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Recobrando la memoria

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HEBERT GATTO
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Por estos días, concretamente el 27 de junio pasado, transcurrieron 47 años del infausto día en que las Fuerzas Armadas Uruguayas ocuparon la República.

Durante doce largos años, el país vivió su mayor apagón institucional, el lapso más censurable de su historia. Muchas reflexiones merece; aquí solo referiremos a su llegada, y, con cierta osadía, a uno de los factores que, creemos, explican su instauración.

Días pasados, al cumplirse el tal aniversario, el PIT CNT y la izquierda frenteamplista lo repudiaron, recordando a sus muchas víctimas asesinadas, desaparecidas, torturadas, presas y exiliadas. Sin embargo, esa feroz represión no puede ocultar que desde fines de 1972 hasta junio del 1973, pasando por los comunicados 4 y 7 de febrero, tanto la Central Sindical de entonces (CNT), como el Frente Amplio y sus partidos integrantes (Comunistas, Socialistas y P.D.C.), al igual que varios grupos de ultra derecha, apoyaron el golpe, argumentando que la “lucha de clases atravesaba el ejército” y los militares progresistas aparecían como el aliado indicado para el avance que el país requería. (Notas e intervenciones de El Popular, Ahora, L. Seregni, R. Arismendi, J.P. Terra, P. Socialista, etc.)

Una actitud colaborativa que mantuvieron en días posteriores y que medio siglo después sigue causando asombro.

La segunda reflexión prometida refiere a las causas de la dictadura militar, inseparables de las transformaciones socio-culturales de determinados sectores poblacionales -particularmente políticas e ideológicas- a comienzos de los sesenta.

A ese respecto la historiografía nacional ha señalado como factores de la misma, el quiebre del ciclo económico agro exportador, el proteccionismo, el desgaste de los partidos tradicionales, la deriva juvenil hacia valores de izquierda, las modificaciones intelectuales aportadas por la generación del 45, la revolución cubana, Chile, la guerra fría, el “revival” del marxismo latinoamericano, etc. Aquí nuestra inquietud, mucho más sencilla y acotada, no ingresa en ese complejo causal general de dificil génesis. Tiene otro propósito y por ello otro alcance.

La hipótesis que únicamente expresa que sin Tupamaros no hubiera habido dictadura ha sido repudiada, siguiendo a los vecinos argentinos, bautizándola de “teoría de los dos demonios”. Aduce que equipara indebidamente a los contendientes. Sin embargo, si bien rechaza ambos terrorismos, no sostiene su simetría moral. Acepta que el terrorismo de estado -en tanto practicado sistemáticamente por el estructurado estado moderno- resulta más repudiable que el subversivo, informe y juvenil y así lo dice. Tampoco postula que la violencia estatal consista en una directa reacción a su símil guerrillera. Lo que supondría simplificar las causas de un fenómeno multi diverso. Ni niega que cuando advino la dictadura el M.L.N. ya estaba derrotado. La formulación (en sí bastante obvia), solo afirma que sin el terrorismo tupamaro, conducta contingente de un grupo proporcionalmente pequeño incluso para la izquierda de la época, muy probablemente la dictadura militar no hubiera sobrevenido.

Una afirmación contrafáctica no trivial, que el frentismo, falsa e indignadamente rechaza, considerándola justificatoria de la dictadura.

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