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Las aporías de Carolina

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Según las últimas encuestas la ventaja que mantenía el Frente Amplio frente a la Coalición Republicana, ya no existe convertida en lo que se califica como un empate técnico. Así ambas fuerzas se disponen a transitar, rodeadas de incertidumbre, los dos últimos meses antes de las internas de Junio.

Respecto a éstas, en la coalición oficialista la ventaja de Alvaro Delgado parece a primera vista indescontable, mientras en el Frente la situación es de extrema tensión: la precandidata Carolina Cosse ha descontado una diferencia que a principios de año parecía definitiva.

La consecuencia ha sido que su principal apoyo el Partido Comunista pudo celebrar el 1º de Mayo como la agrupación capaz de imponer, junto a socios menores, socialistas y otros, un presidente en el Uruguay. Algo que no pudo en toda su historia, donde siempre fue un grupo de escasa votación, ahora, en la actual coyuntura, al dirigir simultáneamente la Central Sindical unificada, dispone de su máximo poder. Una posición, que para un partido de ideología dieciochesca, no deja de ser atípica, sin precedentes en el mundo.

Lo curioso de esta coyuntura, donde la única incógnita permanece afincada en la izquierda, es que alberga un dilema difícil de desatar. Doña Carolina sabe muy bien, porque es una mujer informada, que la reforma constitucional sobre la seguridad social constituye un dislate de proporciones. No ignora que sus tres pilares (edad jubilatoria, contribución atada al salario mínimo y eliminación de las AFAPS), constituyen en realidad tres poderosos perforadores que fragmentan no ya la reciente ley sobre jubilaciones, un recurso desesperado para darles sustentabilidad, sino el entero sistema de la seguridad social vigente desde fines del pasado siglo.

Tan absurdas son las consecuencias de la propuesta sindical que ningún economista, del Frente Amplio o de cualquier otro partido, las admite. Lo mismo hace gran parte del Frente Amplio. Si al comienzo de la pugna electoral Cosse podía presumir de una cierta irresponsabilidad y firmar la propuesta (para que el pueblo decida), ahora que sus posibilidades de alcanzar el poder son bastante ciertas, no puede desconocer el tema.

¿Qué sucederá si alcanzara el gobierno y se viera enfrentada a un ajuste impositivo de características inéditas en nuestro país? ¿Y que ocurrirá, de yapa, si se encontrara maniatada por la única Constitución en el mundo que estableciera la edad de retiro jubilatorio en su propio texto? Las aporías son incontables y la actual intendenta de Montevideo no puede ignorarlas.

Para el Partido Comunista y su claque, la situación es distinta: ellos apoyan el entronizarse en un país capitalista al influjo de una mayoría electoral de su propio partido. La reforma puede suponer un terremoto para las bases del Uruguay mercantil, basado en el lucro, y como ellos repiten, en la explotación de clase. ¿Qué mal puede hacer una reforma que haga tambalear sus bases e implique un total reordenamiento de sus fundamentos, gravando al gran capital para sustentar el nuevo sistema? ¿En tales condiciones, qué hace Carolina: apoya el triunfo de quienes la promueven, o se niega a la reforma y los ignora y frustra?

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