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Golpe al Estado

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El Emperador Pedro I del Brasil a bordo de la Fragata União volvía a Portugal luego de abdicar a favor de su hijo Pedro II.Uno de los nobles que permaneció en Rio de Janeiro le planteó la preocupación sobre su futuro teniendo en cuanta su ausencia.

La respuesta fue: “hubiera robado como el Marqués de Barbacena”.

El siglo pasado, en la década del 60, guerrilleros brasileños secuestraron al Embajador de los Estados Unidos. El gobierno negoció liberando a los “compañeros” encarcelados a cambio de la libertad del diplomático; entre ellos estaba el ex jefe de gabinete de Lula, José Dirceu, hoy condenado a varios años de prisión por el famoso escándalo de corrupción conocido como el “mensalão”.

En la década del 90 el expresidente Collor de Melo renunció a su cargo acusado de participar de una empresa delictiva dirigida por su tesorero de campaña Paulo Cesar Farías, apodado “el archivo muerto” luego de aparecer misteriosamente sin vida ultimado a balazos en la cama

El Emperador Pedro I del Brasil a bordo de la Fragata União volvía a Portugal luego de abdicar a favor de su hijo Pedro II. Uno de los nobles que permaneció en Rio de Janeiro le planteó la preocupación sobre su futuro teniendo en cuanta su ausencia.

La respuesta fue: “hubiera robado como el Marqués de Barbacena”.

El siglo pasado, en la década del 60, guerrilleros brasileños secuestraron al Embajador de los Estados Unidos. El gobierno negoció liberando a los “compañeros” encarcelados a cambio de la libertad del diplomático; entre ellos estaba el ex jefe de gabinete de Lula, José Dirceu, hoy condenado a varios años de prisión por el famoso escándalo de corrupción conocido como el “mensalão”.

En la década del 90 el expresidente Collor de Melo renunció a su cargo acusado de participar de una empresa delictiva dirigida por su tesorero de campaña Paulo Cesar Farías, apodado “el archivo muerto” luego de aparecer misteriosamente sin vida ultimado a balazos en la cama junto a su amante.

El presidente Luiz Inácio Lula da Silva, fundador del PT decía en ese entonces: “cuando un pobre comete un delito va a la cárcel, cuando lo comete un rico es designado Ministro” y como los tiempos cambian el expresidente no solo ya no es pobre sino que necesita ser Ministro.

La hemiplejia moral se transformó en una constante que se ha extendido en toda la región. El propio presidente Tabaré Vázquez afirmaba como garantía de su gestión que el gobierno del Frente Amplio podía “meter la pata” pero nunca “la mano en la lata”.

Lamentablemente, bastó llegar al poder para que todos estos gobiernos “populistas” tengan hoy una idea diferente de “las manos, las patas y las latas” y cuando la Justicia y los medios actúan para preservar la transparencia de sus gestiones, sus respuestas dependen de si los acusados son o no, “compañeros”.

En realidad, nos enfrentamos a “golpes al Estado”, que se dirigen contra las instituciones, sus recursos públicos, los derechos de los contribuyentes, y todo aquello que se interponga para alcanzar los fines políticos que se persiguen.

Lo cierto es que esta “muletilla” está siendo usada en todo el continente, al punto que nuestro gobierno propuso una declaración de Unasur en apoyo de los “compañeros” Lula da Silva y Dilma Rousseff con el argumento de que “sufren” el acoso de la derecha, de los medios de comunicación y de la Justicia con el objetivo de promover un “golpe de Estado” para desplazarlos por corrupción de sus cargos de gobierno.

La corrupción ya es una constante, pero se consolida cuando el Poder pretende extenderse en el tiempo tratando de disminuir sus riesgos buscando enemigos y conspiraciones inexistentes al margen de la acción de la Justicia.

Brasil, el país continente no necesita de “salvavidas de plomo” para proteger a sus autoridades, menos aun con apoyos externos que plantean escenarios que ponen en duda la independencia de la Justicia, la piedra angular de la República.

La propuesta de construir solidaridades potenciando lo político sobre lo jurídico es un velado aporte más al depredador trabajo de la Administración del Sr. José Mujica que junto a “gobiernos compañeros” gestaron en sus úteros autoritarios nuevos monstruos cuyo eje central es cuestionar la independencia de la Justicia.

El mejor alegato para este caso lo podemos extraer de Rui Barbosa, una de las personalidades éticas más destacadas de la historia del Brasil. En su imperdible oración a los jóvenes, sostenía que los gobiernos que embisten, provocan y desconocen a los tribunales por más que protesten contra las sentencias, cuando justas, no tendrán por mucho tiempo la cabeza erguida como amenaza y desobediencia ante la Justicia que los enfrente con dignidad y firmeza.

Tal situación parece ser ignorada por los presidentes de ciertas repúblicas, y especial del Brasil que han resultado más intolerantes con los magistrados que los antiguos monarcas absolutos.

Rui Barbosa agregaba un consejo que deberían seguir todos estos gobiernos. Los jueces deben ser ajenos a toda posición política, porque aquellos que por incompatible militancia le otorgan a la política lo que le deben a la imparcialidad terminan vendiendo sus almas a los demonios de la ambición, la intriga, poniéndose al servicio de las pasiones más detestables.

En conclusión, no se trata de quedar bien con los populismos de turno ni de transigir con su conveniencia. El Uruguay no puede pronunciarse endosando respaldos solidarios hacia aquellos que la Justicia de otro país quiere y puede investigar. Si el gobierno insiste con su propuesta, hipoteca su honor y falta al juramento de respetar la Constitución y la ley.

El gobierno debe asumir seriamente que más temprano que tarde la historia va a juzgar a los que quieren interpretar la justicia de acuerdo a sus intereses o de presionarla para que la corrupción no tenga la sanción legal que defienda los verdaderos valores de la sociedad.

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Sergio Abreu

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