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Democracia orgullosa

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FRANCISCO FAIG
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La pandemia que estamos sufriendo comporta un enorme desafío para la calidad de la democracia y su efectiva capacidad de enfrentar un problema repentino que afecta dimensiones claves de la convivencia social.

Están los países en los que se han agravado derivas autoritarias preexistentes. El caso de la Hungría de Orbán es evidente en Europa, ya que se otorgó poderes extraordinarios al presidente en una lógica dictatorial completamente divorciada de los valores fundadores de la Unión Europea. Pero también Putin en Rusia, cuyos pasos para consolidar su poder personal por varios períodos presidenciales más ya se habían iniciado antes de la pandemia, ha aprovechado la situación para profundizar aún más su régimen iliberal de gobierno.

El totalitarismo chino no toleró las denuncias que desde diciembre pasado se multiplicaron sobre la nueva enfermedad. Luego, reforzó los mecanismos de controles sociales para frenar con relativo éxito la pandemia. Y ahora, su ofensiva mundial de propaganda política, con reales y potentes ayudas internacionales por doquier, va de la mano de un ilimitado manejo de información por parte del Estado chino, gracias a big data e internet, que atañe a dimensiones personalísimas de sus ciudadanos. Big brother llegó y es chino, y está muy lejos del respeto de las libertades individuales que conocemos en la tradición democrática occidental.

Casos menos radicales también plantean problemas. ¿Cómo lograr confinamientos estrictos como el que se propuso Argentina, en economías en donde el peso de la informalidad es grande y cuando los instrumentos estatales de violencia legítima parecen escasos para situaciones tan extraordinarias como la actual? El evidente riesgo que se corre es el del incumplimiento generalizado de las medidas sanitarias-sociales exigidas por la autoridad pública, y con ello se debilita la autoridad del Estado democrático.

Las articulaciones público-privado, solidaridad colectiva-responsabilidad individual, e imperativos federales- particularidades estatales con fuertes reivindicaciones localistas, están sufriendo enormes tensiones en Estados Unidos por causa de la pandemia. A su vez, las evoluciones del desempleo y de la recesión que allí se anuncian, por lo abruptas y profundas, son las más graves de este siglo, y solo comparables con la crisis del 29, lo cual lleva a pensar que el America first de 2016 se habrá transformado en una grave desilusión democrática para las elecciones presidenciales de noviembre.

Finalmente, está la enorme dificultad de contar con información fidedigna que compare lo comparable; que analice con frialdad los datos, sin miedos atávicos y cortoplacismos histéricos; y que sea herramienta útil para las decisiones urgentes que se deben tomar en distintas partes del mundo.

En este contexto tan difícil, Uruguay se destaca por su transparencia de la información pública sobre la evolución de la pandemia, por su respeto por la independencia de poderes y las garantías dadas al ejercicio de las libertades públicas, y por sus medidas que procuran asegurar el sostén del Estado en favor de los más desprotegidos. Mostramos así la gran calidad de nuestra democracia en tiempos de incertidumbre, algo de lo cual debemos sentirnos genuinamente orgullosos.

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