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Lo que Durazno nos dejó

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Hernán Bonilla
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La manifestación que se desarrolló en Durazno este martes fue el epicentro de la protesta que en forma espontánea fue surgiendo al impulso de productores rurales.

Las reivindicaciones planteadas, el clima en que se llevó a cabo y la discusión que se ha planteado en el debate político son distintos planos en que vale la pena detenerse al analizar este fenómeno.

A los productores agropecuarios no les faltan razones para protestar. Han venido sufriendo en los últimos años un combo que ha afectado fuertemente su rentabilidad (y en algunos casos su propia viabilidad) que incluye un innegable atraso cambiario, un aumento de la presión fiscal, altas tarifas públicas que afectan los costos de producción, deterioro y falta de infraestructura y una inserción internacional de mala calidad, entre otros.

Quizá la explicación de por qué la protesta se desencadenó en este momento tenga que ver con razones coyunturales (el año anterior buenas cosechas pueden haber disimulado los problemas) y otras que se fueron acumulando y por sedimentación fueron generando el clima que hizo eclosión en Durazno. Cabría agregar otro aspecto relevante que son las pocas expectativas que existen de aquí a 2020 de que algo sustantivo cambie ante la situación de bloqueo en que se encuentra el gobierno. Es evidente que al fracaso de reformas de fondo como la educativa, se ha sumado la constatación de que no se realizará ningún tratado comercial por la oposición de la mayoría del partido de gobierno, de que las obras por participación público-privado no terminan de arrancar, entre otros asuntos que preocupan. En buen romance, la situación se ha deteriorado y no hay expectativas de mejoras significativas en los próximos dos años.

La coyuntura económica hace difícil atender los reclamos, pero acertaron en el centro de su crítica que es el tema fiscal. El aumento del gasto público, que prácticamente se duplicó desde 2005 a la fecha, y el incremento persistente en los últimos años del déficit fiscal, son el centro del problema. A partir de allí surge la descoordinación de las políticas económicas que producen los problemas reseñados. Dicho de otro modo, hasta que no se ataque el problema del gasto público todo retoque será cosmético.

Los reclamos y el tono de las propuestas fueron sensatos y no pueden ni deben subestimarse. Una manifestación pacífica, con análisis y propuestas y apelando a la unidad nacional debe ser bienvenida en tiempos en que la norma es la exaltación de las diferencias, la agitación militante y las consignas que siembran odio y desprecio por quien piensa distinto. En este sentido resultan lamentables las opiniones de personas con responsabilidades políticas que piensan que el mundo se divide entre buenos y malos y caen en dogmatismos infantiles que desprecian la realidad y contribuyen a deteriorar el clima de convivencia democrático que todos deberíamos respetar.

Es probable que el gobierno plantee algunas medidas que buscarán contemplar los reclamos, pero serán necesariamente insuficientes. El margen fiscal que le queda al gobierno lo pondrá en juego en la rendición de cuentas, donde vendrán nuevos aumentos del gasto y nuevas medidas para aumentar los ingresos, que irán hacia otras prioridades. De allí lo del principio, el principal problema son a la vez la realidad del presente y las expectativas de mediano plazo.

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