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Opinión pública, ánimo popular

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El humano es un ser social, prefiere vivir en sociedad que en aislamiento. Vivir en sociedad induce comportamientos. La sociedad del Uruguay moldea comportamientos de los uruguayos; lo hizo antes, lo hace ahora.

Alexis De Tocqueville, famoso por su libro “la Democracia en América” sostenía que “la gente teme al aislamiento más que al error”. Es así. Las personas observan su medio social, se fijan en lo que piensan sobre ellas y son conscientes de cuáles opiniones están ganando terreno y van a convertirse en dominantes.

Resulta natural que la gente que vive en Roma sea mayoritariamente católica, la que vive en Tokio sea mayormente budista y los que viven en Damasco sean musulmanes. Extendiéndolo a nuestro país tiene algo de normal y esperable que el tipo que vive en Melo sea blanco y el que estudia Ciencias Sociales en la Universidad sea frenteamplista. El miedo al aislamiento funciona.

El Uruguay moderno se constituyó según un molde batllista: eso generó una cultura hegemónica, un estado de opinión de carácter general que se prolongó por generaciones. Lo he descrito muchas veces con citas de Real de Azúa que no voy a repetir acá; refiere a un país donde se había abandonado el empeño por conquistar y construir porque se había consolidado la convicción de que “todos los pedidos serían atendidos”. En el transcurso de décadas y por variadas circunstancias, (sobre todo por haber dejado de contar con una base económica robusta que lo sustentara) ese modelo, ese humor nacional, ese relato, fue abandonando su hogar en el Partido Colorado y tuvo acogida en el Frente Amplio.

El clima de opinión en una sociedad depende de quien hable y de quien permanezca en silencio. En el espacio universitario, en el espacio cultural, en el sindical, en el carnaval y en otros el clima de opinión se hizo frenteamplista. En esos ámbitos hablaron los frentistas y callaron los otros. Pero así como vimos que las personas observan su medio social y se fijan en lo que se piensa de ellas, del mismo modo captan cuando una opinión dominante o hegemónica se desinfla.

En los tiempos que corren ha sucedido un desplazamiento en nuestra sociedad. Las sociedades se expresan más por sus comportamientos que por sus palabras. La gente -una mayoría- votó contra el antiguo sentir mayoritario; votó cuatro veces en ese sentido: en la primera vuelta, en el balotaje, en las elecciones departamentales y en el plebiscito de la LUC. El que no está hoy con el Frente Amplio no se siente un desubicado, no teme al aislamiento, no tiene reparo en manifestarse. Aun en ámbitos como el sindical, de avasallante hegemonía frentista, se votó recientemente, a mano levantada, una reforma de la Caja Bancaria con disposiciones directamente opuestas a las directivas del Pit-Cnt y que es calcada con la reforma del BPS que promovió el gobierno y que el Frente Amplio impugna y quiere derogar mediante consulta popular.

Hay cosas que están cambiando. Los cambios en el humor social o en la opinión pública han sido siempre lentos en nuestra realidad uruguaya; pero se dan. Se están dando. La voz ante la cual se extendía un acatamiento mayoritario, que excomulgaba y desterraba las disidencias, ya no impone, ya hay otros convocantes legitimados.

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