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Apertura, Covid y cambio climático

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MARTÍN AGUIRRE
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Si hay una palabra que no debería publicarse jamás en un diario es “negacionismo”. La pueden usar activistas, políticos, pero nunca un periodista, alguien cuya profesión implica dudar de todo, cuestionar a todos. Y, sin embargo, es cada día más común verla en los medios.

Este arranque medio enigmático viene a cuento de cierta polémica generada por un artículo del colega Gabriel Pereyra publicado en Búsqueda esta semana. Allí, plantea una especie de arrepentimiento por haber aplicado una “censura despiadada” respecto de quienes cuestionaban el tema de la vacunación masiva contra el Covid, especialmente en los niños.

Vale la pena sobreponerse al exceso de primera persona del texto para profundizar en la tesis del autor. No tanto en la parte científica, que ha sido abordada en forma más clara en muchos medios, y tiene que ver con los posibles efectos dañinos de la vacunación en niños, en contraste con una enfermedad que en esas edades es muy poco riesgosa.

En ese sentido, si usted tiene tiempo y maneja el inglés, es muy recomendable el choque dialéctico entre el médico de cabecera de la CNN, Sanjay Gupta, y el presentador del podcast más popular de EE.UU., Joe Rogan. Está en youtube, pero le avisamos que dura 3 horas. Pocas veces quedan más en evidencia los excesos que la histeria Covid han provocado en nuestras sociedades, y el daño que se le ha hecho al periodismo con su cobertura mesiánica y paternalista.

A eso vamos. Y, en nuestra defensa, no es la primera vez que se dice aquí, incluso a costa de asumir algunos insultos. Hablamos de que el rol de un medio de prensa, de un periodista, no debería ser el de pensar por su audiencia sino mostrarle de manera responsable todos los puntos de vista sobre un tema, poniéndolos con el contexto y la jerarquía adecuada, pero dejando que las conclusiones vayan a cuenta del consumidor.

En los debates sobre la libertad de expresión y la Primera Enmienda constitucional en EE.UU. se usa un término clave, pero que seguro generará roncha en algún uruguayo. Se habla del “mercado de ideas” y de que es necesario que se puedan difundir todas, incluso las más extravagantes, para que la sociedad pueda elegir con conocimiento de causa.

Esto, desde ya, no significa que la gente vaya a elegir bien, sino que nadie tiene legitimidad para tomar esas decisiones en su lugar. Menos que nadie, un periodista.

No entremos en casos extremos como Salle y los ridículos que convirtieron en su profesión el estar en medio de la polémica sea por el tema que sea. Pero ha habido personas con certificada capacidad, desde Mazzucchelli a Sarthou, que desde el día uno han manifestado opiniones fuertes, contrarias al consenso general.

Tal vez su pecado ha sido en algún punto la atribución de intenciones, o una falta de aprecio al esfuerzo que gente como Radi, Cohen, Paganini, Moratorio y otros, han puesto de manera desinteresada para ayudar al país. Te puede gustar más o menos lo que dicen, pero dicen lo que piensan con honestidad y son los que más saben del tema acá.

Asignarles intenciones aviesas, o darles argumentos a los loquitos que andan sueltos buscando cualquier excusa para ventilar su violencia, es un problema. Y que esta gente deba andar con custodios, o mirando para los costados por la calle después del esfuerzo que hicieron por la sociedad es una lacra que debería pesar sobre todos los uruguayos.

Pero volviendo al centro del asunto, el rol de un periodista no debería ser decidir qué cosa las audiencias están en condiciones de escuchar o leer, y cuáles podrían ser “peligrosas”. Algo que, sin embargo, es reclamado cada vez más por alguna gente.

Otro tema donde esto se muestra muy claro es en el cambio climático. Hemos llegado a un punto donde ya no solo se cuestiona tener dudas, plantear matices, o publicar a quien los tiene. Sino que medios prestigiosos como la BBC o The Guardian nos imponen hablar de “crisis climática”, cosa de arrancar el abordaje del tema ya dejando en claro que no hay margen de discusión, o espacio para “negacionistas”. En El País, usted puede leer a Hernán Sorhuet o a Bjorn Lomborg, y después ver...

En un momento pico de la histeria pandémica, un experto local cuestionaba a este autor por criticar sus declaraciones públicas, mientras que al mismo tiempo otros periodistas de este mismo diario lo llamaban a pedirle su punto de vista. Algo parecido suele pasar con políticos, politólogos y hasta lectores, que critican una supuesta falta de coherencia en el producto general, por cosas así. Hay pocas afirmaciones que este autor pueda considerar elogios más grandes que esa.

Desde Descartes, la duda es el principal detonante del pensamiento, y señal de inteligencia. Y un periodista siempre debería tenerla rondando, evitando subirse al carro de la histeria y el pensamiento único. Aunque más no sea para evitarse, después, algunas autocríticas embarazosas.

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