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Los jueces

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JUAN MARTÍN POSADAS
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La calidad de los jueces es decisiva tanto pa- ra el buen funcionamiento cuanto para el prestigio de una república. Los jueces tienen que ser honestos y competentes; dentro de la honestidad está la independencia.

Resulta evidente que los jueces han desempeñado un papel singular en los procesos que han tenido o están teniendo lugar en Argentina y en el Brasil. En este último caso se han distinguido dos. Primero el juez Barbosa, un negro docto y firme que juzgó y condenó sin vacilar a una serie de legisladores en el proceso llamado “mensalão”. Durante el mandato de Lula el P.T. y el gobierno establecieron un régimen tarifado de compraventa de votos en las Cámaras para asegurarse mayorías que las urnas no les habían dado. El juez Barbosa condenó a legisladores y tesoreros del PT por igual.

Luego vino el juez Moro, quien tomó en sus manos la corrupción de Petrobras y de la obra pública ofrecida en coima por el gobierno y mandó presos a varios jerarcas públicos, a tres exministros de Lula y al jefe de bancada del PT, senador Do Amaral. También hizo encarcelar a todos los grandes empresarios que se repartían la obra pública acordando coimas. En nuestro país los frentistas se indignan porque también metió preso al propio Lula (como si este hubiera podido ser el único que no sabía nada de lo que estaba pasando).

En la Argentina los jueces no fueron tan ejemplares. Mientras los Kirchner eran los poderosos amos del gobierno y de la política, las denuncias -entre ellas las presentadas por la diputada Carrió- dormían en los cajones. Cuando los argentinos se hartaron del despotismo mandón y rapaz de los Kirchner y -elecciones mediante- los K perdieron su poder, esos mismos jueces sordos comenzaron a escuchar mejor y a oír las denuncias, algunas de ellas con cinco o más años de añejamiento en los cajones de sus despachos.

En Uruguay lo que ha sucedido es que, gracias a la turbia noción del daño autoinfligido que padece el Frente Amplio, han ido a parar a la justicia algunos asuntos que deberían haberse dilucidado en el Parlamento. La judicialización de la política -patología que el Frente denuncia con calor- es producida del propio Frente Amplio que, con su empeño en no habilitar el funcionamiento de las Comisiones Investigadoras ha empujado hacia los juzgados denuncias sobre irregularidades en Ancap, ASSE, Pluna, Mides y demás.

Sobre estos casos -algunos con sentencia otros en trámite- se puede objetar lentitud en los jueces pero no falta de independencia. Ejemplo notorio de lentitud es la denuncia que hizo el Partido Nacional sobre la venta de Pluna al Sr. Campiani que data del año 2012 y todavía se encuentra sin pronunciamiento siquiera en primera instancia (y cuyo diligenciamiento el Partido Nacional tampoco excita).

Otros casos se han conocido últimamente, de índole diferente, en los cuales se imputa falta de independencia de los jueces, como son los que ha mencionado el ex Comandante en Jefe Manini Ríos en su comunicación al Presidente Vázquez.

Las garantías de la República descansan en la calidad institucional del Poder Legislativo y la calidad personal de los jueces garantizan la Justicia.

Vale la pena recordar la anécdota del molinero con Federico el Grande y la tranquilidad que trae saber que “aún quedan jueces en Berlín”.

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