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El reflejo libertario

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Juan Martín Posadas
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Las sociedades, a través de los años y de la influencia de figuras destacadas, van generando una ética común, una especie de sedimentación de valores compartidos. Esos valores generan conductas espontáneas, modos de proceder que, como se dice vulgarmente, se incorporan mamando la leche materna.

Uno de esos valores que producen comportamientos reflejos está referido a la libertad. Otro está referido al orden. Dos valores necesarios, fundamentales y cuya armonización exitosa marca la diferencia entre sociedades.

El reciente y comentado episodio de la conferencia dictada en dependencias del Palacio Legislativo por los autores del libro titulado "El libro negro de la nueva izquierda" y la posterior presentación del proyecto del diputado Núñez del Partido Comunista para prohibir este tipo de actividades, alude a los valores mencionados.

Un tipo de sociedad resulta cuando las autoridades se focalizan en lo que no está permitido decir y se especializan en la prohibición, y otro tipo de sociedad muy diferente resulta cuando tanto la autoridad como la ciudadanía en general están atentas a que no se recorte la libertad a nadie y que todo el mundo pueda decir lo que quiera.

Los valores a los que hice referencia arriba son los que, una vez hechos carne en la sociedad, indican tendencias naturales de comportamiento, lo que el ciudadano hace porque siente que es lo que corresponde hacer sin más elucubraciones. Una es la tendencia a prohibir y otra es a permitir y —muy importante— a que lo permitido no sea privilegio para los poderosos y sus secuaces sino para todos por igual. Hay gobiernos que vigilan el cumplimiento de las prohibiciones y otro tipo de gobiernos atentos a que haya libertades y que esa libertad llegue a todos los miembros de la sociedad.

Para el diputado Núñez el gobierno debe estar vigilante a lo que hay que prohibir pa-ra que la sociedad funcione mejor. Para un liberal el gobierno debe estar atento a la libertad que debe proteger y fomentar para que la sociedad funcione bien.

Lo delicado del asunto es que para que la libertad sea una opción verdadera para todos no puede ser absoluta. El "para todos" es esencial. Se trata de un derecho individual pero necesariamente universal. Si todos queremos ser libres y procuramos ser dueños de nuestra vida y de nuestras opciones (que eso es ser libres) debemos aceptar límites. El límite está en el "todos": mi libertad no puede ser limitante de la libertad de otros.

El que teme por los excesos posibles de una sociedad libre se empeña en poner prohibiciones de antema- no. Este tipo de precaución muestra desconfianza en la libertad. Procurar que la ley prohíba y no que la ley proteja la libertad establece diferencias sustanciales entre los dos tipos de sociedad.

El dilema a resolver es el de sopesar los riesgos: ¿defiende mejor a la sociedad la prohibición o la libertad? O, al revés, ¿produce mayor daño social la falta de prohibiciones o la falta de liber- tades?

Libertades como la libertad de opinión y la libertad de expresión (para todos) son fundamentales. Corresponden a una sociedad en la cual no se reconocen ni se admiten dueños de la verdad, mucho menos que el dueño de la verdad sea el gobierno.

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