nacional de Feminismos del Frente Amplio, celebrado a fines de julio, mostró que, a pesar de toda el agua que ha corrido bajo el puente, algunos varones frenteamplistas siguen sin entender nada. Ya lo había anunciado Tamara García, luego de autodefinirse como “trabajadora precaria, ocupa, torta”. Y lo hizo de forma clara y contundente: “no queremos ser las pibas de lo mandados ni las viejas locas a las que no hay que darles bola”. Su reclamo cobró absoluto sentido cuando en el mismo evento, el presidente del Frente Amplio, Fernando Pereira, protagonizó un episodio de violencia machista que, por lo bizarro, parecía sacado de un sketch de Peter Capusotto. Muchos lectores habrán visto el video en redes sociales. Frente al micrófono, Verónica Piñeiro, vicepresidenta del FA, le hablaba al público que colmaba las instalaciones del Platense Patín Club: “¿Quiénes no han sido interrumpidas cuando están haciendo uso de la palabra?”, comienza a decir Piñeiro y en ese mismo instante, como si el guionista de Dios estuviera en un día particularmente inspirado, llega un hombre de campera negra y gorro de lana, con una mochila al hombro. Saluda a Pereira, que se encontraba sentado a la izquierda de la oradora, y ambos hombres comienzan a conversar entre ellos, ignorando por completo a Piñeiro y su exposición. Ella insiste con el concepto que venía desarrollando mientras les dirige varias miradas incrédulas: “Estos son rasgos de una cultura patriarcal que tenemos que erradicar”, sostiene. Pero los muchachos no se dan por aludidos y continúan la charla. Es imposible saber de qué hablan. Tal vez de política, de fútbol o de mujeres. Lo que sí es evidente es lo que demuestran: que les importa tres reverendos pepinos lo que está diciendo la compañera.

Si usted se fija, estimado lector, tanto Pereira como el compañero con el que intercambia ideas mientras Piñeiro intenta compartir las suyas, son hombres blancos, de clase media, probablemente burgueses. Y claro, ahora nos cae el estigma a todos. Pues contra ese perfil la emprendió otra oradora del evento: la activista Tania Ramírez. En un discurso fuerte y confrontativo, Ramírez encasilló a todos los hombres blancos, de clase media, burgueses, y los definió como “El enemigo”. Y sí. Después de lo que acababan de hacer estos dos hombres blancos a la pobre Verónica Piñeiro en la propia cara de un evento feminista masivo, no se podía esperar otra cosa. ¡Gracias Fernando! ¡Un amigo!

Pero tanto Tania como Verónica y también Tamara, la “trabajadora precaria, ocupa y torta” del principio, deberían saber que no todos los hombres blancos de clase media somos como Fernando Pereira. Para la mayoría de los que debemos cargar con la etiqueta de Tania, la humillación pública que el presidente del FA le hizo a su vice, nos parece un acto deplorable, una muestra del peor machismo patriarcal.

Y también creemos, al menos quien escribe, que se pueden decir mil palabras en cien mil actos. Se pueden mostrar los pechos en público y tirarle piedras a una iglesia en pleno 8M. Se puede hablar de desobediencia poniendo cara de enojada y de lo que cada quien desee hablar haciendo uso de su libertad de expresión. Pero si después ocurre lo que pasó con Pereira y nadie hace nada, ninguna de esas palabras y ninguno de esos actos tienen valor.

La violencia machista desde el poder es nefasta. Y cuando es explícita y pública como en el caso citado, su combate resulta ineludible. Sea quien sea el que la ejerce.

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