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La pobreza no tiene causas

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Mis lecturas juveniles de Charles Dickens me emocionaban muchísimo y me apiadaba de esos niños que debían trabajar en fábricas donde los explotaban cruelmente. Mucho después supe que a ese género literario se le llamaba “la novela industrial”.

La Revolución Industrial fue una revolución mal comprendida, se recuerda más por los dolores de crecimiento que por el aumento formidable de la riqueza mundial. Esos niños que sus padres enviaban a trabajar a Londres habrían muerto de hambre en el campo. Hace dos siglos el 84% de las personas vivía en extrema pobreza, actualmente menos del 10%. (Max Roser, 2023) Lo mismo ocurre con el analfabetismo, la mortalidad infantil y la mayoría de los males que hacían a la vida más amarga y más corta

“La pobreza no tiene causas -escribió el economista Peter Bauer-. La riqueza tiene causas.”

En efecto, la pobreza no requiere explicaciones, es el estado natural. Los animales no se dejan atrapar fácilmente para servirnos de alimentos y abrigo. Los peces no saltan del mar y caen a nuestros pies ya cocinados. Los frutos silvestres no alcanzan para alimentarnos. El agua no llega sola a las canillas. Las casas no se levantan solas.

Hace tiempo que la gente no atribuye los desastres naturales y las enfermedades a la ira de los dioses o a los pecados de los hombres. Sin embargo, las discusiones sobre la pobreza en general versan sobre quién tiene la culpa. Es común que se la atribuya a una minoría de ricos malvados que acaparan la riqueza, como si la economía fuera un sistema de suma cero.

La Revolución Industrial coincidió con el movimiento cultural y filosófico llamado la Ilustración. La razón y la ciencia fueron sustituyendo a la superstición y los dogmas.

Lo que genera riqueza no es solo el trabajo físico y mucho menos la suerte, es el conocimiento.

El clérigo Malthus afirmaba en el siglo XVI:

“El hombre que nace en un mundo ya ocupado no tiene derecho alguno a reclamar una parte cualquiera de alimentación y está de más en el mundo.

En el gran banquete de la naturaleza no hay cubierto para él. La naturaleza le exige que se vaya, y no tardará en ejecutar ella misma tal orden.”

En su pesimismo, afirmaba que la humanidad estaba condenada a desaparecer porque los alimentos crecían en progresión aritmética mientras que la población crecía en progresión geométrica.

Pero Malthus no podía saber que existirían cámaras refrigeradas que podían conservar casi eternamente alimentos, conservantes químicos, veloces aviones que podrían transportar en pocas horas alimentos frescos a todas partes del mundo y las enormes posibilidades de la biología molecular, la ingeniería genética y la inteligencia artificial.

Dice Steven Pinker contra Malthus: “A mediados del siglo XIX hacían falta veinticinco hombres durante un día entero para cosechar y trillar una tonelada de grano; en la actualidad una persona que maneja una cosechadora puede hacerlo en seis minutos.”

No sabemos si será erradicada la pobreza del mundo, pero no es imposible. Depende del progreso del conocimiento.

Para ilustrar que es el conocimiento y no otra cosa lo que genera riqueza, pensemos en Bill Gates. Este hombre no hizo su fortuna porque heredó tierras o grandes industrias. Su fortuna la hizo con su mente. No vende objetos, no vende computadoras, vende inteligencia. Se dice que gana entre 117 y 319 dólares por segundo. Si por caso Bill se encontrara paseando por un parque y viera un billete de 100 dólares tirado, recogerlo sería una pérdida de tiempo. En ese lapso se le podría ocurrir algo como una nueva ventanita en Windows, por ejemplo, que haga algo extraordinario y le reporte millones.

La fortuna de los billonarios de Silicon Valley no surgió de algo material, pero generó empresas, empleos, carreras universitarias y tecnologías que se repartieron por todo el planeta. El desarrollo de la informática y las comunicaciones llevó al progreso acelerado de todas las ciencias y las artes.

El conocimiento es una riqueza que se comparte. Aunque unos la den a los demás, la siguen teniendo. Es una riqueza que se multiplica con el intercambio.

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