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Una campaña de locura

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MARTÍN AGUIRRE
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Y llegó! Arranca la semana final de esta campaña esquizofrénica de cara a las primarias.

El autor nunca imaginó el nivel de tensión que generaría esta interna, y no ve la hora de que termine. Y aunque lo que vendrá en octubre será probablemente peor, se puede temer que lo que surja de las urnas el próximo domingo nos revele un país bastante menos respetable de lo que ya teníamos aceptado.

Pero, ya que es la última semana, hagamos un análisis final de lo que ha sido esta campaña, y cómo llega cada uno de los partidos.

Empecemos por el oficialismo, tal vez la interna más sosa de las que generaban atención en la previa. Según los sondeos, parece que Daniel Martínez se impondrá con confort en una pugna donde la ansiedad por mantener el poder parece haberse superpuesto a las diferencias ideológicas. La expectativa previa era ver cómo encajaba el expresidente Mujica a cierto desplante ejecutado por Martínez en la negociación anterior a la campaña. Y si la postulación de Cosse lograría aglutinar apoyo firme de sectores que no simpatizan demasiado con el exintendente. Nada de eso parece haber pasado.

Tal vez por el hecho de que Óscar Andrade se negó en su momento a sacrificar su exposición personal en beneficio de potenciar un movimiento agrupado de las fuerzas “más a la izquierda”, que desafiara a Martínez. Tal vez porque Cosse fue menos de lo que se esperaba como candidata, (nunca logró esbozar un discurso articulado, ni siquiera comprometerse a una sonrisa creíble para las fotos). Tal vez porque Mujica nunca se puso las pilas a la hora de hacer campaña a fondo para complicarle el partido a Martínez (quienes lo siguen hace tiempo, ven cansado y apático al expresidente). Pero sobre todo, porque tal vez una parte importante de la estructura frentista aceptó que Martínez es el único que da esperanza de mantener el poder.

La segunda pugna de interés ha sido la del Partido Colorado. El ingreso a la carrera del expresidente Sanguinetti potenció una interna que parecía de escasa relevancia en la previa, y donde Ernesto Talvi lucía determinado a quedarse con el control de una de las fuerzas fundacionales del país. La verdad es que el arranque de Sanguinetti pareció arrollador, y reflotar el espíritu algo dormido de muchos colorados, incluso de quienes se hubieran movido en su momento al Frente Amplio, y que ahora se sentían huérfanos ante la implosión del “astorismo”.

Pero en las últimas semanas, siempre según las encuestas, tal vez gracias al debate televisivo con Andrade, y a un remate de campaña bastante efectivo, Talvi parece haber equiparado la contienda. Y el colorado será un final de bandera verde.

Entramos así en la clásica batalla del Partido Nacional. No se puede negar que los blancos se las ingenian para poner picante en sus internas, incluso de las maneras más inesperadas. Y fue lo que pasó esta vez. En la última semana ha habido todo tipo de condimentos, desde la propuesta de la “Medicfarm” de Sartori, pasando por la arremetida de Jorge Larrañaga en defensa del plebiscito sobre la seguridad, hasta el video de Pablo Iturralde amagando a boxear a Sartori durante el acto en el puerto en homenaje a Wilson.

A ver. Desde este espacio se defendió varias veces el derecho de Sartori a presentarse, a hacer su campaña, y a desafiar al establishment partidario, cosa que sería saludable que ocurriera en todos los partidos del país. Pero hay cosas que parecen ser difíciles de defender. Primero, esta ofensiva de campaña sucia, con “encuestas” telefónicas y callejeras que terminan en acusaciones de drogadicto y otras linduras contra Lacalle Pou. Sartori dice que no tiene nada que ver, pero entonces quién sería el responsable ¿Iafigliola? Porque Martínez no va a andar gastando plata en eso hoy.

Segundo, prometer pagar los medicamentos a todos los “viejitos” del país, cuando hay casi 5% de déficit fiscal, ¿es creíble? Entregar tarjetas a gente con escasa formación, que dicen en letra chica que entran en vigencia el día que el candidato sea presidente, parece jugar por fuera de las normas éticas básicas. Incluso a la redacción del diario han llamado personas mayores a preguntar dónde tienen que ir a buscarlas. Si algo aporta la historia política de los blancos, es esa norma de que el fin no justifica los medios. Y que se puede ser duro con el compañero, pero de frente. Imaginemos que Sartori ganara la interna, ¿cómo piensa zurcir con gente con la que actuó así?

Por último, están las encuestas. Pese a que las propias empresas han advertido sobre su falibilidad en esta etapa, todos hemos bailado al ritmo de sus augurios. En un sistema electoral donde parecen importar cada vez menos las ideas, y más la competencia por sí misma. De eso no se puede culpar a medios, a políticos tradicionales, ni a las encuestadoras. Hoy más que nunca es la sociedad la que define los términos del debate. Y viendo cuáles han sido los mismos, ya la sensación de desengaño precede al resultado de las urnas.

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