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El voto popular

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Los estudios electorales saben que el Frente Amplio (FA) y sobre todo el sector de Mujica son ampliamente mayoritarios en el mundo popular montevideano. ¿Seguirá siendo así en 2019?

Algunos datos importan para ilustrar qué significa esa amplia mayoría. En el balotaje de 2009, Mujica recibió más de 66% del total de votos en los barrios de Pajas Blancas, Cerro, Casabó, Sayago, Cerro Norte, La Teja, Abayubá, Cerrito, Casavalle, Colón, Lezica, Belvedere, Aguada, la zona del Cilindro, de Maroñas, de los Accesos, La Blanqueada, Conciliación y Punta de Rieles. En octubre de 2014, el FA recibió más del 64% en Cerro, Santa Catalina, La Teja, Belvedere, Sayago, Peñarol, Piedras Blancas, Nuevo París, Playa Colorada y en el pueblo de Santiago Vázquez. Y de los casi 286.000 votos de ventaja que Vázquez sacó a Lacalle Pou en el balotaje de 2014, más de 193.000 provinieron de los barrios de clases medias y populares de Montevideo.

Los partidos tradicionales han sufrido electoralmente de esta falta de inserción urbana y popular que ya lleva lustros. Por un lado, porque los problemas de las clases populares, al no estar tan presentes en la presión de sus representaciones políticas, han perdido peso en sus preocupaciones y propuestas. Por otro lado, porque el encierro entre pares que termina generando nuestra sociedad fracturada, les hace perder la noción de las enormes diferencias sociales de hoy en día, y desestimar así el protagonismo de decenas de miles de votantes que, de todas formas, parecen adherir, siempre y sin remedio alguno, al FA.

Sin embargo, en este 2019 hay tres nuevas dimensiones que pueden cambiar estos datos estructurales. Primero, parece que Mujica, al menos por ahora, no será gran protagonista electoral como lo vino siendo desde 1999, y no hay nadie en el FA que conecte electoralmente tan bien con las clases populares como él. Segundo, nunca antes la inseguridad fue tan grande en ese mundo urbano como ahora. La vida de los miles de trabajadores humildes y honestos que allí residen es un infierno cotidiano, y todos ellos saben bien que la responsabilidad de ese descalabro es del gobierno del FA. Tercero, esta vez hay un precandidato opositor, Sartori, que sin complejos decidió claramente apuntar su objetivo electoral a ese mundo popular, con propuestas y símbolos tan relevantes como el de presentar su programa de gobierno en pleno Cerro de Montevideo.

Si los partidos desafiantes centran de verdad su atención en el mundo popular urbano, el FA estará en problemas. Si en vez de hablar del IRPF, que atañe directamente a una minoría, proponen más puestos de trabajo para todos; y si en vez de solo recorrer el espinel de los ya convencidos, con misa de Patria Gaucha incluida, llegan con convicción al amplio mundo popular defraudado del FA, entonces el escenario electoral les puede ser realmente favorable.

No hay que ceder a las tentaciones de insistir en el encierro pueblerino que ha pretendido explicar los tres triunfos del FA sin siquiera atender a esta enorme desconexión electoral con el amplio mundo urbano, y de repetir lo de siempre creyendo que así se obtendrán resultados exitosos. Este año y por primera vez en mucho tiempo, los partidos desafiantes aparecen con mayores chances de conquistar el voto popular.

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