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La clase media

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JUAN MARTÍN POSADAS

Conocer el Uruguay -qué somos, cómo somos- es una tarea inacabada e importante. Lo que ignoremos de nosotros mismos irá siempre en contra de cualquier propósito de mejorar.

Si alguien dice que el Uruguay es un país de clase media se siente acogido por un consenso sólido; sin embargo está repitiendo un lugar común que conduce a equívocos. La confusión se concreta porque pocos advierten cuánto ha cambiado la clase media uruguaya. Alguna sospecha, con todo, han empezado a incorporar quienes trabajan en el pronóstico de la intención del voto, sobre todo cuando buscan explicar y explicarse el voto por Mujica.

Si se define a la clase media exclusivamente por el nivel de ingresos nos quedamos con una estadística sin significación sociológica. La clase media no es tanto aquel sector de la sociedad que está situado debajo de los que tienen y gastan mucho y arriba de los que tienen poco y gastan poco. La clase media -en el Uruguay, y de eso estamos hablando- es el grupo de gente que sostiene y personifica el modo de vida que se considera apropiado a esa sociedad. Ella encarna los valores y el estilo más aceptable, reconocido y legitimado de esa sociedad. Eso no implica que todos los miembros de la sociedad tengan esos valores y estilo pero sí que, tanto los que tienen más resto económico como los que están por debajo, aceptan ese estilo y esos valores como siendo lo que corresponde. En el Uruguay ese discurso es el de la clase media. Está presente en los de arriba, en los de abajo y en los del medio. Coloca a la educación como el camino del progreso, a la tolerancia y frugalidad como modo de vida y reconoce un derecho a la protección efectiva del estado (entre otras cosas). Para los que tienen menos será un sueño o un ideal, que si no lo pueden alcanzar lo harán posible para sus hijos. Para los de arriba es un motivo de contención, de austeridad socialmente impuesta o, en el peor de los casos, piadosa hipocresía. Debe resaltarse que los miembros de una sociedad buscan espontáneamente adecuar su posición a lo que creen ser el consenso de la sociedad.

De la clase media uruguaya proviene, si no exclusivamente pero sí en forma predominante, los usos aprobados en cuanto a formas de hablar, de vestir, de divertirse, de adornar la vivienda, etc. Por lo mismo, de allí provienen las censuras, las desaprobaciones y los rechazos en términos de hablar, vestir y vivir en general.

No es cierto que haya desaparecido la clase media en el Uruguay; lo que sí es cierto es que ha cambiado. Dada la enorme influencia de la clase media, al cambiar ésta, hace que el Uruguay cambie. Uno podrá formarse un juicio positivo o negativo sobre ese cambio, pero lo primero que debemos hacer es tratar de entenderlo, descifrarlo. El objeto de la conformidad ha ido cambiando entre nosotros. Se aplaude o se vitupera, se estima o se desprecia, se abraza o se abandona siempre según mecanismos de conformidad antiguos: pero ahora es sobre objetos diferentes: en algunos casos insospechados. El mecanismo funciona igual pero sobre objetos (usos, modas, etc.) que han cambiado.

Nuestro país recuperó su vida democrática en 1984, hace ya un cuarto de siglo. Si en ese momento a un oriental cualquiera le hubieran dicho que en el Uruguay iba a haber un candidato a la Presidencia con la facha de Mujica, el tipo habría contestado: eso es tan probable como que mi nieta se haga un tatuaje en la cola. Me gustaría saber cuántos abuelos hay hoy que no tengan ninguna nieta con tatuajes.

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