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Las voces de nuestra voz

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LEONARDO GUZMÁN
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Antes que nada, permítaseme festejar la reaparición en TV de Cristina Morán y Jorge Traverso. ¡Cuántas generaciones se formaron con ellos! No son nombres de moda. Son trayectorias. Cada uno en lo suyo significa un modelo de expresión nacional.

Los dos nos devuelven ecos de acentos y rostros que nunca se nos eclipsaron del todo.

Volver Cristina Morán a la televisión es como repatriarla. Ya triunfadora en la Carve de Raúl Fontaina y Juan Enrique De Feo -en Mercedes 973, la casona que fue emblemática y hoy “Se alquila” o “Se vende”-, al pasar a la TV proyectó entera su personalidad: conducía los largos de los domingos, trasmitía las Llamadas o perseguía a Juan Pablo II en calles de Buenos Aires: “Santo Padre, unas palabras para Canal 10 de Montevideo”.

Cuando quedó sin cámara, recitó poesía en la noche, hizo teatro en compañía y en monólogo. Enseñó.

El arte, más que un oficio, es una actitud. Está muy bien que se le revalide su honoris causa popular.

Está muy bien por ella y por nosotros: su ejemplo acaso nos ayude a sacudirnos la guarangada que llega de afuera pero que ya tiene producción autóctona.

Si queremos reencontrarnos con los valores humanos, busquemos a quienes los encarnan y vibran, no a quie- nes los descuartizan o los analizan con supina indiferencia.

De eso también se trata en el feliz regreso de Jorge Traverso. Identificado toda la vida con las emisoras privadas, se hace cargo de un programa periodístico mayor ahora en la TV pública.

Títulos y solvencia le sobran para asumir con conciencia institucional el gran compromiso que Gerardo Sotelo proclamó y el gobierno de Lacalle Pou contrajo: que los medios públicos estén al servicio del Estado.

Que no se usen como instrumentos del gobierno. Que los partidos políticos encaramados en el poder no los empleen como boleadoras para aturdir.

A principios del siglo XX, el Uruguay fue una de las primeras naciones que enseñó a distinguir Estado, gobierno y partidos.

La mezcolanza sufrida en los últimos tiempos impulsó el abuso de los medios públicos, manipulados para ambientarle respaldo político a presidentes, directores de Entes, intendentes y más.

Eso es de la peor Argentina peronista y de la Venezuela de Maduro.

No es del Uruguay. Por eso, la recuperación de los medios que pagamos todos para los valores que debemos compartir todos, es un asunto de orden público.

Empecé esta nota con “antes que nada”, como si después fuera a tratar alguno de los temas destacados de esta semana: el cachascán Trump-Biden, la victoria de Carolina Cosse, los triunfos departamentales blancos, el caso Miguel Toma, el modo como se empujó a que el senador Manini Ríos no se diera el honor y el gusto de cumplir su palabra de hacerse desaforar.

Me disculpará el amable lector. Pero todo eso es pasajero.

Mucho más importante para nuestro porvenir es el reencuentro con los grandes afectos y la restitución del Estado al lugar que la Constitución manda.

Y esa es tarea para las voces de nuestra voz en todas las esquinas.

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