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Síndrome Arana

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FRANCISCO FAIG
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El título refiere al ex -intendente de Montevideo, que muchas veces cuando era interrogado sobre problemas que debían de ser resueltos por su administración, se indignaba, como un ciudadano más, de lo mal que estaba, efectivamente, el asunto que se le planteaba.

El síndrome Arana refiere pues a toda circunstancia en la que un jerarca cuyas responsabilidades son las de resolver una dificultad o impedir que algo nefasto ocurra, en vez de cumplir con su tarea se transforma en cariacontecido comentarista. Comparte así con el ciudadano común la indignación o el enojo, y es capaz incluso de aportar argumentos que ilustran lo mal que está el asunto que es objeto de críticas. Aunque parezca extraño, muchas veces casi nadie le reclama que señale algo que él podría resolver (o haber resuelto), e incluso hay quienes entienden que ese síndrome es en realidad muy positivo, ya que expresa una gran honestidad de parte del jerarca que lo sufre.

Los síntomas más recientes del síndrome Arana fueron sufridos por actual senador Astori. En efecto, en entrevista en Buscadores declaró, entre otras cosas, que “la regasificadora fue un error grande, importante”. Así, luego de las enormes pérdidas y del pésimo manejo estratégico de Gas Sayago, que ganaron notoriedad a partir de los resultados de una reciente auditoría, Astori, que fuera vicepresidente y cuyo equipo tuvo por quince años las mayores responsabilidades en la conducción económica del país, nos comenta, ahora, con tranquilidad budista, que todo aquello fue un error.

¿Por qué no haber impedido entonces, mientras la iniciativa avanzaba, tamaño desatino? ¿Cómo no haber señalado en su momento ese error que hoy parece tan evidente? Fue a fines de 2018, por ejemplo, que el por entonces diputado del Partido Independiente Daniel Radío presentó su contundente informe acerca de los dislates que ocurrieron con la planta regasificadora. ¿Por qué Astori no señaló en ese entonces, por ejemplo, su preclaro parecer?

El síndrome Arana ha marcado varios temas sustanciales que ocurrieron en los gobiernos del Frente Amplio. Luego que explotó lo de Pluna, algunos izquierdistas comentaron que había sido un mal negocio; empero, eso era algo que, en pleno proceso, ya había sido señalado por el entonces senador Moreira, por ejemplo.

A raíz de la caída de Sendic, algunos izquierdistas explicaron que en Ancap las cosas se habían hecho mal; empero, eso era algo que, en pleno proceso, ya había sido señalado por el entonces senador Bordaberry, por ejemplo.

Por un lado, el síndrome Arana da a entender que los dirigentes que lo sufren tienen clarísima la situación que pesarosos comentan. Si no enmiendan o enfrentan los problemas, no es por ignorancia. Por otro lado, muestra cómo esos dirigentes toman realmente por tonta a la ciudadanía. Dilapidan cientos de millones de dólares en Ancap o en Gas Sayago, pero luego nos explican compungidos que aquello fue un error a la vez que permanecen convencidos de que nadie les pedirá por ello cuentas.

En 2019 llegó una generación nueva al poder. Sería formidable para el país que ella dejara en claro que se acabó la política que menosprecia la inteligencia de la gente. Que dejara en claro, en definitiva, que el síndrome Arana tiene cura.

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