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GERARDO SOTELO
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Para el almanaque 2019, la primera vuelta de las elecciones nacionales cae cuatro días después del Día del Periodista.

Hay razones para pensar que la democracia (y más que eso, la libertad, ideal supremo del ser humano) no serían posibles sin el trabajo riguroso de los periodistas.

Hacer periodismo es la forma más eficaz e implacable de luchar contra los abusos de poder. Los sistemas democráticos contemporáneos se basan en el Estado de Derecho, cuya clave no es otra que la limitación del poder, especialmente de quienes lo ocupan en nombre y representación de la ciudadanía.

Cuando los poderosos la vulneran (ya sea porque se corrompen, nos mienten, fracasan o se vuelven despóticos) encuentran en el periodismo a sus primeros y más irreconciliables enemigos. No es personal. El poder puede estar en manos de Fulano o de Mengana, del partido tal o cual, de esta o aquella causa. Tanto da. Como todo poder es relativo, cualquier partido, organización social o grupo de interés, puede ponernos en la mira. Hacer periodismo es una lucha sin cuartel y sin aliados permanentes.

Uruguay enfrenta unas elecciones cruciales. A la debacle moral y política del oficialismo se suma su complicidad con los movimientos desestabilizadores, violentos y fraudulentos, que están asolando otra vez América Latina. La violencia en Ecuador y Chile, junto al rocambolesco fraude de Evo Morales en Bolivia, pintan un panorama extremadamente preocupante. Especialmente si reparamos en que ha sido fogoneado, a confesión de parte, por una organización política supranacional de la cual el Frente Amplio es fundador, integrante y beneficiario.

Ya hemos visto esta película. No es la desigualdad ni la pobreza. Tampoco la corrupción y la violencia delictiva. Nuestro continente está abrumado de desigualdad, violencia, corrupción y populismo desde hace cien años, pero nunca ha visto mejorar la vida de sus habitantes tanto como ahora.

Antes de votar, la ciudadanía merece tener una respuesta contundente del Frente Amplio con respecto a estos atropellos a las instituciones democráticas y a la convivencia ciudadana. ¿De qué lado están? ¿Del lado de quienes luchamos contra la desigualdad y la discriminación en el marco de la ley y el respeto a las instituciones o del lado de la destrucción y el autoritarismo corrupto de la revolución chavista? ¿De qué lado estarán mañana en la oposición? ¿Del lado de quienes luchamos a favor del bienestar, los derechos humanos y el respeto al prójimo o del lado de los que organizan atentados terroristas y tuercen la voluntad electoral de su pueblo para perpetuarse en el poder?

No hace falta esperar más las respuestas. El silencio de Daniel Martínez frente a estos crímenes es tan elocuente como la algarabía de sus compañeros revolucionarios.

Cualquiera sea el resultado del proceso electoral, Uruguay va a enfrentar un tiempo de cambio, con un partido en el gobierno en minoría y un escenario de estrecheces económicas, fruto del fracaso de un modelo de crecimiento estructuralmente deficitario. Más vale que nos preparemos para luchar por el bienestar y contra la desigualdad, desde la trinchera de la democracia, el Estado de Derecho y la convivencia ciudadana en tolerancia.

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