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La bulla y las caretas

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FRANCISCO FAIG
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Nada bueno vendrá de la izquierda en estos años.

Notoriamente, hace meses que optó por la oposición total, y más allá de que unos pocos de sus dirigentes han querido marcar algún matiz, el núcleo políticamente más importante del Frente Amplio (FA) y de sus aliados sociales y sindicales marca el rumbo, decididamente, de una oposición hostil.

Nada se paralizará por ello. Al contrario, hay mayoría social y política para avanzar en la agenda del gobierno. La coalición en el Parlamento deberá forjar acuerdos internos en algunos puntos en los que, naturalmente, existen diferencias entre los cinco partidos que la conforman.

Pero, francamente, hasta ahora todos los actores coaligados han mostrado tener la suficiente cintura negociadora como para avanzar sin grandes problemas en temas parlamentarios y ejecutivos claves.

Importa, sin embargo, ser conscientes de que habrá que convivir por muchos años con mucha bulla izquierdista. Desde los politólogos bien- mandados, propaladores de la hegemonía cultural de la izquierda, que alegan ridículamente que la promoción de la ley de urgencia ahondará la grieta política; hasta los sindicalistas, cuyo mayor mérito es proponer paros a repetición; pasando por los sectores radicalizados del FA, internamente muy mayoritarios, que perseveran en su voluntad de divorciarse del sentido común ciudadano del país: todos chillarán como cerdos en el matadero.

Tanta bulla esconde una enorme pereza analítica. En efecto, la izquierda cree que de esta forma podrá ganarse nuevamente a las clases medias, como ocurrió en los años 90. Empero, hay al menos dos diferencias radicales. Primero, la gente ya vio lo que daba el FA en el gobierno, y sobre todo lo vio muy claro el Interior, que lo apoyó entre 2004 y 2014, y que en 2019 decidió retomar con sus preferencias históricas.

Segundo, esta coalición gobernante no se asemeja a las anteriores a 2004: sus partidos forjaron su carácter durante 15 años en el llano, y las bases parlamentaristas que sustentan la presidencia de Lacalle Pou son incluso políticamente más robustas que las de Jorge Batlle en 2000.

Tanta bulla encierra además un riesgo para el FA. Porque, aunque no parezca, el ciclo electoral aún no ha terminado. Si bien es razonable pensar que la izquierda ya abandonó toda idea de conservar intendencias fuera del área metropolitana, lo cierto es que en Montevideo en particular le surgió un rival de fuste, de rápido ascenso en la intención de voto, y que naturalmente se beneficiará de la gestión del gobierno en esta crisis, que ya se sabe está siendo muy bien evaluada por una gran mayoría de la opinión.

¿Y si esta oposición enceguecida del FA, sumada al lastre de llevar de nuevo como favorito al candidato-semilla capaz de mal germinar en cualquier elección, profundiza el hartazgo de la gente también en Montevideo?

En estos casi dos meses ya se cayeron varias caretas: la coalición no era el cuco neoliberal que la izquierda quería hacer creer; ha quedado claro que la desidia del FA gobernante ha sido feroz; y es evidente que la nueva generación de políticos que conforman la coalición es capaz de gobernar bien, incluso en circunstancias muy difíciles.

Atentos en la huella de Seregni: tanta bulla puede hacer caer la careta en Montevideo.

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