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La ciencia y el poder

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Hace unos días pude ver en Cinemateca el film Oppenheimer, de Christopher Nolan, el cual, junto con Barbie de Greta Gerwig, acapara las recaudaciones mundiales. Ese dato ya es, de por sí, un símbolo de la época, porque no debe haber dos películas más distintas que las mencionadas. Mientras una detalla la vida del inventor de la bomba atómica y las consecuencias de su uso sobre dos ciudades japonesas en 1945, la otra es una edulcorada sátira sobre la famosa muñeca en plan de alegato feminista. Pero voy a ocuparme del film del título.

Proyectada en celuloide y con un sonido apabullante, la experiencia de Oppenheimer es el reencuentro con un cine que lamentablemente se ha ido perdiendo, aunque de vez en cuando resurge con títulos señalables como Darkest Hour, dirigida por Joe Wright, sobre Winston Churchill, con un inmenso Gary Oldman en el rol del líder británico o, muy anterior, Nixon, de Oliver Stone, con el notable Anthony Hopkins. Es el cine que apela a figuras históricas para detallar un personaje y una época. Un cine que reconstruye, revela y especula sobre hechos y personajes históricos y nos alivia de la superabundancia de productos que se olvidan a los diez minutos de salir de la sala. En tal sentido, aguardo lo que pueda traer Napoleón de Ridley Scott, con Joaquin Phoenix en el rol de Bonaparte.

Oppenheimer es la historia de un invento devastador. No comentaré la película, porque este diario tiene notables cronistas para hacerlo, pero sí quiero traer a este espacio la vigencia que el tema del film -que se desarrolla en el siglo pasado- tiene hoy, en medio de un conflicto bélico como el que se vive actualmente en Ucrania. No han sido pocas las veces desde febrero de 2022, cuando Rusia invadió Ucrania, que las armas atómicas han estado sobre la mesa. Basta decir que el país invasor tiene en su poder el mayor arsenal de armas nucleares del planeta. Sin embargo, la vigencia del contenido de Oppenheimer, va todavía más lejos en un aspecto crucial: el sometimiento y utilización de la ciencia por parte del poder, en especial el militar.

Si se reflexiona sobre lo ocurrido después de Hiroshima y Nagasaki y tras el fin de la II Guerra Mundial, se infiere que ese interregno bélico llamado Guerra Fría se desarrolló sobre la base de un concepto estremecedor: Destrucción Mutua Asegurada. En él se sostuvo un equilibrio de fuerzas y amenazas nucleares que en definitiva funcionó y el mundo solo contuvo la respiración con la llamada Crisis de los Misiles, ocurrida en 1962 entre Cuba, Estados Unidos y la Unión Soviética. Hubo cabezas nucleares rusas instaladas en la isla, a solo 100 millas de la costa de Florida.

Pero hay que ir un poco antes en el tiempo para entender lo sucedido en relación al poder nuclear. En el filme aparece el científico Albert Einstein en un jugoso diálogo con Robert Oppenheimer, revelador en muchos aspectos. Einstein, con otros físicos europeos decisivos, había puesto a funcionar el mecanismo que habría de culminar con la fisión del átomo -descubierto por el alemán Otto Hahn- y la posibilidad de lograr, a partir de eso, la creación de un arma de destrucción masiva. Exiliado de Alemania antes del ascenso de Hitler al poder y radicado en Peconic, Rodhe Island, el físico, que enseñaba en ámbitos universitarios y conocía el proyecto alemán de fabricar una bomba atómica, le envía al presidente Roosevelt una carta que este tarda dos meses en leer, por motivos que no vienen al caso. En ella se revelan los avances de Alemania en la obtención de una bomba poderosísima, capaz de permitirle triunfar en la guerra. Enterado de asunto, al principio Roosevelt no consideraba urgente la posibilidad de competir con los alemanes por el mismo objetivo. Al parecer no entendía el tamaño de la amenaza nazi. Pero el día anterior del ataque japonés a Pearl Harbor, de manera repentina autorizó fondos para el inicio del llamado Proyecto Manhattan que culminaría con la creación de la primera bomba atómica detonada con fines bélicos sobre ciudades enemigas.

Quién habría de dirigir el Proyecto Manhattan era Robert Oppenheimer, judío norteamericano y uno de los científicos más brillantes de su época. Con él, el poder de la ciencia y el conocimiento desarrollado décadas antes en el campo de la física pasa a ser controlado por el poder político y el militar, combinación tenebrosa si las hay. La vida de Oppenheimer luego de que las bombas fueran arrojadas sobre Japón cae bajo ese poder que va a desacreditarlo, acusarlo de espía soviético y relegarlo luego de haberse valido de su sapiencia. El film da buena cuenta de ese proceso, impulsado por traidores, y por J. Edgar Hoover y McCarthy.

Lo que plantea ese aspecto de la película es ejemplar y estremecedor. ¿Puede la ciencia escapar al control de los poderes que también la financian? ¿Qué posibilidades tienen los científicos de resistir el embate económico, político, militar y aún de mafias interesadas en determinados avances para su beneficio? ¿Qué pasaría si los mercenarios de Wagner contratados por Putin se hicieran con el control del arsenal nuclear ruso? La sospecha de que el Covid-19 fue un producto de laboratorio o la actual amenaza que al parecer representa la Inteligencia Artificial para la cual ya se pide enlentecimiento de avances y regulación, son señales de ese conflicto peligroso.

En el contexto actual del mundo y con los progresos tecnológicos, la ciencia -más allá del que la controle- lleva la delantera. El caso de la Inteligencia Artificial ya plantea la inquietante posibilidad de que, en alguna medida, la IA pueda adquirir una autonomía peligrosa en relación a las múltiples áreas en las que puede operar. Desde controlar satélites y laboratorios a indagar en la vida de las personas mucho más que lo que ahora se concibe. Puede ingresar en las computadoras de sistemas militares o alterar el flujo económico financiero. Y si esa tecnología se sale de control o ella se autogestiona, el mundo enfrentará una amenaza sin precedentes.

El film Oppenheimer y el libro en que se basa -Prometeo Americano, de Kai Bird y Martin J. Sherwin, ganadores del Pulitzer de 2006- hablan desde el pasado sobre peligros del presente. Vale la pena acceder a ambos porque revelan el conflicto entre la ciencia y los poderes que la condicionan.

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